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Gualeguaychú amplía el reclamo

Gualeguaychú amplía el reclamo

Fecha de Publicación: 23/04/2008
Fuente: NoticiasNet
Provincia/Región: Nacional


Buenos Aires. La Asamblea Ciudadana de Gualeguaychú sumará al reclamo contra la pastera finlandesa Botnia los problemas de riesgo ambiental en todo el país, en el marco de la marcha que se realizará el próximo domingo 27 al puente General San Martín y que tendrá como lema ‘Todos por la Vida‘.
Así lo adelantó ayer el asambleísta Daniel Pérez Molemberg, quien precisó que ‘si bien el eje central de la marcha del 27 será la protesta contra Botnia, el reclamo será más amplio en solidaridad con otras regiones del país que también piden soluciones a sus problemas medioambientales y que no tienen el micrófono que tiene la Asamblea de Gualeguaychú‘.
El asambleísta citó como ejemplos de estos reclamos ‘el saneamiento en forma rápida para el Riachuelo y la derogación de la ley minera‘, y dijo que ‘están invitadas a participar todas las asambleas ciudadanas del país que tengan pedidos concretos respecto a protección del medio ambiente‘.
Incluso estarán representados en la marcha los ciudadanos uruguayos que también se oponen a la presencia de Botnia y otras pasteras en suelo oriental por considerar que contaminan su medio ambiente.
‘Uruguay merece otra cosa‘, dijo Pérez Molemberg, al tiempo que invitó a que en la marcha del 27 se lleven ‘banderas argentinas y uruguayas‘ como símbolo de la hermandad entre los dos países en el reclamo en contra de Botnia y a favor de la vida.
La marcha es utilizada por los asambleístas para rechazar el emprendimiento de Botnia, por considerar que contamina el río Uruguay.

Guardaparques se capacitaron en ornitología

Guardaparques se capacitaron en ornitología

Fecha de Publicación: 26/03/2008
Fuente: Linea Capital
Provincia/Región: Misiones


Posadas (Prensa del MERNRyT). El guardaparque Claudio José Maders y el guardafauna Federico Javier Castía, del Ministerio de Ecología, Recursos Naturales Renovables y Turismo de Misiones, participaron de la décimo segunda Reunión Argentina de Ornitología que se realizó en San Martín de los Andes, Neuquén, donde expusieron sus trabajos: uno sobre el bailarín castaño (Piprites pileata), un ave en peligro de extinción del que no había registro desde hace 50 años y otro, sobre las aves de los conjuntos jesuíticos de Anta Ana, Santa María la Mayor y de Mártires del Japón.
Tanto Maders como Castía destacaron la importancia de este tipo de encuentro, donde tienen acceso a las novedades y a los estudios de los más prestigiosos ornitólogos del país. La Asociación Ornitológica del Plata, Conservación Patagónica y la Universidad Nacional del Comahue, entre otras entidades, organizaron esta reunión que convocó a más de 560 científicos y observadores de aves.
"Estas reuniones convocan a todos los que trabajamos con las aves, en el ámbito ornitológico, para publicar las investigaciones que hay, conectarnos y acceder a las novedades en este campo. Nosotros expusimos dos posters, cada uno con su tema", explicaron.
Maders habló sobre el bailarín castaño, un ave amenazada de la que no había registro desde 1959 y que se volvió a avistar hace dos años en el Parque Provincial Caá Yarí. El guardaparque explicó que hace dos años encontraron la especie "y comenzamos a estudiar su territorio, la abundancia, para conocer la cantidad que queda n, la ecología, la biología y su alimentación; tuvimos la suerte de encontrar un nido, que es un avance para la ciencia porque no habían nidos descritos para la ciencia hasta ahora. Esa información está volcada en un posters que presenté y defendí en Neuquén", dijo, sobre el trabajo que realizó junto a Gastón Di Santo y los investigadores de Fundación Félix de Azara, Néstor Fariña, Alejandro Bodrati y Kristina Cockle.
Castía, en tanto, presentó las aves de los conjuntos jesuíticos de Anta Ana, Santa María la Mayor y Mártires del Japón, un trabajo que había iniciado Luis Pradier y al que se sumó desde la Dirección de Biodiversidad, para comenzar a trabajar en conjunto. El relevamiento, explicó el guardafauna, se llevó a cabo en las tres reducciones: "fue un trabajo de abundancia y distribución, un relevamiento de aves para ver si hay especies vulnerables o amenazadas", resumió.
Ambos representantes de la Subsecretaria de Ecología y Desarrollo Sustentable del Ministerio de Ecología coincidieron en destacar la cantidad de asistentes y el interés que despertaron los trabajos de Misiones, que fue acompañado por la promoción de los atractivos turísticos de Misiones, ya que llevaron folletos y armaron una mesa de promoción turística.
"Fue una experiencia interesante y lo más importante es el intercambio de conocimiento, porque hay gente de mucho renombre. Se ven realidades distintas, que te amplían la visión, porque en un Parque hacemos un trabajo cerrado, viendo siempre a las mismas especies y por ahí se ven otros trabajos que son importantes, con otras problemáticas y otros abordajes" en la búsqueda de soluciones, explicaron.
La décimo segunda Reunión Argentina de Ornitología tuvo lugar del 5 al 8 de marzo de 2008, en San Martín de los Andes, provincia de Neuquén.

