El aire de Buenos Aires, no tan bueno

 


Calles atestadas de autos y contaminación: cómo se mide la calidad del aire de la Ciudad

Fecha de Publicación: 19/07/2021
Fuente: Diario Z
Provincia/Región: CABA


“La calidad del aire en la Ciudad depende del ojo con el que se mire: si uno la compara con nuestras leyes, estamos bárbaro; si lo comparamos con la OMS, no estamos tan bien, hay mucho por mejorar.” El que opina es Leonardo Serio, titular de la Cátedra de Climatología de la Facultad de Agronomía (UBA). Históricamente, la Ciudad de Buenos Aires vivió al margen de la preocupación por la calidad de su aire y de los niveles de contaminación atmosférica.
Sin embargo, alerta Serio, los estándares que se tomaban como referencia eran hasta tres veces menores a los recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y agrega: “Con la pandemia, la situación empeoró. Por la imposibilidad de usar el transporte público, más gente usa los autos particulares. Eso termina siendo contraproducente”.
Cuáles son los principales contaminantes del aire en la Ciudad, cómo impactan en la salud, de dónde provienen la mayoría de las emisiones y qué medidas podría tomar el gobierno para mejorar la situación en el corto plazo, son algunas de las cuestiones que el investigador de la UBA repasa en esta entrevista con Diario Z.

¿Cuál es la calidad del aire que se respira en Buenos Aires?
Depende del criterio. La Ciudad tiene su legislación, que establece los límites máximos admisibles para diferentes contaminantes del aire. En base a eso, se establece un índice, que se expresa desde 0 a 1, en el 1 es el límite máximo admisible. Cuanto menor sea la concentración medida, se obtiene un valor más bajo. Si supera el límite, se obtiene un valor mayor a 1. El problema que tenemos es que esos límites máximos establecidos por ley, son bastante flexibles en comparación a lo que recomienda la OMS.

¿Por ejemplo?
Para uno de los contaminantes, que es el dióxido de nitrógeno, tenemos un límite máximo de 376 partes por millón y la OMS recomienda que ese límite sea de 200. Es decir, nuestro máximo admisible es casi el doble. Con respecto a otro contaminante, las partículas suspendidas en el aire y menores a 10 micrones, el límite nuestro es tres veces mayor al que recomienda la OMS. O sea, puede suceder que, según nuestros límites, frente a un determinado valor de concentración de un contaminante, tengamos una calidad de aire muy buena. Sin embargo, si esa misma concentración de contaminantes es comparada con el índice de la OMS, nos puede dar una situación muy mala, incluso calificada como de emergencia o de alerta. Por eso, volviendo a la pregunta, la calidad del aire en la Ciudad depende del ojo con el que se mire: si uno la compara con nuestras leyes, estamos bárbaro. Si lo comparamos con la OMS, no estamos tan bien, hay mucho por mejorar.

¿Cuáles son los principales contaminantes?
Las partículas en suspensión, el hollín, es uno de los principales contaminantes. La principal fuente es el tránsito automotor. No son sólo los escapes, las partículas también provienen de la fricción, de la abrasión de los materiales, los neumáticos, el pavimento, la acelerada y la frenada. La mayoría de los contaminantes atmosféricos de la Ciudad provienen de esas fuentes. Dentro de esos contaminantes, el que suele superar los niveles recomendados por la OMS, es el de las partículas microscópicas suspendidas en el aire. Tenemos óxidos de nitrógeno, que provienen de la combustión de los motores diésel que usan los colectivos. El otro componente que se monitorea es el monóxido de carbono, que suele dar en buenos niveles. En cambio, las industrias no aportan demasiado porque no quedan muchas industrias dentro de la Ciudad.

Hay una creencia popular de que la Ciudad tiene condiciones climáticas y geográficas que favorecen una buena calidad del aire.
Es cierto que estamos favorecidos por la geografía y la climatología. La ubicación en un área llana, a la vera del río más ancho del mundo, con vientos que -cuanto menos, durante la mitad del año- soplan desde el río hacia la ciudad. Todo eso favorece.

