Exploran una 'bomba biológica' en el mar argentino

 

 

“Bomba biológica”. Cuáles son los sorprendentes hallazgos de una expedición submarina en el Atlántico Sur

Fecha de Publicación
: 22/10/2025
Fuente: La Nación
Provincia/Región: Nacional


Con la ayuda de un robot del Schmidt Ocean Institute, un grupo de científicos argentinos busca entender por qué el Talud Continental es una de las zonas más fértiles y biodiversas del planeta
Ayer, el robot submarino SUBastian, perteneciente al Schmidt Ocean Institute, se sumergió en uno de los cañones submarinos más imponentes del territorio argentino. Se trató de la anteúltima transmisión en vivo que mostrará el lecho del Mar Argentino a bordo del buque Falkor (too) durante este año. La misión formó parte de una extensa serie de campañas científicas que, hasta el 29 de octubre, llevará adelante un grupo integrado por especialistas del Servicio de Hidrografía Naval (SHN), junto con investigadores de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
El objetivo central es ampliar el conocimiento sobre los ecosistemas del Atlántico sur y, en particular, sobre una región que se considera entre las más productivas y biodiversas del planeta.
Silvia Romero, directora del Laboratorio de Dinámica Oceánica del SHN y líder de la expedición, define la zona como una verdadera “bomba biológica” que se extiende a lo largo de los 1500 kilómetros del Talud Continental Argentino, una plataforma sumergida donde confluyen corrientes marinas que generan condiciones excepcionales para la vida.
A diferencia de la primera misión, conocida popularmente como el stream del Conicet, esta campaña no tiene como propósito recolectar muestras de animales o algas, sino analizar variables físicas y químicas del agua: temperatura, salinidad, acidez, concentración de oxígeno y dióxido de carbono. El equipo busca comprender por qué esta franja marina produce tanto alimento, actúa como sumidero natural de carbono y alberga una cadena trófica tan vigorosa.
Aunque el foco está puesto en la observación y medición, las cámaras del ROV SUBastian no dejan de registrar organismos sorprendentes. Muchos de ellos aparecen por casualidad, ofreciendo una ventana única a la riqueza biológica de las profundidades del Atlántico sur.

La anémona devoradora de plancton
Pocos saben que la palabra plancton proviene del griego planktos (πλαγκτός), que significa “a la deriva”. En esta región del océano, las corrientes mantienen suspendidos millones de diminutos organismos que conforman auténticas nubes vivas. Esta abundancia sostiene una explosión de vida: desde las anémonas y esponjas hasta peces y moluscos, todo prospera alimentándose de esas pequeñas partículas.
Romero y su equipo asocian precisamente este fenómeno con la idea de “bomba biológica”. Uno de los organismos que más se repitieron en la transmisión fueron las anémonas, de formas caprichosas y colores intensos, que aparecían adheridas a piedras, caracoles o coracolas. Entre ellas se destacó la que podría ser una Anemonia alicemartinae, más conocida como anémona roja, cuya textura gelatinosa y tonos carmesí resaltaban bajo la luz del robot.
Otra especie particularmente llamativa fue una anémona de aspecto floral, con tentáculos blancos y un centro negro que parecía un ojo. “Está apoyada sobre un caracol”, comentó una de las científicas a bordo del Falkor (too). Romero aclaró que podría tratarse de una Antholoba achates, una especie poco observada en el Atlántico suroccidental

El pez canario del Atlántico sur
Entre los hallazgos más comentados por quienes seguían la transmisión en vivo se destacó un pequeño pez de cuerpo alargado y bandas doradas, que revolvía la arena con su trompa en un movimiento constante. En inglés se lo conoce como banded yellowfish y su nombre científico es Centriscops humerosus, aunque algunos lo llaman pez fuelle rayado
Este animal puede alcanzar hasta 30 centímetros de longitud y habita en profundidades que oscilan entre los 100 y los 1000 metros. Es característico de las aguas templadas del Atlántico sur, distribuyéndose desde la costa argentina hasta Sudáfrica. Su comportamiento curioso lo convirtió en uno de los protagonistas del día.

Una estrella marina que incuba
A media mañana, las cámaras del SUBastian captaron una escena inusual: una estrella de mar inflada, como si envolviera una esfera con sus brazos. Desde el centro de control explicaron que esa postura corresponde al momento en que las estrellas incuban sus huevos. Estos equinodermos, de aspecto aparentemente simple, poseen características asombrosas. 
Son capaces de expulsar su estómago para digerir externamente, pueden regenerar brazos perdidos e incluso perciben la luz mediante estructuras sensoriales ubicadas en los extremos de sus patas. Su biología es tan singular que cada hallazgo de este tipo aporta información valiosa sobre los mecanismos reproductivos y adaptativos de estas especies. Por ejemplo, durante el stream también apareció una estrella montada sobre una extraña y azulada esponja de mar.

Un ser desconocido
Otro momento desconcertante ocurrió cuando el vehículo explorador encontró una estructura translúcida con forma de hoja, que tenía un núcleo anaranjado en su interior. Ninguno de los especialistas a bordo logró identificarla con certeza. Lo único evidente era que el tipo de sedimento, a unos 256 metros de profundidad, había cambiado: la arena era más clara y fina, lo que daba lugar a un paisaje distinto, tapizado por organismos que se asemejaban a pastos marinos.
Podría tratarse de una especie cercana a las plumas de mar (Petroeides breviradiatum), animales coloniales que se alimentan filtrando el agua. Aunque parezcan vegetales, son animales móviles: pueden desplazarse lentamente por el lecho marino buscando condiciones más favorables. Tienen un cuerpo en forma de pluma y un pie carnoso parecido a una cebolla, con el que se anclan al sustrato.
Y aunque este fue uno de los ejemplares que más llamó la atención, hubo también un encuentro con un pez gigante y de cara extraña que se arrastraba por el lecho marino.

La huella humana en el abismo
No todo lo que aparece en el fondo marino es vida. A 332 metros de profundidad, una bolsa de lona azul contrastaba con el gris del sedimento. Llevaba tanto tiempo en el lugar que anémonas, caracoles y pequeños crustáceos habían comenzado a utilizarla como refugio. “Lamentablemente, entre tantas maravillas también encontramos basura”, comentó Romero con tono reflexivo.
Explicó que el equipo no puede recolectar todos los desechos que detecta, pero decidió que el robot retirara esa bolsa para concientizar sobre la presencia de residuos humanos en ecosistemas prístinos. Mientras el brazo mecánico levantaba el objeto, los científicos se aseguraban de desalojar con cuidado a las criaturas adheridas, una imagen tan simbólica como contundente sobre el impacto humano en el océano profundo.
A medida que el Falkor (too) continúa su recorrido, las mediciones obtenidas ayudarán a entender los mecanismos que sostienen esta “bomba biológica” del Atlántico sur, una fuente de vida y de regulación climática de valor incalculable. También han encontrado la presencia del ser humano durante todo su recorrido.
Para Romero y su equipo, el conocimiento es la herramienta más poderosa para proteger estos ecosistemas. Por eso, cada dato, cada imagen y cada especie observada son pasos esenciales para construir una visión más completa del Mar Argentino, un territorio que guarda aún muchos secretos bajo su superficie azul.
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