Una guardia ecológica

Una guardia ecológica multa a los que dañan el medio ambiente

Fecha de Publicación: 24/03/2008
Fuente: Clarín
Provincia/Región: Buenos Aires


Es la primera patrulla civil del conurbano con funciones de relevamiento y poder punitivo para los que dañan árboles o descuidan sus terrenos. Opera en los 15 km cuadrados de Parque Leloir y Villa Udaondo.
La mano del hombre permitió que hace un siglo creciera allí uno de los espacios verdes más impactantes de todo el conurbano bonaerense. Fue cuando el paisajista francés Carlos Thays forestó con unas 400 mil especies lo que hoy es Parque Leloir y Villa Udaondo. Claro que en los últimos años, la mano del hombre -esta vez asociada con la indolencia- también hizo que ese bosque perdiera buena parte de su espesura. Con el objetivo de conservar este lugar natural privilegiado es que el Municipio de Ituzaingó y grupos de vecinos preocupados por el cuidado del medio ambiente crearon una patrulla civil que se encarga de proteger los 15 kilómetros cuadrados poblados de eucaliptos, palmeras, plátanos, pinos y robles.
La idea surgió una vez que en agosto del año pasado el Concejo Deliberante declaró a esa zona como área ecológicamente protegida. Parque Leloir Asociación Civil (PLAC), una entidad que tiene casi 40 años de existencia, y la Asociación Civil Parque Sumampa, le llevaron el proyecto al Intendente Alberto Descalzo. "Que se haya votado esa nueva norma fue gratificante porque nos motivó a avanzar en el cuidado de este lugar que para nosotros es único: un rincón a todo verde que contrasta con la mayoría gris del paisaje urbano", cuenta Andrea Rodríguez, secretaria de la Asociación Parque Sumampa.
Fue así que el jefe comunal dio instrucciones a su Gabinete para crear la patrulla. "De alguna manera logramos lo que veníamos buscando: integrar a los vecinos con la Comuna para trabajar en forma conjunta las políticas públicas que necesitamos para el bienestar de todos", sostiene Descalzo.
La patrulla, que depende del área de Control Ambiental Municipal, realiza esta ronda ecológica de lunes a sábado de 8 a 17, con una guardia en días domingo y feriados. Además de hacer relevamientos forestales tiene la misión de detectar y denunciar irregularidades ambientales. Así, se le otorgó poder punitivo para multar a los que dañan árboles, tiran residuos o descuidan sus terrenos (ver Las funciones asignadas).
Sus integrantes son jóvenes estudiantes de Agronomía e Ingeniería Forestal a punto de recibirse (ver Recuadro...). Estudian en la Universidad de Morón.
Clarín se sube a la patrulla con un grupo de ellos: Diego Berón (26 años), Ariel Splenser (27) y Santiago Vernetti (26). En plena recorrida, desde la Dirección de Ecología avisan: "Vayan hasta De la Zamba y De la Vidalita. Llamaron para denunciar que un vecino está arrojando aguas servidas a la calle". Efectivamente, cuando el móvil se aproxima al lugar, en Udaondo, el propietario de la casa donde se produjo el hecho se mete rápido adentro. Le tocan el timbre tres veces y no atiende. Mientras tanto, uno de los guardias saca fotos. "Documentamos la infracción y la derivamos al Tribunal de Faltas, que decidirá qué tipo de multa se le aplica", explica. Después de esperar ocho minutos sin obtener respuesta, le dejan en la puerta una copia del acta labrada y se marchan.
Un rato después, por Parque Leloir, cinco adolescentes intentan arrancar la rama de una lambertiana. Cuando advierten la presencia de la camioneta dejan de maltratar a esta variedad de pino. No se escapan y escuchan, de mala gana, el reproche de Vernetti. Le dicen que vienen del campo de deportes de un colegio de Morón. Una rama queda un poco tumbada. La patrulla los deja ir aunque les advierte que enviarán una nota al colegio donde estudian, el Santa María.
En otros lugares, a los vecinos les llama la atención ver a estos jóvenes uniformados con remera color verde botella y pantalón al tono. Incluso les preguntan qué tarea realizan. "No sabía que vienen a cuidar los árboles y el medio ambiente. Me parece bien, porque su presencia también puede servir para espantar a alguno que venga por acá con ganas de robar", le dice Silvina Castro al cronista.
Además de la credencial que los identifica como guardias de la patrulla, estos jóvenes están provistos de una cámara de fotos y teléfono celular para contactarse rápidamente, de ser necesario, con Policía, Bomberos, Defensa Civil y distintas áreas de la Comuna cuya presencia sea necesaria por alguna irregularidad observada.
El lema del Municipio de Ituzaingó es "un lugar para vivir". Abstenerse, entonces, los que maltratan a golpes a un árbol; los que no limpian sus terrenos y permiten que las malezas se adueñen del lugar; los desaprensivos que arrojan a las calles cualquier tipo de material dañoso para la naturaleza.

La humanidad se comporta como una plaga

"La humanidad se comporta como una plaga de langostas"

Fecha de Publicación: 18/03/2008
Fuente: Clarín - Por: Alejandra Rodríguez Ballester
Provincia/Región: Nacional


En su último libro se plantea cómo se recuperaría el planeta si se murieran todos los humanos. Y dice que es urgente bajar la cantidad de población.
Su planteo es más radical que el de la película Soy leyenda basada en la novela de ciencia ficción de Richard Matheson, que imagina las peripecias del último ser humano vivo en la tierra. Alan Weisman partió de una pregunta más drástica. ¿Cómo sería el mundo si la humanidad se extinguiera ya mismo, de manera absoluta? El resultado, su libro Un mundo sin nosotros, trepó de manera acelerada en la lista de best sellers en los Estados Unidos el año pasado y ya se tradujo a treinta idiomas.
¿Cuánto durarían, sin el hombre, las ciudades, los puentes, los rascacielos? ¿Volverían los grandes animales prehistóricos, como el mamut o el tigre dientes de sable, a poblar la tierra? ¿Se recuperaría la naturaleza al desaparecer su mayor depredador? Weisman combina escenarios futuros e interrogantes sobre la evolución humana, entrevistas con científicos capaces de recomendar que se almacene el conocimiento en los polos ante la inminente extinción del hombre y viajes a sitios recónditos que son como laboratorios de anticipación.
De paso por Buenos Aires para presentar su libro, Weisman confiesa que se hizo adicto a la yerba mientras grababa documentales en Misiones y asegura que fue el mate lo que logró mantenerlo despierto mientras escribía.

-Su libro mira a un posible futuro. ¿Estamos cerca de que desaparezca el ser humano?
-Mi escenario es el menos posible. Hay una posibilidad real pero remota de que desaparezcamos la semana próxima. Es tan preocupante lo que está pasando con la ecología que la gente no quiere leerlo. Yo los mato a todos de repente y así acabo con el temor. Pero por la magia de la literatura pueden ver algo de cómo va a ser el futuro.

-¿Cómo se le ocurrió dar vuelta la tradicional pregunta por el medio ambiente?
-La idea surgió de un artículo mío sobre Chernobyl, cinco años después del desastre, donde narraba cómo la naturaleza avanzaba sobre las casas abandonadas, incluso en una zona tan contaminada. La naturaleza puede volver, en el libro quise dejar la imagen de una naturaleza restaurada.

-¿Al desaparecer la humanidad el mundo volvería a ser como en la época prehistórica?
-Sería parecido y distinto, porque ya hemos extinguido algunas especies cuyos genes no van a volver. Pero ha habido varias extinciones en la historia. Hace 250 millones de años se acabó el 95% de las especies del mundo. Hubo una erupción volcánica que duró un millón de años y un asteroide chocó con lo que hoy es la Antártida. Sin embargo, nuevas especies ocuparon los nichos que dejaron libres las antiguas, y llegamos hasta los dinosaurios.

-Usted plantea soluciones drásticas al problema de la destrucción del medio ambiente. Recomienda la política de "un solo hijo" como los chinos. ¿No es polémica su propuesta?
-No. Evito poner soluciones y sugerencias en todo el libro, excepto al final. Enfrento al lector con hecho tras hecho, dejo que saque sus conclusiones. Al final doy un hecho más: que cada cuatro días hay un millón más de personas en la tierra. Y expongo este tema del control de población, que tuve que restringir por cuestiones políticas, por reparos de izquierda y de derecha. La derecha ataca el control de población por razones vinculadas al aborto y la religión. La izquierda, porque los países pobres opinaban que los países ricos trataban de controlarlos a través del control de la natalidad. Estados Unidos hizo muchos experimentos en Puerto Rico, esterilizando a las mujeres, experimentando con medicamentos.

-Entonces está de acuerdo en que es polémica su propuesta.
-Sí, pero esto que comento no está en el libro. Me he entrevistado con cantidades de ecólogos, que saben que en la historia de la biología, cada vez que una especie crece más allá de los recursos de los que depende, cae su población.

-¿Es correcto pensar que la especie humana se comporta como una plaga?
-Posiblemente. Tomemos el ejemplo de una plaga de langostas: llegan a una zona agrícola, acaban con toda la comida y luego se mueren de hambre. Esa es la situación. Tuvimos la sensación, en el siglo XX, de que habíamos superado ese problema, pero lo postergamos. La medicina después de Pasteur hizo sobrevivir gran cantidad de gente. En segundo lugar, supimos cómo cultivar más y se pensó que esto acabaría con el hambre. Pero nuestra población se duplicó y se volvió a duplicar. ¿Cómo expandimos nuestra alimentación? Acabando con el medio ambiente, acabando con los bosques, para sembrar. Funcionó, pero terminamos con el habitat que necesitan muchos animales de los que dependemos. Y hemos forzado la tierra químicamente. Estamos llegando hasta el límite.

-¿Hay una salida?
-Siempre encuentro gente imaginativa, gente creativa que no quiere dejar que muramos todos. Si todos intentaran, como intentaron los chinos, tener un hijo por familia volveríamos en un siglo a la población del siglo XIX. Eso dejaría espacio para otras especies. Y va a pasar porque o nos controlamos nosotros o la naturaleza nos va a controlar de manera terrible.

