Conocé la fauna que sobrevive al riachuelo



Fauna del Riachuelo: tortugas, roedores y aves sobreviven pese a la contaminación

Fecha de Publicación
: 02/11/2016
Fuente: Clarín
Provincia/Región: Riachuelo


Aunque casi no hay oxígeno en el agua, hay especies que viven en las costas o sobre las barreras de contención para basura. Pese a los intentos, el saneamiento aún está lejos.
La vida se aferra a la vida. Es la única conclusión certera a la que hasta ahora llegaron los científicos ante la ausencia de datos que expliquen cómo en la Cuenca Matanza-Riachuelo, cuya contaminación es extrema, sobreviven comunidades de tortugas marinas, coipos, garzas y variedades de aves autóctonas.
En Caminito, justo frente a Proa, los chicos de un colegio corren eufóricos hacia el muelle para avistar el fenómeno: mimetizas con el color gris amarronado de las aguas, entre 10 a 15 tortugas acuáticas se asolean plácidas sobre palos entre algunos residuos que lleva y trae la marea.
 “Las tortugas son fósiles vivientes, animales que han soportado de todo, desde radiación hasta contaminantes. Respiran aire atmosférico como los humanos; por eso no es problema si hay poco o nulo oxígeno en el agua. El bajo metabolismo de los reptiles hace que determinados tóxicos no infieran tanto como en los mamíferos”, explica Gabriel Giacobone, zoólogo y gerente de Biodiversidad Urbana del Gobierno de la Ciudad. Y agrega: “La gente no lo nota pero hay mucha tortuga autóctona en toda la costanera del sur, comúnmente llamada tortuga de laguna. Son carnívoras, específicamente piscívoras, aunque peces no hay”.
En la cuenca viven seis millones de personas, más de medio millón en villas de emergencias y la mitad no tiene cloacas. Estos residuos, sumados a los vertidos industriales, son altamente contaminantes y anulan la capacidad del agua de albergar oxigeno y vida. Porque pese a los esfuerzos de saneamiento, el Riachuelo sigue críticamente contaminado. Entonces, ¿cómo es posible que sobrevivan algunas especies de fauna autóctonas?
En 2008 la medición de oxígeno en el agua indicaba entre 0 y 1 mg; y hoy, ocho años después, se mantiene igual. Se estima que son necesarios al menos 2 mg de oxígeno por litro para que existan peces. El objetivo de un río bien saneado es de 5 mg oxígeno por litro, y lo ideal sería de 7 mg, dicen los ambientalistas. Sin embargo, la realidad indica que a Inglaterra le tomó 50 años sanear el Támesis y la inversión fue multimillonaria.
Las lanchas que el Gobierno de la Ciudad dispone para limpieza y supervisión de tareas esperan para emprender el recorrido y el avistamiento de fauna por el curso de agua. Javier María García Elorrio, responsable de la limpieza de los márgenes, advierte a esta cronista: “La navegación deportiva, recreativa y comercial está prohibida a excepción de la de Prefectura, la ACUMAR y nosotros, que realizamos tareas específicas”.
El paisaje difiere drásticamente de aquellos cuadros pintados por Quinquela Martín. Barcos, grandes y pequeños, incluso los 26 que se encontraban hundidos, han sido removidos. La proa de la lancha se abre paso en un agua que, de tan espesa, se asemeja a una pátina homogénea de aceite. Y, a manera de perfecto espejo, refleja y “denuncia” todos sus actores contaminantes: villas, vertidos químicos y cloacales, fábricas, curtiembres y mataderos.
No hay basura flotando en la superficie. Ahora está contenida en brazos flotantes naranjas dispuestos a ambos márgenes del río para su posterior recolección. Arriba de las lomadas verdes que encauzan al río –antes tapadas por microbasurales– se ven los caminos de sirga íntegramente parquizados que el Gobierno recuperó de los espacios públicos tomados por las villas y hasta de algunas empresas.
Desde la lancha se observa que las villas crecieron en altura y que se duplicaron las casas de tres pisos. “Hemos ganado la batalla a los microbasurales, la más difícil era la generada por los asentamientos. Después de limpiar tozudamente durante años, en 2013 comenzamos a ver los resultados”, dice Elorrio, y agrega: “Aunque cada tanto encontramos dispersión de basura sobre una parcela, y al retirarla nos dicen están haciendo piso para que se instale alguien más. Es el código que utilizan para hacerse de un espacio en la villa.
Las garzas se muestran paradas sobre las mangueras de contención de basura. Al continuar con el recorrido se ve una pequeña hilera de ombúes aún petisos que en 2012 –antes de morir– plantó el artista plástico Nicolás García Uriburu.  Al doblar la curva están los coipos con sus pelos y sus colas largas, sobre una planchada de madera, retozando un lunes al sol.
 “Ahora los científicos del Conicet están haciendo estudios de ingesta a la fauna porque en el arroyo Cildáñes, por ejemplo, que es la porción de agua más contaminada, se ven tortugas enormes. En una soleada, hasta 20 o 30”, enfatiza. “A los animales les dan algo para que regurgiten y de esa manera, que es muy poco invasiva e indolora, analizan el contenido estomacal para estudiar qué comen”. Pero del agua que beben  nadie dice nada porque la ciencia todavía no puede explicar su supervivencia.

Gases tóxicos y las causas del mal olor
¿Por qué huele mal el Riachuelo? Según los especialistas, es por la descomposición anaeróbica de la materia orgánica, que se encuentran en exceso y las bacterias que lo descomponen consumen todo el oxígeno. El gas que se huele es el ácido sulfhídrico. En cambio el metano, pese a su alto nivel tóxico, no tiene olor desagradable. Se advierte en burbujeantes manchones negros. “Los fondos de los ríos tienen material orgánico que se descompone por medio de bacterias y hongos que generan gases. El exceso de carga orgánica no permite el oxígeno. Entonces, a las bacterias que descomponen la materia orgánica se la llaman bacterias anaeróbicas”, explica Giacobone. El problema es que cada molécula de gas metano es 27 veces más dañina que una molécula de dióxido de carbono.
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