El mascotismo de animales salvajes afecta a la biodiversidad

 


Tortugas, monos y carpinchos: cómo se ve afectada la biodiversidad con el mascotismo de animales salvajes

Fecha de Publicación
: 08/08/2022
Fuente: InfoBae
Provincia/Región: Nacional


Cada vez es más frecuente ver a gente que convive con animales salvajes, incorporándolos a la vida cotidiana o bien adoptándolos como mascotas. Tres historias conmovedoras para entender una realidad urgente
Al carpincho parece gustarle que le rasquen el cuello, tiene expresión de satisfacción. La pareja que habita la casa con sus perros deja subir al sillón a la familia de carpinchos que los va a visitar con frecuencia en Entre Ríos, a la vera de un río.
Cada vez es más frecuente ver estas escenas en redes sociales, donde la gente convive con animales salvajes, incorporándolos a la vida cotidiana o bien, adoptándolos como mascotas. Esa convivencia es resultado de la expansión de las urbanizaciones, deforestaciones o extensión de campos destinados a la agricultura que hacen que los animales salgan a explorar otros espacios, no habituales para ellos.
Lo que en general no vemos en las redes es que esa práctica podría, en algún momento, convertirse en conflictiva e incluso riesgosa tanto para los animales como para las personas, ya que en el hogar generalmente no se recrean las condiciones adecuadas para la forma de existencia de un animal y eso va en detrimento de su salud y calidad de vida, afectando también al grupo humano. Y esta misma situación de convivencia con animales no domésticos a veces tiene otro origen más preocupante: el tráfico de vida silvestre.
El tráfico de fauna silvestre es un delito penado por la ley nacional 22.421 y numerosas leyes provinciales y municipales a lo largo y ancho del territorio argentino. Allí interviene la justicia y autoridades locales que, ante denuncias de ciudadanos, se encuentran con animales salvajes en situaciones de abandono, malnutrición o hacinados, en muy malas condiciones. Las tortugas y monos encabezan esta lista, junto a distintas clases de aves.
La “mascotización” de la vida salvaje y el tráfico ilegal integran un circuito que se retroalimenta, perjudicando la biodiversidad y, sobre todo, afectando a los animales, que luego de su paso por un hogar ya no pueden sobrevivir solos en su hábitat natural porque se acostumbran a recibir alimento de la mano del hombre y van modificando las conductas que les permitían la supervivencia, como obtener alimento, buscar refugio, cazar o reconocer depredadores y saber ocultarse de ellos.
Muchas Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) argentinas actúan como centros de rescate y rehabilitación para los casos donde interviene la justicia, como Fundación Temaikèn. Cristian Gillet, Responsable de Rescate y Rehabilitación de esta institución, explica que “las tortugas de tierra son un grupo de animales muy afectados por el tráfico ilegal de fauna silvestre en nuestro país. Son comercializadas y traficadas continuamente, tal es así que hay una confusión permanente sobre si es un animal doméstico o no. En el Centro de Recuperación de Especies de la Fundación (CRET), a lo largo de 20 años, hemos recibido diferentes tortugas víctimas de esta problemática y muy pocas pudieron volver a su hábitat natural”.
Si un animal fue domesticado ¿puede volver a su hábitat natural? “Vivir en hábitat naturales significa poseer procesos orgánicos, físicos y psicológicos/conductuales aptos para afrontar todos esos desafíos juntos en nichos biológicos-ambientales que son difíciles para vivir, prosperar y trascender”, observa Julio Reynoso, especialista de Comportamiento Animal en Temaikèn. Teniendo en cuenta esa definición, para poder rehabilitar su comportamiento natural y reinsertarse en la naturaleza, cada animal debe cumplir con una serie de requisitos y no sólo va a depender de éstos sino también del grupo de profesionales que los acompaña en este proceso de intentar volver a su hábitat.
“Evaluar la condición de todos estos parámetros en animales que ingresan a nuestro centro de rescate y analizar las chances que tienen o no de volver a un entorno natural es un desafío más grande aún. Esto no dependerá solamente de lo que nosotros veamos en el momento del ingreso o en la evolución de sus primeros días, va a depender de una sucesión de acontecimientos generados por nosotros que deberán ser bien asimilados para que esos animales puedan para desenvolverse ante estos acontecimientos de cuidados nuevos para ellos. Para esto un cuerpo multidisciplinario trabaja constantemente desde que el animal ingresa hasta su posterior recuperación”, señala el especialista.