El medio ambiente no le importa a nadie

El medio ambiente no le importa a nadie

Fecha de Publicación: 15/03/2008
Fuente: Página/12
Provincia/Región: Nacional


En estos días, Buenos Aires es sede de una reunión mundial sobre Cambio Climático, un tema en el que la humanidad sabe que se corre un serio peligro lindante con el suicidio (las consecuencias del calentamiento global son crueles e inevitables), pero no consigue soluciones.
De esa paradoja trata esta nota, en la que Sergio Federovisky, biólogo y especialista en cuestiones ambientales, elabora una hipótesis polémica de por qué en el medio ambiente sólo hay problemas y nunca soluciones.
“El 75 por ciento de la superficie argentina sufre algún tipo de erosión. La cuarta parte de nuestro territorio está considerada como desierto o sufre la amenaza de serlo en no mucho tiempo más. Unas 160 mil hectáreas se pierden anualmente a causa de la erosión hídrica y unas 560 mil por erosión eólica, al haberse destruido las barreras naturales que las protegían y al avanzar sin prácticas controladas la agricultura y la ganadería. Sólo en 1980 fueron desmontadas 1.202.000 hectáreas de las que se replantaron apenas 78 mil. Ese mismo año fueron taladas 47.102.000 hectáreas de bosques, habiéndose ocupado sólo 4.713.000 con nuevas plantaciones. Durante las inundaciones de 1982/83, 4.200.000 hectáreas estuvieron más de cinco meses bajo el agua, perdiéndose casi irreversiblemente su capa de humus; lo mismo ocurre hoy en la provincia de Buenos Aires, en las márgenes de la cuenca del Salado. Las dos cuencas hídricas que circundan la Capital Federal (Matanza-Riachuelo y Reconquista) están biológicamente muertas. La costa del Río de la Plata, que abastece de agua a más de 5 millones de personas, está inutilizada por una contaminación que podría revertirse. Cerca de cien especies de animales y vegetales valiosísimas están extinguidas o a punto de estarlo, incrementando la erosión genética. El objetivo no es hacer un inventario de tragedias sino sólo hacer una reseña de los más graves problemas ecológicos de la Argentina y analizar qué papel juega objetivamente la ecología para resolverlos o aportar a su solución.”
La cita anterior fue copiada de una nota que escribí en la extinta –y recordada– revista El Periodista de Buenos Aires en enero de 1987: va a cumplir la mayoría de edad. Todos y cada uno de los ejemplos y datos citados sólo pueden verse empeorados si se los compara con los actuales. Sería aburrido hilvanar aquí los datos actuales, aunque el ejercicio teórico es útil: basta con agregar de un tanto por ciento de agravamiento en cada caso (mayor cantidad de hectáreas taladas, mayor porcentaje de tierras áridas, o peor situación de los ríos urbanos) y se llega a una descripción bastante exacta de la situación actual del medio ambiente en la Argentina.
Al releer aquella cita y comparar con la situación actual me retumbó una idea que hace años me horada el pensamiento positivo: el medio ambiente no le importa a nadie. Voy a explicarlo.
Como toda hipótesis, tiene diversas aristas –o sub-hipótesis– que hacen a su demostración:

El conocimiento es condicion necesaria pero no suficiente para resolver los problemas ambientales
Resulta paradojal que tras una década y media de la más torrencial avalancha de novedades tecnológicas, todo esté peor. Epistemológicamente,la medicina, por ejemplo, funciona por aproximaciones sucesivas del conocimiento; en cambio, la tecnología moderna no alcanza para impedir que un río se contamine aun cuando existan las herramientas y recursos como para lograrlo. Todos y cada uno de los problemas ambientales modernos y tradicionales –desde el tráfico de fauna hasta la contaminación del aire– tienen solución técnica; no padecen el cuello de botella del conocimiento.
Sin caer en un reduccionismo ideológico sino sólo para establecer la complejidad del dilema, hay solamente un rubro de la sociedad, además del medio ambiente, en donde los registros estadísticos siempre muestran valores empeorados y donde la solución no depende de la tecnología o el conocimiento: la pobreza.

La ecologia en tanto ciencia se divorcio de la busqueda de solucion de los problemas ambientales
El nacimiento formal de la ecología como ciencia se debe a Ernst Haeckel, que en 1869 introdujo el término Oeckologie (del griego oikos, casa) para definir el estudio de la relación de los organismos con el ambiente en que viven y la manera en que lo transforman o se apropian de él. Pero ya Malthus, Humboldt, Hegel, Marx y Engels, entre otros muchos, habían abordado la cuestión del controvertido vínculo entre el hombre y su entorno. El más agudo de esos aspectos, en tiempos de la consolidación del capitalismo, era la respuesta a adoptar frente al crecimiento de la población y la presión que provocaba sobre los recursos naturales. Malthus decía que la forma de enfrentar las seguras futuras hambrunas por carencia de recursos naturales era evitar que nuevas personas se sentaran al “banquete de la naturaleza”. Un siglo después, la Fundación Bariloche, a través de un modelo con base matemática, lo refutó sosteniendo algo obvio aunque ideológicamente más osado: el problema –todavía y por mucho tiempo– es de distribución de los recursos y no de cuántas sillas hay arrimadas a la mesa.
Pero, respecto de problemas a simple vista más domésticos, la ecología en tanto ciencia no avanzó en la búsqueda de respuestas. La ingeniería explica una planta potabilizadora, la hidráulica aporta su caño para evitar una inundación, pero la ecología no da respuestas, describe. Puede que ocurran dos cosas simultáneas: que los problemas domésticos no lo sean tanto y en cambio funcionen como síntomas de una situación estructural (como en el ejemplo de Malthus), y que quizá –o por eso mismo– no sea allí, en la ecología actual, donde hay que formular las preguntas.
Marx decía que después de Hegel la filosofía debía dejar de interpretar el mundo y empezar a transformarlo. Parafraseando a Marx, la ecología –donde ha prevalecido el peso de quienes destacan su “naturaleza natural”– debe pasar de describir el vínculo entre factores bióticos y abióticos, y meter las manos en el lodo para transformar la relación anómala de la sociedad y la naturaleza. Relación que se desvela (se corre el velo) leyendo Las venas abiertas de América latina: “La fiebre del azúcar dejó crónicamente enfermo de aridez al nordeste brasileño; el caucho fue el hijo mal nacido del Mato Grosso que le hizo perder durante siglos un millón de metros cúbicos de selva diariamente; el café convirtió en toboganes las laderas colombianas; el cacao violó los bosques venezolanos”.
Contrariamente al reclamo de transformar la realidad, la ecología como ciencia agudizó su bifurcación hacia dos ramas preponderantes. Por un lado, la más elemental que formula un estudio cuasi naturalista del vínculo entre los organismo y su entorno. Una suerte de rama básica de la ciencia que da sostén al entendimiento de muchos funcionamientos –aun los anómalos–, pero no persigue el hallazgo de soluciones.
Una segunda rama de la ecología –más apropiadamente habría que denominarla “ambientalismo”, aunque sin una necesaria connotaciónmilitante– se perfiló hacia el diagnóstico y la denuncia de los problemas ambientales. En rigor de verdad, no se trata de una rama de la ciencia sino del ejercicio profesional que han hecho muchos de los que se formaron en ella. Su mayor aporte fueron las ONG, que oscilan entre la acción antiestatal y la conformación de grupos de investigación de controvertido rigor académico. Organizaciones en las que paradójicamente su propósito se convirtió en el mayor escollo. El combate de los problemas ambientales no puede perseguir la solución final de los mismos, pues ese momento indicaría la ausencia de sentido del ambientalismo. En cambio, persigue la denuncia de los problemas y la conformación de una conciencia respecto de la existencia de una anomalía vinculada a la gestión (estatal o empresaria) o a la condición ético-económica de un negocio.

