La ciencia busca salvar al caballito de mar patagónico

 


Científicos y buzos luchan por salvar al caballito de mar patagónico en Argentina descubierto hace apenas 20 años

Fecha de Publicación
: 25/09/2025
Fuente: Portal LaderaSur
Provincia/Región: Nacional


La primera vez que el biólogo Diego Luzzatto vio caballitos de mar no fue en el mar, fue en un tren. A inicios de los años 90, siendo adolescente, unos niños subieron a vender algunos ejemplares disecados junto con caracoles y estrellas en la estación del balneario patagónico de San Antonio Oeste, en la provincia de Río Negro. Sin comprar ningún souvenir, aquella vez Luzzatto continuó su viaje hacia las montañas.
En 2002 ocurrió el nuevo encuentro. Trabajaba en su tesis doctoral y mientras analizaba caracoles en Mar del Plata, Gabriela Piacentino, una colega investigadora del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, le pidió que recogiera algún caballito que cruzase en las salidas al mar. “No se sabe nada de ellos en Argentina”, le dijo.
Luego de unos pocos intentos aparecieron los primeros. Piacentino y Luzzatto revisaron colecciones de diversos museos para comparar las especies con los ejemplares hallados y no obtuvieron coincidencias. Se trataba de una especie de caballito aún no descrita por la ciencia.
Luzzatto, quien actualmente trabaja en la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), recordó entonces aquella escena de la adolescencia y emprendió viaje hacia las costas patagónicas de San Antonio Oeste en busca de más registros. En 2004, después de dos años de monitoreo y estudios de ADN, la dupla de investigadores formalizó la descripción del Hippocampus patagonicus.
Ese fue el punto de partida para el trabajo de investigación y conservación de esta especie, asentada principalmente en las aguas de las ciudades de Mar del Plata y San Antonio Oeste.

Hallazgos y riesgos
Gracias a la descripción del nuevo pez, en Brasil los científicos advirtieron que las poblaciones que habitaban sus mares no correspondían al Hippocampus erectus —una especie que habita en el hemisferio norte—, como creían, sino que también se trataba del caballito hallado en las costas argentinas. “De este modo comprobamos que, hacia el norte, su rango de distribución va hasta Río de Janeiro”, precisa Luzzatto.
Al obtener una beca postdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Luzzatto dejó definitivamente su natal Buenos Aires y se radicó en San Antonio Oeste para trabajar con la población más austral de la especie.
El Hippocampus patagonicus puede alcanzar los 18 centímetros de largo y su dieta es carnívora. Se alimenta de pequeños crustáceos, larvas de cangrejo, peces y también gusanos. A inicios de siglo, en la bahía de San Antonio Oeste era posible encontrarlos cerca de la playa. Luzzatto refiere que en zonas como el Canal de La Marea ya es prácticamente imposible verlos.
En censos y monitoreos poblacionales realizados entre 2005 y 2019, los científicos detectaron una reducción poblacional del 80 % en esta región. “A diferencia de mamíferos en tierra, con muchas de estas especies marinas se trabaja con estimaciones de abundancia. Entonces, hacemos comparaciones en distintos momentos”, comenta Luzzatto a Mongabay Latam para explicar por qué es difícil hablar de números exactos. A partir de los estudios, en 2017, la UICN incluyó a este caballito de mar en su Lista Roja como una especie Vulnerable.
El crecimiento inmobiliario y el intenso flujo turístico aparecen como las primeras amenazas, según el investigador argentino. “Estaba tan cerca de la costa, en contacto con la población humana, que hubo una degradación del hábitat progresiva. La actividad humana desplazó a la naturaleza”, asegura.
En las últimas dos décadas, el turismo creció exponencialmente en la zona a partir de efectivas campañas que promocionaron a San Antonio Oeste como el “Caribe argentino”, por la temperatura y los tonos de sus aguas. La Agencia de Turismo, Cultura y Deporte de la municipalidad indicó que, sólo en enero de 2025, más de 220 000 turistas llegaron a sus balnearios. La cifra representa ocho veces la población habitual de la ciudad, establecida en 27 000 habitantes, según el Censo de 2022.
“La pérdida y los desplazamientos de las poblaciones de caballitos se da por diversos disturbios, como pisoteos, contaminación y ruidos”, comenta Luzzatto.
El impacto del flujo turístico quedó comprobado durante los meses de confinamiento estricto de la pandemia de Covid-19. Entre marzo de 2020 y enero de 2021, el biólogo detectó que la población de caballitos se recuperó en más de un 300 %.