Ñato, el carpincho que sólo quería harinas
En 2016, una familia correntina llegó en su camioneta a Escobar acompañados de Ñato, un carpincho que por ese entonces tenía cerca de un año. Los carpinchos son los roedores de mayor tamaño, viven en manada y su dieta es herbívora. En el hogar, el animal había empezado a tener comportamientos propios de la especie a su edad, rompía muchas cosas y estaba creciendo, y a la familia se le dificultó la convivencia con él.
“Ñato vino desde Corrientes suelto en el vehículo, comiendo galletitas. Fue un momento difícil ver el llanto del hombre y su hija al dejarlo e irse”, relata Julio. Esa escena es muy frecuente en Temaikèn ya que muchas familias no saben cómo actuar ante determinadas situaciones con animales que no están destinados a la mascotización. Por ejemplo, al momento de tener que mostrar agresividad los carpinchos usan sus dientes, que son muy grandes y filosos, tienen mucha fuerza en sus extremidades y una gran masa muscular que acompaña embestidas muy explosivas.
Una vez realizados los análisis de rutina en el hospital veterinario, Ñato fue trasladado al ambiente donde hoy habita. “Nos costó mucho lograr que consumiera lo que correspondía para su especie no habiendo harinas de por medio ya que estaba muy acostumbrado a comer pan. Parecía que nunca había visto hojas de acelga o achicoria. Hoy podemos decir que todo eso ya pasó y que él está consumiendo lo que sus necesidades biológicas requieren. Hay un gran trabajo de asimilación a nuevas conductas de alimentación y de relación con las personas que favorecen la vida de Ñato”, relata Reynoso.

La tortuga africana que vivía en Mendoza
A comienzos de este año muchos medios de comunicación dieron a conocer el caso de una tortuga de la especie conocida como sulcata o de espolones (Centrochelys sulcata) de 60 kilos que apareció caminando repentinamente por una calle de la ciudad mendocina de San Rafael. El animal fue asistido por vecinos para que no sufriera un accidente y luego se lo llevó una persona a su casa y no se supo más de él. En esta instancia intervinieron las autoridades locales para rescatar a la tortuga porque había sido apropiada de forma irregular, ya que quien la tenía no podía acreditar un origen “legal”.
La tortuga sulcata es una especie nativa del continente africano, por lo que la vuelta a su hogar era en primer lugar difícil y costosa. Y por otro lado, esta tortuga tenía signos de haber sido mascotizada, lo que le imposibilitaba vivir sola y, ante este escenario, las autoridades provinciales decidieron que su destino fuera Temaikèn.
Desde la Fundación cuentan que “cuando llegó, la tortuga estuvo en los corrales del hospital veterinario para observación general y posteriormente, todavía con temperaturas de verano, se la trasladó al CRET para observar lo que comía y qué prefería. En el otoño se la trasladó al bioparque para poder ofrecerle un ambiente más propicio para reptiles, acorde a sus necesidades de termorregulación corporal”. Este ambiente está acondicionado con calefacción, para que las tortugas africanas con las que convive puedan seguir sus hábitos regulares, que en el caso de esta y otras especies africanas con las que convive no incluyen período de hibernación.
En Argentina el tráfico de tortugas de tierra es la principal entre este grupo de reptiles, seguida de las acuáticas. “Las tortugas no son mascotas. Para llegar a una casa tienen que ser extraídas de forma intensiva de la naturaleza y esto tiene un impacto muy grande en las poblaciones silvestres. Esto se ve tanto en la Patagonia como en el norte del país”, señala Gillet.

Enseñar al mono a que sea mono
Angá es una de las monas carayá que se pueden ver en el bioparque de Escobar. Cuando llegó era una hembra adulta con serios trastornos comportamentales. Los cuidadores de Temaikèn recuerdan mucho su caso porque el animal no dejaba de gritar, tirarse en el piso y morder diferentes partes de su cuerpo.
“No sabemos fehacientemente cuánto tiempo estuvo en un contexto doméstico, por lo que mostró quizás fueron muchos años. Tuvo muchas dificultades para conciliar sus procesos físicos y psicológicos y eso da la pauta de lo que podría haberle ocurrido si hubiera sido liberada en su ambiente natural en su estadio de geronte”, cuentan los especialistas. Con el transcurrir del tiempo y mucho trabajo del equipo de rehabilitación comportamental y de cuidadores, fueron apareciendo otros comportamientos favorables distintos a cuando había llegado. “Después se le pudo ofrecer vida social acorde y tuvo crías a las que cuidó de manera muy eficaz”, señalaron. La mona actualmente vive con sus hijas en el bioparque.
Angá es uno de los tantos casos que recibió Temaikèn a través de un proceso en el que participaron monos provenientes del mascotismo, rescatados de distintos hogares de particulares.
Dado su origen diverso, los cuidadores y expertos en comportamiento admiten que fue un gran desafío poder responder a sus necesidades ya que algunos de los animales estaban acostumbrados a comer fideos con salsa y no hojas, subirse “a upa” de las personas, estar en el hombro o compartir la mesa. En este largo proceso se les enseñó a “ser monos nuevamente” ya que gran parte de ellos no había tenido contacto con otros de su especie, salvo al momento de nacer.
En estas tres historias se resumen el impacto de tener como mascota a un animal salvaje. No sólo representa una pérdida para el ambiente, sino que impacta en la vida del mismo animal que no puede volver a la naturaleza y al que hay que enseñarle de nuevo a ser y comportarse como alguien de su especie.
Lamentablemente, muchos no pueden volver a su hábitat y se ven destinados, en el mejor de los casos, a continuar su vida en refugios, centros de rescate, santuarios o bioparques. ¿Cómo colaborar? No sacando animales de su hábitat natural y no comprando animales silvestres, denunciando a quienes los capturan o los comercializan y, en el caso de notar la presencia por convivencia, dar aviso a las autoridades locales.
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