Nadie se ocupa porque los problemas ambientales no existen en tanto problemas
Sabemos sólo mirando televisión que en la cuestión ambiental, como con la pobreza, se observa un inmenso grado de preocupación y ocupación, pero un escaso margen de éxito. Todos se preocupan, pero nadie se ocupa. El mejor ejemplo es la burocracia internacional: mientras la que, por caso, se ocupa de los derechos humanos consigue cada tanto que algún tirano vaya preso, la que se ocupa del medio ambiente casi no puede mostrar ningún logro más que la reproducción de esa misma burocracia para seguir tratando esos mismos problemas eternos.
James Petras describía hace ya un tiempo la existencia de una burocracia internacional inoperante que hace del medio ambiente su tema, su honestidad básica, su forma de vida, y elabora incluso una doctrina que la sostiene como medio de producción –y reproducción– para esa casta o clase.
Suena trágico. La burocracia internacional se reunió en 1992 en Río de Janeiro para elaborar un listado de tareas concretas sobre problemas ambientales a resolver, inventariados en el libro Nuestro futuro común. Debe haberse tratado de un futuro imperfecto o muy lejano, pues una década más tarde se volvieron a ver en Johannesburgo para celebrar el décimo aniversario de lo que no se cumplió y recitar nuevamente los mismos problemas, pero agravados.
Quizás esto nos conduzca a una raíz del dilema: ¿existe el problema ambiental como tal? Marx decía que la humanidad sólo se plantea los problemas que puede resolver. En un silogismo casero, podría decirse que si el medio ambiente es un problema que no se puede resolver, entonces no está planteado como problema. Efectivamente, tal como ocurre con la pobreza (una vez más), aparece planteado como tragedia, como drama, como horizonte apocalíptico. Un problema, en cambio, es algo más concreto, algo cuya solución real puede esbozarse, proyectarse.
Frente a esta dimensión, uno sí puede preocuparse (hay una catástrofe en ciernes), pero no puede ocuparse: nadie puede ocuparse de la solución de un problema que, en términos lógicos, no existe; lo que está instalado es la imagen del problema. La costa porteña del Río de la Plata es un buen ejemplo. Todos sabemos que está contaminado. Todos sabemos que eso es un problema. También sabemos –nosotros y los gobiernos– que la solución es tecnológicamente simplísima: dejar de contaminar. Sin embargo, no se resuelve porque el problema no es la contaminación; el problema verdadero es todo lo que impide (política, economía, negocios) descontaminar. La contaminación del Río de la Plata, entonces, ingresa en el inventario con la categoría de situación cristalizada: el río es así, contaminado.

No hay organizacion capaz de lidiar con los problemas ambientales
Ignacio Lewkowicz describió en Pensar sin Estado las dificultades del pensamiento al desaparecer un Estado distribuidor de roles en la sociedad.La inoperancia intrínseca de la burocracia internacional se potencia cuando se trata de resolver el dilema ambiental desde la lógica de las organizaciones.
Menos filosóficamente, aunque con tacto político, Perón decía que cuando uno no quiere resolver un problema debe armar una comisión que se ocupe de él.
La búsqueda de organizaciones que encaren los problemas ambientales ha seguido la lógica de la conformación de instituciones metaestatales. Es decir, parafraseando a Perón, una comisión municipal, por encima una provincial, otra nacional y, si el problema es allende las fronteras, una regional y si es un tema global, una mundial. Una suerte de muñecas rusas de la burocracia.
Nunca, por el contrario, se ha logrado pensar –aunque sea para descartar su pertinencia– en organizaciones ad hoc capaces de intervenir (con todo lo que denota este verbo) en las cuestiones ambientales. Las organizaciones “estatales” no pueden lidiar con la alteración del planeta no por escala sino por la cualidad de los términos. El planeta no es la suma de los Estados; no es estatalmente tratable. Y los problemas ambientales no se expresan con precisión limítrofe. No aparece –y quizá no existe– institución capaz de asumir la complejidad del problema. Porque cuando una instancia de Naciones Unidas dice que los problemas ambientales se mitigarán cuando disminuya la pobreza, lo que hace es enviarle la pelota a otra instancia de Naciones Unidas que tampoco tiene la capacidad más que para enunciar una nueva dificultad.

Los problemas ambientales son problemas de la estructura economica de la sociedad
Es probable que ésa sea una de las verdades más poderosas e inoperantes: en un extraordinario y pequeño libro llamado Ambiente humano e ideología, Tomás Maldonado advertía hace treinta años que “el escándalo de la sociedad termina en el escándalo de la naturaleza”. Sociedad y naturaleza, decía, pertenecen al mismo horizonte problemático y no se pueden llevar por separado dos contabilidades: “Si las cuentas con la sociedad no son exactas, tampoco lo son con la naturaleza”.
Este razonamiento está validado por la historia reciente. La degradación del ambiente es promotora de pobreza y la pobreza es promotora de la degradación ambiental. Y si no hay una política de Estado que proteja los recursos naturales, las “fuerzas del mercado” logran –como ya ocurrió– convertir al mayor quebrachal de América del Sur en lo que hoy es Santiago del Estero: un desierto.
Si vamos por el andarivel ideológico, el problema es que el denominado pensamiento bolchevique también ha fracasado. En primer lugar, porque las políticas ambientales de los ex países socialistas fueron horrendas. Millares de publicaciones soviéticas nos decían que el hecho de que no fuera el lucro sino el bien público lo que motorizaba la explotación de los recursos naturales, garantizaba la sustentabilidad de los mismos. No fue así y sería ingenuo pensar que sólo hubo fallas de aplicabilidad; la teoría también padece goteras.
Pero, en segundo lugar, y esto es lo determinante, está la precariedad en la elaboración teórica respecto del papel que juega el capitalismo en esta cuestión. Pongamos el ejemplo del Riachuelo: en una lógica de mediano plazo, el poder económico se beneficiaría con su limpieza. Sin embargo, hay una inercia del capital –no necesariamente una rapiña– que lo impide. De modo simplista podría decirse algo similar respecto de la pobreza: ¿por qué no se resuelve la pobreza en el mundo? Porque el capitalismo es así. Y ésta es una explicación válida pero pobre, pues no abre campo de intervención posible.El otro extremo tampoco nos da la solución. Si alguien creyera que la abolición del capitalismo resolvería los problemas, cometería el mayor de los simplismos filosóficos: imaginar que suprimida la causa automáticamente desaparece el efecto.
¿Habrá que, al menos por el momento, buscar la solución a los problemas ambientales dentro del capitalismo?
Hay más dilemas confluyentes, como la dificultad para hallar un discurso que no se limite a la invocación ineficaz de “no contaminar”.
Pero, sólo para terminar, citemos el bastardeado dilema entre lo urgente y lo importante. ¿Cómo ocuparse de un animal que se extingue si hay chicos que se mueren de hambre?, preguntan quienes miden el desarrollo de una sociedad en forma de secuencia o hilera de temas a resolver y no de complejidad estructural. En verdad, allí no hay dilema. Hay una muestra acabada más de que –aunque hay muchos que se preocupan, se desgañitan, se desgarran y se inmolan– el medio ambiente no le importa a nadie: es la historia de la postergación eterna.

