Arsénico, el agua tóxica

El agua tóxica en la salud de los argentinos  

Fecha de Publicación
: 21/10/2018
Fuente: Clarin
Provincia/Región: Nacional


En el mundo, los sanitaristas afirman que una cañería de agua potable hace más por la salud de la población que los avances de la medicina, y como médica oncóloga coincido con ellos en este concepto. El arsénico es un veneno legendario presente en la corteza terrestre, prácticamente de todo el continente americano, a lo largo de la cordillera de los Andes y en diversos países, entre ellos la Argentina. Su presencia en el agua de riego daña la salud, la producción y las economías regionales, y la única manera de prevenir es poder consumir agua sin arsénico.
La enfermedad provocada por la ingestión continua de agua con contenidos de arsénico se llama Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico. Se trata de una enfermedad grave, que una vez instalada es responsable de un daño irreversible que produce en algunos órganos vitales de nuestro cuerpo, y genera efectos carcinogénicos responsables del cáncer de piel, de vejiga, próstata, estómago, colon, y mucho menos frecuente de hígado y pulmón. También produce efectos aún más negativos que el cáncer, como enfermedades del sistema nervioso y vascular, produciendo gangrena en extremidades, insuficiencia coronaria, hipertensión arterial, y en el embarazo y la lactancia, puede ocasionar consecuencias adversas sobre la reproducción y el desarrollo fetal.
Hoy se sabe que afecta a 17 provincias argentinas, y se estima que la población que habita en áreas con aguas arsenicales es de alrededor de 4.000.000 habitantes. En la Provincia de Buenos Aires, el 80% del territorio posee niveles de arsénico superiores al nivel apto para consumo humano. Los casos de Bolívar, 9 de Julio, Pehuajó, Carlos Casares, Bragado, Alberti, Chivilcoy, Junín y Chacabuco, no son lugares aislados. Son las principales localidades en las que el problema es conocido porque los vecinos también se movilizaron. Pero son muchas más las que tienen el arsénico en niveles altos y todavía no saben que están consumiendo un líquido que les puede causar, entre otras cosas, cáncer.
En nuestro país se imponen los conocimientos que poseemos, las responsabilidades que re- clamamos al Gobierno nacional, y por su intermedio a las Provincias y Municipios, y el compromiso social en la toma de conciencia, ya que se trata de una condición sanitaria que debemos revertir.
Con urgencia se requiere la pronta evaluación de los proyectos e iniciación de obras con una agenda que permita el control de su realización. También, asumir la responsabilidad asignada para cumplir con el principio del derecho a la salud, que se basa en el derecho a una vida digna.
No es solo el compromiso por la salud humana, sino también por la necesidad de lograr la eficiencia económica para disminuir los gastos sanitarios y consecuencias en la productividad económica de las poblaciones afectadas.
El desafío que se nos presenta a los sanitaristas y a los gobiernos es brindar a la población agua potable y cloacas, generar energía con menores emisiones de gases efecto invernadero, lograr comunidades sostenibles, y que sea delito atentar contra la salud y el medio ambiente.
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