El cauquén colorado en peligro crítico

 


La lucha para salvar al cauquén colorado, un ave en peligro crítico de extinción en Argentina

Fecha de Publicación
: 29/10/2022
Fuente: Portal es.mongabay.com
Provincia/Región: Nacional


La foto es elocuente. Una mujer de la que solo se aprecia el rostro sonriente está acostada en el suelo. Su cuerpo está cubierto por una veintena de ejemplares de cauquenes, producto de una “exitosa” jornada de caza. Por fortuna, no se trata de una imagen actual sino de principios de este siglo, pero las consecuencias de aquella práctica, sumada a otras variadas razones, sí que pertenecen a la actualidad: el cauquén colorado (Chloephaga rubidiceps) es una de las aves más amenazadas en Argentina, tanto que está catalogada como En Peligro Crítico de Extinción en la lista local de animales en riesgo. Los últimos conteos reportan la supervivencia de no más de 700 ejemplares.
Otras dos especies de este género también se hallan en un estado preocupante: el cauquén común (Chloephaga picta) y el cabeza gris o real (Chloephaga poliocephala) aparecen como Amenazadas en dicha clasificación.
Cinco especies conforman el grupo de estas aves acuáticas endémicas de Sudamérica, de aspecto semejante a un ganso aunque biológicamente emparentadas con los patos. Tres de ellas, los cauquenes comunes, de cabeza gris y colorados comparten una característica: son migratorios. Los tres nidifican y se reproducen en la Patagonia Austral a ambos lados de la frontera argentino-chilena, y en abril-mayo viajan alrededor de 1300 kilómetros hacia el norte para pasar el invierno en puntos muy concretos del sur de la provincia de Buenos Aires —la mayoría— y el norte de Río Negro.
Con aproximadamente 50 centímetros de longitud y 2 kilos de peso, el colorado es el más pequeño de la estirpe. Debe su nombre a una cabeza pardo-rojiza cuyo color se va atenuando hacia la zona de la frente y la corona. El pico negro, el vientre gris cruzado por finas barras negras y las patas de tonalidad naranja completan su figura.
La cifra de los escasos 700 individuos que sobreviven en el continente contrasta con la de 42 000 de una variante de cauquén colorado asentada de manera permanente en las Islas Malvinas, es decir, que no migran.
Análisis genéticos realizados por las ornitólogas Mariana Bulgarella y Cecilia Kopuchian, especialistas en biología evolutiva, han mostrado diferencias significativas que sugieren que se trataría de especies distintas (lo cual impediría repoblar con ejemplares malvineros la población continental-fueguina), pero se necesitarán nuevos estudios para confirmarlo.
Mientras tanto, y dado el tamaño de la población en el archipiélago, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) considera la especie como “de preocupación menor”, lo cual tiene consecuencias negativas en los planes de acción y manejo que deberían implementarse o estudios de impacto ambiental, además de dificultar la obtención de fondos para los trabajos de investigación y conservación de los individuos del continente que luchan por no extinguirse.

Una plaga a erradicar
En 1954, el ornitólogo norteamericano Peter Scott consideraba al cauquén colorado como “el más común entre los gansos en los alrededores de la estepa norte de la isla de Tierra del Fuego”. Lo ocurrido en las siete décadas siguientes fue una acumulación de sucesos que condujo a la especie a su triste actualidad: “La disminución de la población no se puede atribuir a una sola causa. Ha sido multifactorial”, resume Pablo Petracci, investigador especialista en conservación y manejo del Grupo Gekko en la Universidad Nacional del Sur. Aunque para encontrar el punto de partida quizás haya que retroceder veinte años más.
“En 1931 —relata Petracci— muchas sociedades rurales presionaron al Estado para que se declarase plaga a los cauquenes. Los productores decían que bajaban en los trigales cuando las espigas comenzaban a crecer, se comían los brotes y sus materias fecales quemaban el suelo”. Por entonces no había evidencia científica alguna, pero las autoridades accedieron a la solicitud. Más aún, se implementaron planes de control en los sitios de invernación, y de erradicación en los lugares de reproducción en la Patagonia.
Así comenzó una persecución sostenida que comprendió acciones tan variadas como la destrucción de huevos (medida que solo entre 1972 y 1974 alcanzó una cifra de 180 000), el envenenamiento o la caza indiscriminada. La medida más llamativa, en todo caso, fue la dispersión con aviones.
“En los años 80 y 90 muchos productores —nosotros nunca lo hicimos— optaban por llevarse los cauquenes al mar. Contrataban un par de aviones que levantaban las bandadas con el ruido de los motores y las iban arreando, aprovechando que aquí estamos a unos 30 kilómetros de la costa”, cuenta Carlos Pardo, dueño de El Tamarisco, el campo que su familia posee desde hace tres generaciones en el distrito de San Cayetano. “La actividad, aun cuando se declaró ilegal, siguió haciéndose hasta 2010, aunque además de ser peligrosa y costosa fuese inútil”, señala Petracci: “Los cauquenes son bichos robustos y acuáticos. Los empujaban hasta hacerlos bajar en el mar pero al poco tiempo volvían”.