Contaminacion y pobreza

Contaminacion y pobreza

Fecha de Publicación: 14/03/2008
Fuente: Página/12
Provincia/Región: Nacional


Tras la verborragia acerca de las “pasteras” por operar en Fray Bentos, esta semana dominó los medios un informe de la Defensoría del Pueblo sobre la contaminación del Riachuelo.
La sociedad pareció descubrir, de pronto, ese viejo problema, cuya solución sólo compete al Gobierno. ¿Somos flojos de memoria o la inacción estatal termina por hacernos olvidar los problemas? Recordaré que en 1871 el profesor de Economía Política y rector de la UBA, que sería también ministro de Hacienda con Pellegrini y cofundador del Banco de la Nación Argentina, don Vicente Fidel López, correlacionó la epidemia de fiebre amarilla que sufría la ciudad de Buenos Aires con las miasmas de un Riachuelo ya altamente contaminado. En esos días tenía lugar una Exposición Industrial, promovida por D. F. Sarmiento en Córdoba. López le criticaba que en ella sólo se exponían materias primas, y sostenía que “nuestros únicos establecimientos de industria” eran los saladeros. Como hoy ocurre, la industria necesitaba evacuar sus efluentes, y ello determinaba que buscasen localizarse en la orilla de un canal receptor. Estaban los saladeros “concentrados en el Riachuelo”, decía. Y seguía “la opinión popular creyó encontrar la causa de esa epidemia en las inmundicias del Riachuelo; y el clamor que se levantó obligó a las autoridades a contemporizar con ella, desterrando a los saladeros del Paraíso que se les había señalado por las leyes anteriores, porque lo habían convertido, de bello que era, en un verdadero infierno de repugnancia”. Inesperadamente, López se puso del lado de los saladeros: “a lo grave de la cuestión higiénica vino a agregarse lo gravísimo de la cuestión económica; y la expulsión de los saladeros del lugar favorable, y quizás único, que ocupaban, se va a presentar dentro de poco muy seria y muy terrible para el país. Nuestros hacendados no van a tener precio para sus productos ni para sus gorduras; y el comercio interno queda amenazado de muerte al mismo tiempo que el criador, porque sin que los saladeros trabajen en el Riachuelo, es absurdo contar con la exportación de los frutos de la campaña que forman un 50 por ciento cuando menos, del valor total de toda nuestra producción. El país no se halla en condiciones de poder soportar la falta de ese valor”. Nada se hizo entonces, acaso por desinterés de las que el mismo López llamaba “las castas políticas que explotan el poder”.

Indigencia
Leemos en un famoso texto de Economía: “las condiciones que rodean a la pobreza extrema, especialmente en lugares densamente poblados, tienden a anular las facultades superiores. Aquellos a quienes se ha llamado las resacas de nuestras grandes ciudades tienen poca oportunidad para la amistad, nada saben de las buenas costumbres y de la tranquila y poco sobresaltada unidad de la vida familiar; y la religión suele no alcanzarlos. Sin duda su mala salud física, mental y moral se debe en parte a causas distintas de la pobreza: pero ella es la causa principal. Y además de estas resacas hay gran número de personas, en la ciudad y en el campo, que se crían con insuficiente alimento, ropa y vivienda; cuya educación se interrumpe a edad temprana para trabajar por un salario; que a partir de ahí son empleadas durante muchas horas en trabajos agotadores para sus cuerpos imperfectamente alimentados, y que por ello no tienen oportunidad de desarrollar sus facultades mentales superiores. Sus vidas no son necesariamente insalubres o infelices. Pero, por todo ello, la pobreza es un grande y puro mal para ellos. Incluso cuando se encuentran bien, su cansancio suele llegar a dolor, mientras que sus placeres son pocos; y cuando sobreviene la enfermedad, los sufrimientos que la pobreza causa son incrementados diez veces. Con exceso de trabajo y falta de educación, cansados y desesperanzados, sin paz ni ocio, no tienen la menor oportunidad de desarrollar lo más alto de sus facultades mentales; el estudio de las causas de la pobreza es el estudio de las causas de la degradación de una gran parte de la humanidad”. El pasaje está tomado de Principios de Economía, de Alfred Marshall, cuya primera edición data de 1890 y la última, de 1920. Podría aplicarse a la Argentina de hoy, aunque corresponde a la Inglaterra de antes de la Primera Guerra Mundial, cuando ese país era el más rico y poderoso del mundo entero, cosa que no podría decirse de la Argentina actual. Keynes (1920) recalcó que el sistema económico inglés prebélico se basaba en una extrema desigualdad. La desigualdad hacía posible que los favorecidos del sistema ahorrasen y acumulasen. El contraste de países y épocas permite pensar que la situación de pobreza, así como la gran desigualdad distributiva, están en el sistema económico mismo, más allá de si el país que se mira es más o menos rico, o está en el centro o en la periferia.

Globalidad y medio ambiente

Globalidad y medio ambiente

Fecha de Publicación: 21/02/2008
Fuente: La Nación
Provincia/Región: Nacional


En el abanico de los problemas ambientales que nos presentan los medios cotidianamente sobresale uno: el calentamiento global, que representa una amenaza para la supervivencia de nuestra especie.
Al Gore lo ha explicado claramente y el comité Nobel de Suecia ha reconocido y premiado, en 2007, su labor, así como al trabajo científico realizado por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por su sigla en inglés) que reunió los esfuerzos de 2500 investigadores de varios países (incluyendo el nuestro).
Ahora bien, frente a esta realidad indiscutible, los argentinos nos podríamos preguntar: “¿y a nosotros, nos debe importar elcalentamiento global?”. La respuesta inmediata es “sí, claro”; sin embargo....
Digámoslo claramente: la Argentina muy poco ha contribuido y contribuye a la emisión de gases que producirían el calentamiento global. Esto se ha debido al fracaso histórico del desarrollo industrial del país, profundizado por las políticas monetarias de los años 90.
Poco contribuimos al problema y, desafortunadamente, también es poco lo que podemos contribuir a la solución.
En nuestro país es inexistente el desarrollo de soluciones tecnológicas (con poquísimas excepciones), y esto se ha debido a años de desinversión en el área de ciencia y tecnología.
Entonces, si poco aportamos y poco podemos aportar en lo que respecta al importante problema del cambio climático, ¿quiere esto decir que los problemas ambientales no son importantes para nuestro país, que aún necesita desarrollarse industrialmente?
Las problemáticas ambientales son hoy más importantes que nunca, tanto por motivos locales como por el contexto internacional. La degradación del medio ambiente es un problema central, ya que está en vías de convertirse en un nuevo problema de pobreza y segregación, especialmente en países como el nuestro.
Si bien es cierto que la degradación ambiental siempre ha existido, también es verdad que la crisis ambiental global está directamente vinculada a los efectos del crecimiento económico irracional e irresponsable, basado en la aplicación de patrones tecnológicos de producción y hábitos de consumo que se sustentan en un sistema de apropiación inequitativa y destructiva de la naturaleza.
Aunque este mecanismo se ha desarrollado desde los comienzos de la civilización, sólo recientemente parecemos vislumbrar los límites del sistema imperante. Esto está teniendo, como consecuencia, que la degradación ambiental ha comenzado a funcionar como una poderosa fuerza de segregación socioeconómica, tanto a escala internacional como a escala local.
Debido a la globalización económica, estos mecanismos de segregación comienzan a actuar, a escala planetaria, entre países ricos y pobres. En ese marco, las industrias que producen impactos ambientales no despreciables, migran por todo el globo buscando territorios (léase sociedades) menos alertas y más vulnerables donde poder operar sin presiones.
Más de uno reconocerá aquí el fenómeno Botnia, pero también el de otras industrias, como la (des)forestal, la (explotación) minera, la química y la nuclear, sólo por citar algunas.
Incluso, ocurre en la actividad turística; aquellos que han pasado sus vacaciones en Punta del Este, se habrán espantado al observar las enormes columnas de humo negro que emanaban los cruceros de pasajeros que este año han comenzado a visitar el idílico centro turístico oriental. Esas embarcaciones, ya no aptas para navegar por las costas del primer mundo, están emigrando hacia las playas de sociedades más complacientes.
Entre los ejemplos más graves de este fenómeno, está el que describe el excelente film documental La pesadilla de Darwin, de H. Sauper (2004), que ilustra el escandaloso desastre ambiental producido a partir de un “inocente experimento científico” en el lago Victoria (situado en la zona centrooriental de Africa) en los años 60, donde se introdujo una especie exótica de pez, la percha del Nilo.
El resultado fue que las perchas exterminaron toda la milenaria variedad de peces del lago y, actualmente, la proliferación descontrolada de perchas es aprovechada por multinacionales pesqueras, que proveen pescado “barato” a Europa.
Sin embargo, un altísimo precio encubierto lo paga la poblaciónque habita en las costas del lago, que sobrevive en condiciones de inimaginable miseria en el marco de una verdadera zona de catástrofe ambiental.
La inequidad social y económica entre países centrales y periféricos debe entenderse como un aspecto crucial de la manera de comprender, actuar y delinear estrategias frente a la crisis ambiental mundial. Esto se debe tanto a niveles de responsabilidad diferentes, como, sobre todo, a capacidades de respuesta disímiles.
El mapa del mundo se está fragmentando en distintos territorios según su permisividad ambiental. Este fenómeno es una poderosa fuerza de marginalización socioeconómica, y desde ese punto debe ser abordada la problemática ambiental en países como el nuestro.
Es importante tomar conciencia de que esta situación también se presenta a la escala local. El dinámico crecimiento económico que experimenta el país en los últimos años genera costos ambientales considerables, que se tranducen rápidamente en fuerzas de segregación económica, social yterritorial.
En el futuro, de no mediar la intervención responsable del Estado y del sector privado, los problemas de inequidad ambiental sólo podrán agravarse.
La justicia social no pasa únicamente por mejorar la distribución de la riqueza medida en términos del ingreso per cápita, sino también en hacer más equitativo el acceso a un ambiente sano, el cual tiene una implicancia directa en el nivel de vida de la población.
La plantificación estratégica del uso y preservación del ambiente en el marco del desarrollo industrial de nuestro país debe ser, por lo tanto,un aspecto central de pacto social que diseña actualmente la presidenta Cristina Fernández.

