El cambio climático en la Patagonia

Desafíos que plantea el cambio climático en la Patagonia

Fecha de Publicación
: 12/05/2013
Fuente: Río Negro On Line
Provincia/Región: Patagonia


El cambio climático es uno de los mayores problemas ambientales que enfrenta la región patagónica: sus efectos implican modificaciones de los regímenes climáticos respecto de los parámetros históricos. Algunas de sus consecuencias, por ejemplo, se traducen en alteraciones en la estacionalidad y la cantidad anual de precipitaciones y el incremento de eventos climáticos extremos (olas de calor, olas de frío, sequías, inundaciones).
Estos cambios que nosotros somos capaces de registrar no pasan desapercibidos para otros seres vivos. En los bosques, la ocurrencia de este tipo de eventos afecta directamente las tasas de regeneración y supervivencia de las plantas, lo cual puede generar eventos de mortalidad extraordinarios y notables. Recordemos que los árboles son organismos comúnmente muy longevos, incapaces de desplazarse hacia sitios mejores en el corto plazo. Esto resalta la importancia de conocer en detalle las consecuencias del cambio climático, considerando no solamente el efecto sobre las distintas especies sino también sobre las complejas interacciones entre el clima, las plantas y organismos asociados. De esta manera podremos lograr una mejor comprensión de los mecanismos que intervienen, evaluar sus implicancias y, por qué no, pensar cómo mitigarlos.

Efecto del clima sobre los bosques
La acción de distintos factores ambientales que actúan durante un período largo sobre los árboles puede generar condiciones de estrés fisiológico, lo cual puede conducir a la muerte del individuo o bien a un aumento en su susceptibilidad ante agentes nocivos como insectos y hongos, entre otros. En el caso de los árboles de los bosques de la Patagonia, es reconocido que la falta de agua, el exceso de luz, las altas temperaturas estivales y las bajas temperaturas invernales son ejemplos de factores estresantes clave que determinan la condición fisiológica de las plantas.
Así, en las últimas décadas se han registrado varios eventos de mortalidad de árboles en bosques nativos como el ciprés de la cordillera (Austrocedrus chilensis, figura 1) o el coihue (Nothofagus dombeyi, figura 2). La mortalidad en estos bosques es un proceso que ocurre a grandes escalas espaciales y temporales y que va desde la muerte de un individuo hasta la ocurrencia de eventos masivos de mortalidad, sabiéndose el efecto que las variaciones temporales en el clima (principalmente sequías) tienen en la producción de este tipo de episodios.
En nuestra región, períodos con elevada temperatura y falta de agua (por ejemplo en los años 1912-13, 1942-43 y 1956-57) han generado episodios de mortalidad masiva en individuos de ciprés de la cordillera. Adicionalmente, la regeneración por vías naturales de esta especie se ve seriamente limitada por el estrés ambiental, principalmente por la humedad en suelo.
Cabe destacar que, si bien algunos episodios de mortalidad de cipreses de la cordillera son el resultado de la ocurrencia de un único verano extremo, por lo general los eventos suceden luego de condiciones adversas persistentes por dos años.
La información recabada hasta el momento por distintas entidades de ciencia y técnica de la región indica que la mortalidad presentó una amplia propagación dentro del Parque Nacional Nahuel Huapi aunque se halló dispersa entre áreas de bosque sin síntomas. Los parches de árboles muertos variaron entre 1,5 y 33 hectáreas. Estudios realizados por La Manna y colaboradores (2008), llevados a cabo en parcelas de la provincia del Chubut, señalan que la superficie de bosque afectada por el mal del ciprés representa un cuarto del área total de bosque evaluada, demarcando la importancia de este fenómeno a nivel de escala predial.
Otra especie forestal nativa que ha experimentado mortalidad como consecuencia de la ocurrencia de eventos climáticos estresantes para el crecimiento ha sido el coihue (figura 2). Si bien se ha encontrado que esta especie, que habita lugares más húmedos que el ciprés de la cordillera, ha presentado mortalidad en los mismos años secos que la última especie, el evento más importante sucedió en 1998. Durante el verano de 1998-99 en el norte de la Patagonia se produjo una sequía de gran magnitud (figura 3) que provocó la mortalidad de numerosos individuos de coihue, siendo éste el mayor episodio de mortalidad masiva inducida por un evento climático extremo puntual que se ha registrado en la Patagonia.
Como consecuencia de este evento puntual no sólo tuvo lugar una mortalidad forestal que se evidenció a gran escala sino un decaimiento en el crecimiento de muchos árboles, además de modificaciones sustanciales en el ambiente de las zonas afectadas. Las zonas más afectadas son los alrededores de los lagos Moreno, Gutiérrez, Mascardi, Guillelmo, Steffen y Martin, así como la Isla Victoria, península San Pedro, península Llao Llao y costa del brazo Huemul en la zona del lago Nahuel Huapi (figura 4). Estas áreas presentaron un grado de afectación que superó el 25% de las copas de los árboles y sumaron unas 11.300 hectáreas (9,5% de la superficie con bosques de coihue del Parque Nacional), correspondiendo más de la mitad a bosques mixtos de coihue y ciprés, con 6.052 hectáreas. Debe señalarse que, en general, los cipreses acompañantes no presentaron signos evidentes de afectación (Bran et al., 2001).
Adicionalmente, en la región noroeste de la Patagonia las plantaciones con coníferas exóticas de rápido crecimiento, pino Ponderosa (Pinus ponderosa) y en menor medida pino Oregon (Pseudotsuga menziesii), constituyen un sistema productivo de importancia. Considerando los antecedentes de respuesta de ambas especies ante eventos de sequía extrema se ha reportado a nivel cualitativo la muerte de individuos adultos de pino Oregon durante la sequía de 1998-1999 y posteriores, concordantes con lo ocurrido en plantaciones de esta especie en otros lugares del mundo en la ola de calor del 2003. En el caso del pino Ponderosa, ha comenzado a reportarse la muerte de plantines y adultos ante condiciones de estrés hídrico en el período actual de sequía, que comenzó en la temporada 2006-2007 y se extendió hasta la temporada 2008-2009 y posteriores (figura 5).

