Presentan trabajo sobre incendios en humedales

 

 

La biodiversidad perdida

Fecha de Publicación
: 04/01/2024
Fuente: Agencia TSS
Provincia/Región: Litoral Argentino


Al menos 46 especies de plantas y 39 de vertebrados resultaron afectadas por los incendios en los humedales del río Paraná, en la provincia de Santa Fe, durante 2020. Se estima que, en esa oportunidad, el suelo ardía en profundidades que oscilaron de hasta 12 centímetros, mientras que las alturas de las llamas se elevaron hasta más de cuatro metros metros, debido a la presencia de especies leñosas. Los datos surgen de un relevamiento desarrollado por una decena de investigadores de distintas disciplinas, del CONICET y de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), que fue recientemente publicado por la revista científica Oecologia Australis.
“Es el primer trabajo en la Argentina que describe y cuantifica a campo la mortalidad de flora y de fauna, y la afectación del suelo en humedales”, dice la investigadora Paola Peltzer, del Laboratorio de Ecotoxicología de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la UNL y del CONICET, que estudia el impacto de las actividades humanas en los humedales del Paraná desde hace más de dos décadas.
“Encontramos 85 especies afectadas a lo largo de los años, porque se multiplicaron los incendios y su repetitividad en los mismos sitios”, advierte Peltzer, y aclara que son tierras que no solo fueron quemadas en invierno para facilitar la ganadería, sino que los incendios también se intensificaron y reprodujeron en verano, debido al aumento de la temperatura y la gran sequía histórica que hubo en el río Paraná.
“Eso hizo que, al no estar adecuadas evolutivamente a tener fuego en sus ambientes, las especies de plantas no puieran rebrotar y las de animales no pudieran reproducirse”, afirma la especialista. Y agrega: “Si esto se hubiera extendido más en el tiempo, realmente hubiera sido una catástrofe y una declinación casi regional de estos humedales. Gracias a las inundaciones posteriores, el fuego se frenó pero quedó demostrado que los humedales ya no funcionan como barreras o como esponjas de grandes inundaciones, que es una de sus características y funciones”.
La recopilación de los datos fue a partir de “observación in situ”, que no es otra cosa que ir personalmente al territorio para poder medir la profundidad de la quema y enumerar las distintas especies de plantas y animales vertebrados que resultaron quemados, y en los casos en los que las condiciones no les permitían determinar el tipo de especie que estaban detectando, las registraron fotográficamente y las identificaron luego en el laboratorio.
“El trabajo de campo requiere un esfuerzo muy grande, muchas cosas se hacen realmente a pulmón, sumado a la impotencia de estar viendo animales quemados y no poder hacer nada”, dice Peltzer y destaca la dedicación de todo su equipo, que desde hace años se dedica a esta tarea para estudiar y tratar de proteger la biodiversidad de los humedales, no solo de la región del Paraná Medio, ya que también colaboraron como voluntarios en otras zonas afectadas por incendios, como en Corrientes.
“Es algo desolador y muy triste, volvíamos llorando e incluso con secuelas físicas, como broncoespasmos y ampollas en los pies”, recuerda la investigadora, y agrega que, además de ver animales quemados y plantas afectadas enteramente o árboles muertos en pie, también se encontraron con un suelo “que era prácticamente el de un desierto, no un humedal: había grietas de 10 a 15 centímetros de profundidad en los suelos, que habían roto la microbiota tan importante para esos lugares”, dice la especialista. También destaca la importancia de contar con ayuda de personas que habitan en esas regiones, que facilitaron el traslado con sus propias lanchas y canoas hasta los lugares afectados.
Para este trabajo, específicamente, los y las investigadoras de este equipo recorrieron 18 humedales (entre islas y tierras continentales) distribuidas a lo largo del denominado Paraná medio, que se expande desde la localidad santafesina de Los Zapallos hasta la entrerriana de Diamante, durante tres meses. En algunos sitios también hicieron un seguimiento en distintos momentos posteriores a los incendios, para evaluar las posibilidades de remediación de la biodiversidad en las zonas afectadas.
“Nos encontramos con la no regeneración y la no restauración pasiva de la flora y de la fauna, es decir, que no había posibilidades de que la fauna y la flora pudieran volver al estado anterior sin la ayuda del hombre”, advierte Peltzer, y explica que los humedales no tienen como perturbación natural al fuego, como sí la tienen otros ecosistemas pampeanos, lo que hace que se genere lo que se conoce como “muerte ecológica”. En las plantas, esto implica que, si bien los ejemplares no mueren, se ven afectados de manera tal quedan expuestos a enfermedades e infecciones y no pueden producir flores, por ejemplo, lo que impide que se produzca la polinización y den frutos para reproducirse. En el caso de los animales ocurre algo similar, ya que no pueden regresar o algunas de sus tres funciones vitales, que son alimentarse, reproducirse y encontrar sitio de refugio, resulta alterada.
Para analizar los impactos de los incendios ocurridos durante 2020, los investigadores también determinaron, con información satelital, lo que se conoce como índice de quemado diferenciado normalizado (dNBR) y el índice de vegetación diferenciada normalizada (NDVI), antes y después del incendio. En el caso del dNBR, registró un valor moderado de quemas de 17,64%, que se elevó a un 52,94% de quemaduras de alta gravedad. En cuanto a los valores de NDVI, disminuyeron a la mitad en comparación con los valores registrado en las imágenes de control, inmediatamente después del incendio, y mostraron una posterior revegetación baja a mediano plazo, de tres a cuatro meses. “No nos podíamos quedar solo con lo que vimos en el terreno, también quisimos complementarlo con la información satelital disponible, para comprender mejor cómo impacta el fuego en estos territorios”, dice Peltzer.
La investigación busca comprender el impacto del fuego en la biodiversidad de los humedales y a pensar en modos más efectivos para remediarlos y protegerlos, ya que estos cumplen funciones esenciales contra el cambio y la crisis climática, que generan eventos extremos como los tornados y las fuertes tormentas que se vivieron recientemente en la provincia de Buenos Aires.
“Se espera cierto tiempo para que la naturaleza se recupere sola y evaluar si se debe intervenir o no, a corto, mediano o largo plazo. En general, se espera que con las primeras lluvias primaverales se produzca una regeneración de las plantas herbáceas, por ejemplo, y que eso lleve a que, por sucesión ecológica, vuelvan los animales, se creen microambientes, microclimas y se permita también las sucesión ecológica en cuanto a arbustos y especies arbóreas”, agrega Peltzer, pero advierte que ]”eso no se dio”.
Todo esto evidencia la relevancia de contar con políticas y regulaciones que ayuden a proteger estos ambientes y la biodiversidad contenida en ellos. “Necesitamos más de 60 años para recuperar un ambiente quemado. Si se deroga la Ley de Manejo de Fuego, como intenta el actual Gobierno, se da pie a que se pueda quemar cualquier tipo de tierra y de ecosistema, y permite hacer un uso posterior del suelo quemado, independientemente de si es o no un área natural protegida”, cuestiona la investigadora. Esto último es lo que se conoce como “ley de irreductibilidad”, a lo que también hay que sumarle los riesgos de derogar la Ley de Presupuestos Mínimos, que le quitaría los subsidios a los bomberos nacionales para que puedan actuar frente a los incendios en los diversos ecosistemas del país.
“Es terrible, se está condenando a que perdamos no solamente las tierras, sino también la biodiversidad. No sé si se logra ver lo que eso implica en términos de flora y de fauna, pero realmente asusta”, concluye la investigadora.
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