Por Florencia Roitstein
La autora fue subsecretaria de Promoción de Desarrollo Sustentable y secretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación.


El patrimonio arquitectónico es ambiente

El patrimonio arquitectónico es medio ambiente

Fecha de Publicación: 14/02/2008
Fuente: La Nación
Provincia/Región: Capital y Buenos Aires


Hace muchos años ya que la preservación del medio ambiente es un asunto urgente y presente en la agenda de gobiernos, organismos internacionales, organizaciones no gubernamentales, medios y ciudadanos. Hay coincidencia en que es necesario preservar los recursos naturales, lo que explica las tantas cumbres y acuerdos internacionales, y los millones de dólares que se invierten cada año en su protección. Un reciente ejemplo es la donación de la Fundación para las Américas, de la Mitsubishi Corporation, para promover acciones de conservación ambiental en la costa patagónica argentina y en el paisaje marino del Atlántico. Este nivel de conciencia se hace también evidente en conflictos como el de las papeleras en el río Uruguay, que ocupa la atención de las principales autoridades de varios Estados y se dirime en la máxima instancia judicial: la Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya.
En contraste, la conciencia sobre la necesidad de proteger nuestro patrimonio arquitectónico sólo ha estado presente en un pequeño grupo de arquitectos patrimonialistas, un puñado de legisladores y algunos ciudadanos amantes de la historia y las tradiciones. Esto está cambiando.
En la ciudad de Buenos Aires y en otros lugares, como Tigre, Vicente López y Tucumán, se produjo en los últimos meses una creciente toma de conciencia que puso el tema en la agenda política. Este cambio es producto de la interacción de cuatro actores de la vida institucional y ciudadana. Por un lado, están los vecinos, que comenzaron con justos reclamos individuales –la construcción de torres– y fueron incorporando a las reivindicaciones el derecho colectivo a la preservación del patrimonio cultural. Luego, la acción del Poder Judicial de la Ciudad de Buenos Aires que, en forma silenciosa pero contundente, demostró que es posible administrar justicia de modo rápido y eficiente, al resguardar y “salvar” varios edificios de la piqueta, incrementado exponencialmente la jurisprudencia sobre la materia.
También los medios –primero los especializados y luego los de información general­– que fueron sumando centímetros y minutos de aire al tema, hasta llegar a ocupar tapas y editoriales de los principales diarios. Y, finalmente, los legisladores, que iniciaron en 2005 un camino de institucionalización con la creación de la Comisión Especial de Patrimonio Arquitectónico y Paisajístico de la Legislatura, presionando para que se reglamente la ley 1227 de Patrimonio Cultural, y sancionando muchas más leyes vinculadas al patrimonio en los últimos dos años que en los diez años anteriores, desde la sanción de la Constitución de la Ciudad.
Aun así, muchos cuestionan la necesidad de conservar el patrimonio arquitectónico, argumentando la dificultad para preservarlo o la restricción que supone a la propiedad privada, y es allí donde cabe una comparación con la preservación del medio ambiente, mucho más afianzada en la conciencia colectiva.
Ambas problemáticas suponen numerosos aspectos en común: El patrimonio arquitectónico de una ciudad forma parte del medio ambiente y hace a la calidad de vida de los ciudadanos y, por eso, la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires ordena “la preservación y restauración del patrimonio natural, urbanístico, arquitectónico y de la calidad visual y sonora”.
Son bienes no renovables o de casi imposible recuperación. En un caso, por la pérdida de las técnicas constructivas que se utilizaron en su creación, y en el otro, por la enorme cantidad de años que requiere la recuperación de un bosque o el saneamiento de un curso de agua, por ejemplo.
Son recursos económicos de primer orden, sobre todo para un país donde el turismo es una de las principales fuentes de ingreso de divisas, y donde el atractivo principal es el natural y el cultural, y su pérdida supone una descapitalización del país.
Son elementos que hacen a la calidad de vida no sólo de sus propietarios, sino del conjunto de los habitantes, y cuya destrucción afecta directa e indirectamente a los ciudadanos en su conjunto.
Tal vez por ello, la ley 26.331 de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos, conocida como “ley Bonasso”, aprobada por el Congreso de la Nación, y la ley 2548 de Protección Especial de Patrimonio Arquitectónico, sancionada por la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires, tengan varios puntos en común: limitan el derecho a la propiedad en pos de garantizar el derecho colectivo a la preservación del medio ambiente (natural y cultural). Establecen para un universo determinado de recursos naturales y culturales la presunción de valor ambiental o cultural hasta tanto se demuestre lo contrario. Fijan un período de excepción (indeterminado en un caso y por 365 días en el otro) para que puedan evaluarse y estudiarse el impacto y valor de bosques y edificios y determinar cuáles deben ser preservados y con qué grado de protección. Dejan en mano de la autoridad pública la evaluación de la calidad ambiental y arquitectónica del bien por preservar.
Sin embargo, la ley de bosques incorpora dos elementos de vital importancia, como son el incentivo económico para compensar las restricciones que impone la protección y la fuerte penalización para quienes destruyan bosques nativos, ambos aún casi ausentes en la legislación de protección del patrimonio arquitectónico. Esta ausencia es producto de la falta de conciencia sobre la importancia del patrimonio arquitectónico e impide todavía destinar recursos económicos para estimular a quien preserva y castigar a quien destruye el paisaje urbano.
La preservación patrimonial nada tiene que ver con “fosilizar” la cultura sino, por el contrario, con vitalizarla. A modo de ejemplo, en Nueva York (ciudad poco fosilizada, si las hay) existe desde 1965 una ley que protege más de 23.000 estructuras, incluyendo parques, árboles, muelles, puentes, espacios interiores, teatros, fábricas y hasta relojes, en términos de: “todo edificio, propiedad y objeto que haya sido designado por la Comisión de Conservación del Patrimonio por su carácter especial o por su interés o valor estético o histórico, como parte del desarrollo, herencia o características culturales de la ciudad, del Estado, o la Nación”. Barbara Diamonstein Spielvogel –curadora, experta en preservación patrimonial– completa esa idea vitalista al sostener que preservar “genera un sentido de continuidad entre el pasado y el presente y nos ayuda a apreciar los logros que sobreviven a nuestras vidas individuales”. Y agrega: “Cada árbol del Central Park es un ícono de la ciudad”.
En Buenos Aires, los pasos dados en la materia y enfoques como los aquí expuestos –aplicados en muchas ciudades del mundo con un criterio sustentable y culturalmente soberano– sin duda enriquecerán la mirada y la acción respecto de nuestro invaluable patrimonio histórico que hace, en definitiva, más que a cada árbol o casa en forma aislada, al frondoso, pródigo bosque patrimonial de nuestra identidad.