Incidencia del clima en el impacto de las plagas forestales
Uno de los escenarios plausibles generados por los efectos del cambio climático es la alteración de los patrones de distribución e impacto de los insectos plagas forestales tanto de especies nativas como exóticas de árboles. Un ejemplo en la región patagónica es la avispa barrenadora (Sirex noctilio, figura 6). Esta especie es un insecto invasor que en las últimas décadas se ha establecido y producido importantes pérdidas en la productividad de las plantaciones de la región, algunas de las cuales alcanzan niveles de mortalidad superiores al 70% en los rodales.
Para especies de insectos como S. noctilio, que capitalizan el estrés de sus hospedadores (los pinos), los eventos climáticos extremos generan escenarios ambientales donde es esperable una mayor magnitud y frecuencia de estallidos poblacionales severos. En vista de las implicancias de los eventos climáticos sobre el impacto de las plagas en las plantaciones, existen técnicas de manejo que permiten mitigar sus efectos en el corto y mediano plazos. Para el caso de S. noctilio, la implementación de prácticas silviculturales (de manejo) tendientes a reducir los efectos de los factores estresantes sobre los árboles es fundamental para sostener el vigor del cultivo y minimizar el riesgo de estallidos poblacionales severos. El raleo, por ejemplo, promueve mediante la liberación de la competencia un incremento del vigor fisiológico y reduce la susceptibilidad de los árboles de ser atacados.

El escenario climático a futuro: los desafíos
Las proyecciones climáticas para la región patagónica indican para los próximos años incrementos en la temperatura media anual y en la frecuencia de eventos extremos. Este escenario propone desafíos tanto para el sector productivo como para los organismos de investigación vinculados con la temática. Por un lado, es importante resaltar la necesidad de implementar acciones de manejo de los bosques que promuevan incrementos en el vigor de los árboles en el corto plazo (podas, raleos, etcétera). De este modo, la conducción de plantaciones vigorosas permitirá no sólo afrontar los efectos negativos locales y regionales sino, además, el mantenimiento de las masas forestales nativas y exóticas y el desarrollo de la actividad forestal productiva de modo sustentable en el tiempo.
Por otro lado, las interacciones dinámicas entre el clima y los bosques plantean una constante necesidad de evaluaciones y la generación de conocimientos básicos y aplicados que permitan una mejor compresión de la situación y sus pronósticos y el desarrollo de estrategias de mitigación acordes. En parte el conocimiento existente sobre el manejo de plantaciones es un buen punto de partida y sirve ampliamente para mitigar los efectos antes mencionados, conocimiento que debe ser aplicado. Adicionalmente, el conocer la respuesta ante eventos extremos (por ejemplo, sequía o heladas) de las especies actualmente utilizadas en plantaciones, así como de nuevas especies, es de suma importancia.

¿Qué hace el INTA en este sentido?
Desde el Área Forestal del INTA EEA Bariloche se trabaja en la evaluación de la respuesta frente al cambio climático de especies nativas (ciprés, roble pellín, raulí, ñire) y exóticas (pino Ponderosa, pino Oregon) de interés productivo tanto en aspectos relacionados con la producción y la silvicultura de implantación como con el manejo en plantaciones adultas para una optimización del recurso. Dentro del grupo de Ecología Forestal se ha estudiado desde diversos enfoques la respuesta de los árboles a factores climáticos de estrés como la respuesta a distintos grados de sequía, temperatura y exposición lumínica, así como la sensibilidad y la capacidad de recuperación frente a estos efectos y el uso óptimo de plantaciones exóticas en sistemas agroforestales como el establecimiento de sistemas silvopastoriles que permiten mantener un buen estado sanitario de los bosques y a su vez el uso de los mismos para la producción forrajera y su uso ganadero.
Desde el grupo de Ecología de Insectos del Área Forestal parte de las investigaciones que se están realizando se focaliza en la interacción entre S. noctilio y los bio-controladores, especialmente parasitoides. Adicionalmente desde ambos grupos se mantiene actualizada la información disponible sobre distintas temáticas (http://bariloche.inta.gov.ar/?page_id=662).
Un punto a destacar en este contexto de cambio global es la importancia de la articulación entre las distintas entidades de ciencia y técnica, tomadores de decisiones y actores del sector productivo en función de poder cubrir la mayor gama de estudios tendientes a reducir el efecto negativo de estos cambios. Esta visión de articulación interinstitucional es la que se vislumbra para la nueva cartera de proyectos del INTA.
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