Zorros grises, el enemigo mortal
El segundo golpe de gracia a la salud de la especie en Argentina y Chile fue la introducción del zorro gris chico (Lycalopex griseus) en Tierra del Fuego. Nativos de las regiones pampeana y patagónica, los zorros fueron trasladados a la isla en 1951 con el objeto de controlar al invasor conejo europeo (Oryctolagus cuniculus), pero su presencia tuvo un efecto devastador sobre los “gansos magallánicos”.
Más tarde llegarían el sobrepastoreo por la cría de ganado ovino, la actividad petrolera y gasífera y la depredación por parte del visón americano (Neovison vison) para completar un cóctel al cual se suma ahora la instalación de parques eólicos a ambos lados de los Andes.
Con tantos peligros circundantes, el número de ejemplares fue descendiendo de manera dramática. En los años setenta, el naturalista Mauricio Rumboll fue el primero en alertar que la población de cauquenes —y especialmente del colorado— estaba en franca declinación. Desde entonces los conteos en el área de invernación han demostrado el empeoramiento de la situación. De una cifra de 36 000 individuos en 1976 se fue pasando a 16 000 en 1984; 8900 en 2007 y 6 419 en las campañas de 2014-2015. Así, no es extraño que el cauquén colorado haya sido incluido en el Apéndice I de la Convención sobre la Conservación de las Especies Migratorias de Animales Silvestres (CMS).
Una de las amenazas más graves, las escopetas de cazadores locales y extranjeros, fue desapareciendo a partir de 2007, cuando se prohibió dispararle a los cauquenes migratorios, primero en la provincia de Buenos Aires, y en todo el país cuatro años después. En aquel tiempo, el naturalista Hernán Ibáñez trabajaba en el área de fiscalización de lo que entonces era la Secretaría de Ambiente de la Nación. “La situación era caótica”, recuerda, “había distritos que tenían prohibida la caza del cauquén común y otras que no. Pero sucede que la hembra de esa especie es igual a un cauquén colorado, y a estas aves se les dispara en vuelo, donde es imposible identificar uno del otro. La única solución era la prohibición absoluta”.
La resistencia, como cabía esperar, fue muy alta. “Íbamos a algunos municipios y nos trataban como personas no gratas. Nos decían: ‘No los queremos acá, ustedes no quieren que vengan los cazadores y ellos nos dan propinas’. Y los dueños de las estancias hacían buenos negocios con los operadores de turismo”, continúa Ibáñez.
El arduo trabajo de concientización y diálogo a través de talleres consiguió modificar la mirada. “Hoy la visión ha cambiado por completo. La comunidad en general no quiere ni ver a los cazadores. Existe un compromiso y un conocimiento mucho más fino, y si un vecino ve que están cazando en el campo de al lado, llama a la policía y lo denuncia”, dice este naturalista que ahora prosigue su defensa de los cauquenes desde su puesto en la Fundación Félix Azara. En la actualidad, los problemas se han trasladado a las zonas de nidificación en la Patagonia.

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