Se extienden las protestas

Se extienden las protestas en defensa del medio ambiente

Fecha de Publicación: 22/01/2008
Fuente: La Nación - María Emilia Subiza


En San José de Metán, una pequeña ciudad en medio de la provincia de Salta, todos los jueves a las 21 unos 200 ciudadanos se reúnen en la plaza de la terminal de ómnibus a definir las acciones en rechazo a un proyecto minero a cielo abierto.
Las asambleas ambientalistas no son un fenómeno exclusivo de Gualeguaychú. De manera creciente, las comunidades que se sienten afectadas por la minería hacen sentir su voz y sus reclamos en organizaciones de este tipo. A través de distintas acciones buscan movilizar a la sociedad en favor de la causa ambiental y ganar presencia ante los gobiernos y los medios de comunicación.
"No sabemos qué hacer para llamar la atención", dijo Norberto Costa, de Movida Ambiental Termas, una agrupación de Río Hondo, Santiago del Estero, que se moviliza contra la mina La Alumbrera, ubicada en Catamarca. En el último año hicieron cortes en la ruta nacional 9 e interrumpieron tres veces el paso en las vías del tren que usa la minera.
La legislación argentina, favorable a las inversiones del sector, y la suba del precio internacional del oro han generado condiciones para que prolifere la explotación de este mineral en particular. La producción de oro a gran escala en las minas a cielo abierto usa un proceso muy cuestionado por los ambientalistas: la lixiviación por cianuro.
"Estos movimientos antimineros surgen en pequeñas localidades del interior, generalmente distantes de los grandes centros urbanos. La identidad común es construida desde el rechazo a algo que consideran perjudicial para la comunidad", explicó Norma Giarraca, profesora de Sociología Rural en la Universidad de Buenos Aires. "Tienen una lógica asamblearia y de trabajo en red", agregó.
El director político de Greenpeace, Juan Carlos Villalonga, dijo: "Internet es una herramienta fundamental para la transmisión de información y la articulación de estos movimientos. Hace 10 o 15 años esto hubiera sido mucho más difícil". Villalonga aclaró que hay una reacción espontánea en estas poblaciones. Si bien Greenpeace participó del conflicto en Esquel, no mantiene relación directa con el resto de los movimientos.
"Cuando hay un corte salimos todos a la ruta", dijo Jorge Difonso, intendente de San Carlos, Mendoza. Difonso acompaña las protestas contra un proyecto de extracción de plata en las cercanías de la Laguna del Diamante. La semana pasada hicieron tres cortes en la ruta nacional 40. Ante la noticia de exploraciones en la zona de El Zeballos, los vecinos de Perito Moreno, Santa Cruz, juntaron 800 firmas para que una ordenanza municipal declare el municipio como no tóxico.
En la provincia de La Rioja, los ambientalistas de Famatina mantienen interrumpido hace diez meses el paso hacia el campamento de la firma Barrick Gold. "Estos movimientos ponen de manifiesto falencias que existen en la etapa previa a la autorización de un proyecto minero: la comunidad no accede a la información y no hay procesos de participación ciudadana en la toma de decisiones", opinó la directora de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales, María Eugenia Di Paola.
Los sanjuaninos también se agruparon en distintas organizaciones para repudiar la mina Pascua-Lama, un proyecto binacional de la Argentina y Chile. Los vecinos presentaron una denuncia ante el defensor del Pueblo de la Nación por presuntos "perjuicios ambientales".
En Esquel, la sociedad se movilizó, y el 24 de marzo de 2003, en un plebiscito, le dijo que no a un emprendimiento de Meridian Gold. El proyecto está interrumpido, pero la Asamblea de Vecinos Autoconvocados por el No a la mina sigue alerta y los días 4 de cada mes marchan por el centro.

La posición empresaria
"El lenguaje tremendista y emocional que usan estas organizaciones llega más a la sociedad", opinó una fuente de la Cámara Argentina de Empresas Mineras, donde creen que estos movimientos se están atenuando gracias a los programas de responsabilidad social empresaria. La Secretaría de Minería de la Nación informó que 2007 fue un año récord en inversiones mineras, con $ 5600 millones destinados a la exploración y el desarrollo de proyectos y la creación de 232.000 empleos. Hoy hay 336 proyectos mineros en marcha, un 740% más que en 2003.

Ambiente preocupa a los jóvenes

El medio ambiente es el tema que más preocupa a los jóvenes, según una encuesta

Fecha de Publicación: 09/01/2008
Fuente: Clarin


Participaron 8 mil chicos de entre 18 y 29 años en diez provincias argentinas. El objetivo de la convocatoria de la Plataforma Federal de Juventudes y la Organización Iberoamericana de la Juventud fue incluir sus preocupaciones en la agenda pública. Envíenos su comentario.
La encuesta "Votá y Participá" recavó las principales preocupaciones de 8 mil jóvenes en Argentina durante 2007. De acuerdo a la consigna, los chicos pudieron elegir entre 25 máximas, las diez que consideraran más importantes.
"El cuidado del medioambiente es responsabilidad de todos", fue la primer máxima, elegida por el 45 por ciento de los participantes. En segundo lugar, con el 39 por ciento, se ubicó "Mi familia es mi mejor respaldo", y tercera, con el 38,5 por ciento "Trabajar me da independencia". Les siguieron, en cuarto y quinto lugar: "Los jóvenes representamos el cambio" y "Hay que discutir el tema del aborto".
Completaron el top ten los temas vinculados a la participación y la política: "La democracia no se negocia" (32 por ciento), "No nos tienen en cuenta a la hora de definir cosas importantes" (31 por ciento), "Me gustaría conocer más acerca de las acciones del gobierno para los jóvenes" (31 por ciento) y "Hay mucha diferencia entre la educación pública y la privada" (29 por ciento). En décimo lugar, los chicos eligieron "Nunca me realicé un examen de HIV".

Otros problemas ambientales

Carlos Reboratti: "Tenemos problemas ambientales mucho más serios que las papeleras"

Fecha de Publicación: 06/01/2008
Fuente: Clarin - Fabián Bosoer.


La disputa con Uruguay por la pastera de Fray Bentos sirvió para poner un tema ambiental en el centro de la atención pública, pero refleja nuestras grandes asignaturas pendientes en materia de recursos naturales.
La conciencia ambiental de un país marca también su grado de desarrollo. Y en tal sentido, la Argentina -Gobierno y sociedad incluidos- no está a la altura de las circunstancias. Las evidencias: desde la deforestación y la contaminación de ríos y napas, hasta la erosión de suelos y la degradación de la fauna marina por sobrepesca. Desde el impacto de las grandes obras de infraestructura sobre la calidad de vida urbana y rural, hasta el que tiene la explotación minera sin recaudos o las inundaciones en las grandes ciudades. A eso agreguemos los desplazamientos turísticos masivos y los emprendimientos inmobiliarios que arruinan nuestras playas y hacen colapsar la provisión de agua.
Tal es el panorama que presenta Carlos Reboratti, uno de los más prestigiosos geógrafos argentinos, para quien el conflicto por las papeleras con Uruguay sirvió para poner un tema ambiental en el centro de la atención pública, pero refleja al mismo tiempo las grandes asignaturas pendientes que el país tiene en materia de recursos naturales, ordenamiento territorial y modelo de desarrollo sustentable. Reboratti es profesor de las Universidades de Buenos Aires y Córdoba e investigador del Conicet.
Después de cuatrocientos días de cortes de ruta en las fronteras argentino-uruguayas y la planta de Botnia funcionando en Fray Bentos, ¿cuál es el balance que puede hacerse de esta disputa?
Diría que el movimiento ambientalista de Gualeguaychú ha tenido una gran virtud y un gran defecto. La virtud es haber golpeado sobre la débil conciencia ambiental que existía en nuestro país hasta no hace mucho tiempo e instalado la problemática ambiental en el debate y en la agenda pública. El defecto, creo yo, fue que siendo un movimiento espontáneo, sin un buen apoyo técnico, se adoptaron posiciones absolutas desde un principio que se fueron haciendo cada vez más inflexibles, radicalizadas y próximas a la exageración.

