El cambio climático devoró un glaciar y ahora es lago

 



Cambio climático en Argentina: la historia del lago que nació porque se derritió un glaciar

Fecha de Publicación
: 01/08/2023
Fuente: Clarin
Provincia/Región: Río Negro


En esta historia todo es evidencia y nada es hipótesis. Es pura consecuencia. Donde ahora se ve la superficie espejada de un lago, había antes un glaciar. Un glaciar cubierto por sedimento, que tenía la forma de una escarpada cordillera terrosa. Se llamaba Ventisquero Negro justamente por esa tonalidad. Los turistas que viajaban al Parque Nacional Nahuel Huapi se desplazaban 90 kilómetros para visitarlo. Les parecía asombroso que un glaciar fuera de color negro. Pero no está más. Desapareció. El cambio climático lo devoró.
Es un hallazgo notable de científicos del CONICET, pero sobre todo un elemento que muestra la velocidad con que los ecosistemas están viéndose afectados por el calentamiento global. En un escenario dramático de olas de calor y sequías, en el mes de los récords de temperatura planetarios, la historia del ventisquero negro habla acerca de cómo ningún país puede mantenerse a salvo en la llamada “era de la ebullición”, según definió esta semana el secretario general de la ONU, Antoni Gutiérrez.
Nadie permanece al margen de ese nuevo enemigo global concebido por el afán de progreso de la humanidad, un “Frankenstein” que jaquea de fuego a los europeos y que derrite al mismo tiempo el hielo de la Antártida y los glaciares de Bariloche. La primera fotografía que ilustra este artículo es del verano de 1942. En un playón de estacionamiento se ven varios colectivos que han trasladado viajeros hasta la base misma de la lengua de hielo del Ventisquero Negro. Son los pies del Cerro Tronador, en la zona de Pampa Linda, corazón del Parque Nacional. Es muy nítido que las llamadas “morenas glaciarias” (especie de lomadas) llegan hasta los choferes que posan para la toma.
Para 2009, las formaciones ya no están. En junio de ese año, las lluvias incesantes y la dinámica propia del glaciar provocaron un aluvión descomunal. El casquete de hielo se fracturó, hubo una avalancha que alcanzó zonas pobladas, el lago experimentó primero un vaciamiento y el frente del glaciar se “reacomodó en retroceso”: comenzó una suerte de repliegue. Lo que se ve, entonces, es una fragmentación de pequeños témpanos esparcidos. Pero ya no las inolvidables morenas glaciarias que hasta la década del ’90 los viajeros podían apreciar de cerca.
“El retroceso es muy claro”, dice Beatriz Modenuti, investigadora superior del Conicet. Lidera uno de los equipos de biólogos que lleva adelante investigaciones en la zona. “Las condiciones climáticas fueron cambiando a través de los años. Menos cantidad de precipitaciones y mayor temperatura, en primer lugar. La isoterma del Monte Tronador dejó de estar en 0°, que es el indicador de nieve, y al estar más elevada el ventisquero fue perdiendo capacidad de acumulación de nieve”.
Modenutti es miembro del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inibioma) de la Universidad Nacional del Comahue: "En las regiones montañosas, el signo más evidente del acelere que tiene el cambio climático es la pérdida alarmante de glaciares, que lleva a la pérdida de un ecosistema particular, con un trastorno enorme para la biodiversidad. Los cambios en el glaciar impactan directamente en las condiciones de luz y nutrientes para los organismos biológicos que investigamos", dice.
“Lo que sucede en este momento es que, por efecto del hombre y de países como Estados Unidos y China, se emiten gases de tipo invernadero que provocan este calentamiento que actualmente sufre el planeta. Estamos en un período donde el cambio se ha acelerado y realmente es muy alarmante”, avisa Modenutti. “Sin duda son los gobiernos los que tienen que tomar las medidas más importantes a nivel global”, cierra la experta.
El Instituto Argentino de Nivoligía y Glaciares estudia lo que ocurre en Ventisquero Negro desde 2013. “Hoy en día es un glaciar muy grande en volumen. Tiene todavía mucha reserva de hielo. Pero también es uno de los que más masa está perdiendo”, dice Lucas Ruiz, glaciólogo del Conicet y miembro del IANIGLA.
“Los glaciares son muy sensibles al clima. Dependen del clima. El hielo, el agua, la nieve. Cuanto se derrite un glaciar tiene que ver con la temperatura. Cuánta nieve acumula un glaciar tiene que ver con las lluvias. Es así cómo va modificando su volumen. Uno puede explicar lo que está pasando con los glaciares del Monte Tronador a partir de lo que pasa con el clima en la zona. En los últimos diez años, la pérdida de masa aumentó por veranos muy calurosos. El último verano, de 2022/2023 fue de los más calurosos de la historia en la Patagonia”, revela.
Los científicos explican que para que haya un cambio en los glaciares, tiene que haber siempre un indicio climático. Un disparador. Si eso no pasa, el glaciar no avanza ni retrocede. Ruiz estudió el caso del Perito Moreno, en Santa Cruz. En 2015, el glaciar más famoso de la Argentina, empezó un período de pérdida de masa. “Producto de eso, varios años después el glaciar respondió generando un retroceso de casi 700 metros”, explica Ruiz.
Pero en el caso del Tronador, por las elevadas temperaturas, todo puede tornarse más dramático. Además de ser un sitio bellísimo, el Tronador es una de las montañas más altas de la región. Sus picos son una tentación para los andinistas. Es el lugar de la Patagonia Norte donde pueden encontrarse más cantidad de glaciares. La montaña condensa una superficie de 60 kilómetros de hielo, con glaciares de todo tipo en diferentes orientaciones. Sus nombres son célebres: Manso, Castaño Overo, Frías, Alerce, Ventisquero Negro.
“Ha estado sin cambios durante mucho tiempo -explica Ruiz-. Entre los años 1600 y 1850 tuvo lugar el último gran avance de los glaciares en el planeta. Es una era conocida como la pequeña edad de hielo. Desde entonces, el Ventisquero Negro prácticamente no acusó cambios. Donde está el mirador y paran los turistas, hasta el año 2000 se mantuvo igual. Pero a partir de ahí, todo comienza a cambiar”.
Ruiz enumera hitos. En 2005 se empieza a formar el lago. Primero fueron dos laguitos. Luego uno más grande. Cada vez más profundo. En junio de 2009 ocurre el gran alud, que modifica las condiciones de la zona. “Subió el nivel del lago y los témpanos fueron desplazados en avalancha hacia la embocadura del río. Diez millones de metros cúbicos. A los pocos días, el lago parecía como vacío. Pero el glaciar volvió a generar témpanos y en simultáneo aceleró el retroceso, creció la superficie del lago. Hoy el glaciar es mucho más chico. Está perdiendo masa”, dice Ruiz y advierte: “El peligro de que haya un nuevo aluvión es algo que hay que tener en cuenta. Las autoridades de Parques y los guías deben saber que esto puede volver a pasar”.
Mientras tanto, el turismo sigue. Los viajeros se contentan con el espejo de agua de 70 metros de profundidad atravesado por vientos todavía fríos. Toman fotografías ajenos al drama ambiental y regresan, muchos de ellos, sin advertir que la naturaleza se está modificando, peligrosamente, a pasos agigantados.  
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