La vida en el puerto
Los primeros hallazgos de Piacentino y Luzzatto fueron disparadores para el estudio de la especie en Mar del Plata. Quien ha puesto el tema sobre la mesa es Gabriela Pujol, responsable del área de Ecología de Ambientes Acuáticos del Museo de Ciencias Naturales Lorenzo Scaglia.
A diferencia de la costa rionegrina, en esta ciudad de la provincia de Buenos Aires, el mayor número de caballitos vive dentro de las aguas del puerto. “Es curioso porque en el imaginario se relaciona al caballito de mar con lugares paradisíacos como los arrecifes de coral, no con el interior de un puerto donde podría haber más contaminantes”, cuenta.
Pero en la zona ocurre algo particular. Algunos de los pequeños residuos de la actividad portuaria terminan sirviendo a los caballitos como anclas. Al enrollarse en ellos con su cola prensil, estos peces evitan ser arrastrados por las corrientes.
Al no haber en Mar del Plata tantas superficies donde tengan la posibilidad de agarrarse, como corales o pastos marinos, los caballitos eligen asentarse en esta área portuaria. “Es una de las explicaciones por las cuales están aquí. Los contaminantes de este puerto no son lo suficientemente letales como para evitar que la población prospere”, explica Pujol.
Durante cuatro años se realizaron monitoreos subacuáticos, principalmente en la Escollera Norte de la ciudad, para confirmar la presencia estable de los individuos y conocer sus principales hábitos. Los investigadores detectaron que estos animales no se mueven en cardúmenes, sino en parches, es decir pequeños grupos. En esas incursiones los sexaron y revisaron las condiciones sanitarias. Los parámetros del agua estuvieron dentro de lo normal en cuanto a salinidad, temperatura y turbiedad. Además, pudieron conocer con más detalle el proceso reproductivo del animal.
En estos peces, los machos son los que se embarazan. Cada bolsa incubadora puede liberar hasta 800 crías después de 28 días de gestación. “Muy pocas sobreviven, ya que, al salir a la columna de agua, la mayoría queda expuesta a ser devorada por otras especies”, dice Pujol.
La etapa reproductiva va de octubre a marzo. Para evitar disturbios, como ruidos o contactos humanos invasivos que pongan en riesgo la gestación, desde hace más de diez años el equipo de científicos coordina acciones con asociaciones de buzos deportivos que frecuentan la zona. El objetivo es reducir los grupos, trazar rutas seguras y así aminorar las perturbaciones.
Además de la información obtenida en los buceos, los científicos complementan sus estudios con el seguimiento a tres ejemplares, que rotan periódicamente, en los laboratorios de experimentación del museo. Ahí estudian la genética y morfología del animal. En lugar de las escamas típicas de los peces, los caballitos de mar están cubiertos por placas protectoras y viven, en promedio, hasta tres años en el océano.
El mar es su protector, pero en el mar también están sus principales amenazas. Hace 20 años, cuando Pujol inició el proyecto Caballito, en coordinación con Luzzatto, era habitual ver a estos animales enganchados en las redes de pescadores. Varios de ellos terminaban expuestos en stands de ferias artesanales, pero hoy estas postales han quedado en el olvido.
Pujol comenta que se han hecho campañas de sensibilización para tener mejores prácticas y hábitos en la zona. Los científicos establecieron contacto con actores frecuentes de la vida marina como escuelas de pescadores, clubes de buceo deportivo y colegios, los cuales han ayudado a educar a la gente.

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