Usted dice "débil conciencia ambiental" ¿Este reclamo es más el resultado de una debilidad que de una fortaleza?
Ocurre que el tema ambiental en Argentina era casi inexistente hasta hace diez o quince años. Llega tarde, cuando ya en otras partes del mundo era una cuestión más apremiante, y llega mal a la esfera estatal, cuando se crea una Secretaría con ese nombre y se coloca allí a un personaje como María Julia Alsogaray, que de pronto le dio al tema ambiental una pátina de frivolidad y corrupción que hizo que los gobiernos posteriores prácticamente escondieran la Secretaría de Medio Ambiente en diversos lugares de no mayor relevancia. Uruguay, en cambio, tiene una tradición mucho más larga en manejo ambiental y en ordenamiento territorial. Y Finlandia, de donde viene la empresa Botnia, es número uno en el ránking mundial en la materia.

Pero ¿contaminan o no las papeleras sobre el Río Uruguay?
Las pasteras han tenido y tienen un historial complicado y problemas en muchos países; pero no son necesariamente contaminantes si el país en el que se instalan ejerce los controles adecuados. El problema es que la Asamblea de Gualeguaychú lo lleva a términos absolutos diciendo "No a las papeleras" y cambia entonces el eje central de la discusión que es la contaminación. Yo creo que desde ese punto de vista, la posición de Greenpeace es más correcta.

¿Qué dice Greenpeace?
No dice "No a las papeleras", sino "No a la contaminación de las papeleras". Y lo hace porque tiene una historia internacional de relación con el tema papeleras e incluso ayudó técnicamente para que las empresas mejoraran la tecnología y no contaminaran.

¿Por qué se llegó a esta situación?
Yo creo que se llegó a esto lentamente dejando que el conflicto siguiera su curso y confiando erróneamente en que perdería intensidad. La mayor parte de los movimientos ambientalistas son bastante ingenuos y están siempre muy predispuestos a captar lo peor. O sea, cuanto más catastrofistas son las opiniones que les llegan, más razones los alientan en sus demandas. Es difícil encontrar un ambientalismo moderado. Sin embargo, las razones genuinas de su protesta encuentran canales cuando hay un interlocutor, que en este caso debe ser el Estado, que se hace cargo de sus demandas y les encuentra respuestas. Se empieza con una posición "No queremos las papeleras" y después, por ejemplo, en otros casos en el mundo, los movimientos ambientalistas tienen un lugar en la comisión de control de las papeleras. Y esto es lo que no ha ocurrido, porque además hay entremedio una controversia diplomática entre países. Ahora, han generado una profecía autocumplida: tanto dijeron que la papelera va a contaminar y, como la papelera está ahí, ¿ la gente no va a ir a Entre Ríos porque va a decir "mire, si la gente de Gualeguaychú dice que va a estar el agua envenenada, y el aire irrespirable, no vamos a ir a Gualeguaychú"? La inflexibilidad llevó al peor de los escenarios imaginables.

¿Y por casa cómo andamos, mientras tanto, en materia ambiental?
Bueno, la Argentina tiene problemas ambientales mucho más serios que la pastera de Botnia en Fray Bentos. El primero es la deforestación; por suerte salió una ley ahora, con mucha dificultad. Otro muy importante es la contaminación indirecta, en Buenos Aires y en muchas ciudades del interior. Otro es la desertificación. Y un cuarto es el manejo de las inundaciones. Pero cada uno de estos problemas, a los que se suman otros como el propio control de las industrias contaminantes o de la explotación minera y pesquera, por ejemplo, pueden englobarse en la falta de una visión estratégica renovada del ordenamiento territorial de nuestro país que incluya el factor ambiental en un lugar central.

¿Por ejemplo?
El tema ambiental estuvo en el pasado muy asociado a un criterio "conservacionista", de resguardo paisajístico de nuestros bosques y especies autóctonas, de la flora y la fauna, lo que es por cierto muy importante. Y por otro lado, a una concepción geopolítica en la cual los recursos naturales y la apropiación de la naturaleza eran una fuente de afirmación de la soberanía.

¿Y no sigue siendo así?
Sí y no. Todavía no hemos sabido responder qué hacemos con el territorio que ocupamos, para qué nos sirve, qué beneficios nos genera y cómo desarrollamos y distribuimos nuestro capital natural y social de manera sustentable. No hace falta recordar que Fray Bentos y Gualeguaychú forman parte de una misma región y que aquí el escudo fronterizo de las soberanías nacionales está perjudicando a ambas comunidades.

Sobrevuela el papel que cumple, o deja de cumplir, el Estado...
Así es. Los gobiernos deben tomar activamente una posición de intermediarios y mediadores para resolver en conjunto este tipo de conflictos en lugar de ser un actor más del mismo, asumiendo las posturas de los intereses en pugna o pateando la pelota para adelante, esperando a La Haya.

Finalmente, a propósito de la "conciencia ambiental" en estos tiempos: el turismo ¿es una industria limpia o contaminante?
La pregunta es algo suspicaz y la respuesta es: depende. Uno siempre piensa la actividad turística como una actividad agradable, de contacto con la naturaleza. Pero muchas veces, el turismo genera un problema de contaminación muy importante. Sobre todo, cuando se concentra. Tenemos dos o tres ejemplos en Argentina. A las Cataratas del Iguazú, llegan un millón de personas por año. Bariloche crece tanto y en forma tan desordenada, que va destruyendo el propio recurso natural paisajístico que es su fundamento. Finalmente, veamos nuestra costa atlántica, sobre todo en estas temporadas veraniegas. El recurso es la playa. Estamos haciendo todo lo posible por destruirla. Construimos una costanera sobre la primera duna de la playa, que es la que alimenta de arena; por lo tanto, la playa se angosta. Construimos balnearios sobre la propia playa, entonces el flujo de sedimentos se corta. Y llegamos a sacarles el sol a los turistas construyendo edificios de muchos pisos sobre el mar. En la provincia de Buenos Aires se están preocupando seriamente, y ha habido casos, de buen manejo. Villa Gesell, por ejemplo, eliminó la costanera y la transformó en un muelle con pilotes, donde el viento y los sedimentos pueden pasar de lado a lado. Pero fijémonos qué contrasentido: en todos los balnearios, la gente dice "Qué problema la arena..." cuando camina por las calles. "Uy, la arena es un desastre", pero la arena es el origen de ese balneario; si se saca la arena, se saca el balneario.

¿Y la contaminación?
Lo mismo. ¿Qué pasa con una ciudad que tiene, a lo mejor, cinco o diez mil habitantes, y de golpe llegan 300 o 400 mil, y que no tiene sistemas cloacales? Todo esto drena hacia abajo, contamina las napas, entra el agua salada, se saca cada vez más agua, la napa desciende y ¿quién está dispuesto a hacer una inversión enorme en manejo de aguas servidas, para poblaciones que tienen 400 mil habitantes durante dos meses y 10 mil durante el resto del año?

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