Si las condiciones geográficas fuesen otras, ¿la situación sería mucho peor?
Sí. Sería más parecido a lo que sucede en Santiago de Chile, México DF o San Pablo, donde la geografía es diferente, con densidades poblacionales similares, incluso menores, pero donde la situación es mucho más complicada. Entonces, nuestras condiciones le permiten a la Ciudad tener ventajas porque no se acumulan muchos de los contaminantes que se emiten.

¿Debería el gobierno empezar a preocuparse respecto de esta situación?
Es necesario que se hagan ajustes. Desde la Facultad, a partir de un trabajo de tesis de la Licenciatura en Ciencias Ambientales, mostramos cómo cambia la cosa cuando uno toma los límites de la legislación y los compara con los de la OMS. Justamente, hace pocos meses en la Legislatura se aprobó una modificación a esos límites, con el aporte que hicimos desde la Facultad. La ley fue reglamentada a fines de abril, pero se establecieron plazos escalonados, de tres a cinco años, para reducir los valores hasta equipararlos con los estándares internacionales.

¿Cómo se mide la calidad del aire en la Ciudad?
Actualmente se mide de manera continua en tres lugares que no son los adecuados. Según simulaciones que se han hecho en base a distintos modelos que permiten ver cómo es la distribución de los contaminantes de la Ciudad, en función de dónde están las fuentes y las características de los vientos, esos tres puntos no son adecuados porque allí no están las concentraciones más altas.

¿Dónde debería medirse?
Los principales centros de trasbordo, como Constitución, Retiro, Once y Liniers. También en las cercanías de las autopistas, en especial los peajes, que son uno de los puntos más contaminados.

¿Cómo impacta la calidad del aire en la vida de los habitantes?
La presencia de contaminantes en la atmósfera tienen diversos impactos en la salud. Depende del tiempo de exposición y las características propias de cada persona. Lo primero que provocan es irritación en la vista y en las vías respiratorias. A largo plazo, los estudios internacionales demuestran predisposición a tipos de enfermedades crónicas respiratorias y cardíacas. Incluso hay trabajos recientes que hablan de una mayor predisposición a contagios de Covid-19 por tener mala calidad de aire.

¿Qué se puede hacer en el corto plazo?
Hay muchas cosas positivas, creo que hay conciencia, pero no alcanza. Por ejemplo, en cuanto al tránsito, la zona del microcentro tiene limitaciones para la circulación. El ordenamiento que han hecho en algunas avenidas, también es positivo. Hay que fomentar el recambio energético, sobre todo del transporte público, hacia combustibles más limpios. Sin embargo, en este momento, por la pandemia, la situación empeoró por el desaliento al uso del transporte público que lleva a que más gente use los autos particulares. Eso termina siendo contraproducente. El tránsito en estos últimos meses está peor que nunca, a pesar de que mucha gente trabaja desde casa. Está muy difícil transitar la Ciudad porque hay muchos autos.

¿Eso lleva sí o sí a un empeoramiento de la calidad del aire?
Sí. En los primeros 40 días del confinamiento, durante 2020, fue impresionante cómo se redujo la contaminación atmosférica de la Ciudad, a niveles por debajo de la mitad de lo que teníamos habitualmente. Después, de a poco, se fue revirtiendo, en la medida en que se abrían actividades y la gente empezó a circular. Todo esto pasa por una cuestión de educación, que hay que trabajar desde las escuelas, donde muchas veces se ve como un trabajo práctico aislado. La contaminación debe ser un eje central, no sólo del aire. Alrededor de ese eje deberían girar la mayoría de los contenidos. No es complicado para un profesor de matemática adaptar las cuentas al ahorro energético, al control de emisiones. Es una idea.

¿El modo de vida y de consumo repercute en el aire que respiramos?
Absolutamente. Muchas de esas cosas la tienen más clara los chicos que los padres, que a veces hacen las cosas al revés. Mantener eso en el tiempo es clave.
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