El Gran Chaco y la proyección de la deforestación



Deforestación: estiman que en 2028 se habrán perdido una superficie de bosques nativos equivalente a 200 veces la Ciudad de Buenos Aires

Fecha de Publicación
: 12/07/2019
Fuente: Chaco
Provincia/Región: Nacional


Según un estudio realizado por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en conjunto con Fundación Vida Silvestre Argentina, si se mantiene la tendencia de los últimos años, la pérdida se daría fuertemente en la región del Gran Chaco, donde se encuentra el mayor remanente de bosques nativos del país.
Un reciente estudio presentado en conjunto entre el INTA y Fundación Vida Silvestre Argentina analiza los escenarios futuros de deforestación, según las alternativas de expansión agropecuaria en el Gran Chaco Argentino. La investigación plantea proyecciones de cambios en el uso del suelo (expansión agropecuaria) para el año 2028 bajo diferentes escenarios de control de la deforestación. El objetivo fue evaluar los efectos sobre el medio ambiente en cada escenario, por medio de la cuantificación y localización de la pérdida de bosques y áreas naturales; la pérdida de hábitat en áreas prioritarias para la conservación y la caída del nivel de provisión de servicios ecosistémicos (Para acceder a la información completa hacer click aquí).
Entre los escenarios elaborados se identifica el llamado tendencial o Business as usual (BAU), un modelo inercial que proyecta el comportamiento actual hasta el año 2028, considerando las tasas de deforestación entre los años 2007 y 2014. En dicho período se registró una pérdida de 1,95 millones de hectáreas de bosques, a una tasa anual de desmonte de 0,94%, comparable a la que ocurre en los focos de deforestación más altos del mundo. Por lo tanto, el escenario BAU plantea que, de continuar con la misma tendencia hasta el año 2028, se producirá una pérdida adicional de 4 millones de hectáreas de ecosistemas naturales, lo que equivale a casi 200 veces la superficie de la Ciudad de Buenos Aires. Asimismo, aproximadamente la mitad de dicha pérdida de ecosistemas se localizará en áreas prioritarias para la conservación de la biodiversidad, es decir, de alto valor de conservación.
Estos datos resultan alarmantes, ya que las consecuencias de la deforestación tienen un impacto negativo no sólo en lo ambiental, sino también en lo social y económico. La deforestación contribuye al cambio climático -ya que se incrementan las emisiones de dióxido de carbono (CO2)-, reduce el hábitat para especies animales y vegetales amenazadas de extinción, y dificulta la capacidad de los suelos de regular excedentes de agua y, por ende, inundaciones. Pero también atenta gravemente contra el desarrollo sustentable de la sociedad, ya que disminuye la disponibilidad futura de servicios ecosistémicos, entre ellos la regulación del clima, la captación y reserva de agua dulce, y la estabilidad de los suelos para la producción de alimentos. Por otra parte, el avance de la frontera agropecuaria y la consecuente pérdida de bosques no se da en zonas despobladas, sino que ocurre, por lo general, en tierras de uso tradicional de comunidades indígenas y campesinas, lo que genera poblaciones desplazadas y reactiva los históricos conflictos por la tenencia de dichas tierras. (Aguiar et al, 2018)
Durante las últimas décadas, el Chaco se ha convertido en una de las regiones con mayores tasas de transformación a nivel mundial, lo que ha provocado controversias entre algunos sectores de la sociedad, con posturas más “productivas”, por un lado, que alientan la incorporación de nuevas tierras para la agricultura y, por el otro, visiones de la comunidad científica, las comunidades locales y las ONG, que advierten sobre los riesgos en la falta de sustentabilidad de los ecosistemas y las asimetrías sociales.

¿Qué podemos hacer al respecto?
Uno de los mayores desafíos de los países en desarrollo es resolver el conflicto entre la producción de alimentos y la conservación de la naturaleza. El incremento del consumo y la demanda de alimentos por parte de los países desarrollados y emergentes está siendo abastecido a través de la expansión o la intensificación de la agricultura en regiones tropicales y subtropicales de países en desarrollo y esto puede verse en gran medida en Latinoamérica, donde se localizan extensas áreas con potencial para dicha expansión. (Aguiar et al, 2018)
Para hacer frente a esta problemática es importante que se implementen políticas de regulación y control, entre ellas la correcta aplicación de la Ley 26.331 de “Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos –conocida como “Ley de Bosques”-. El estudio realizado por el INTA plantea otro posible escenario, de Aplicación Legal, en el cual si la Ley de Bosques se cumple de forma estricta, se podrían evitar deforestaciones por 1,81 millones de hectáreas, reduciendo la pérdida de bosques a la mitad respecto del escenario tendencial. La buena noticia es que, de acuerdo con el mismo estudio, la aplicación legal estricta no impide el crecimiento agroganadero. En efecto, la agricultura y la ganadería podrían aumentar su superficie en la misma magnitud que en escenario tendencial, ocupando las tierras ya transformadas en el caso de la agricultura y adoptando un manejo de bosques con ganadería integrada (MBGI) en el caso de la ganadería.
Por esta razón, resulta imprescindible apelar a la correcta implementación de dicha Ley, como primera medida para evitar la pérdida de los bosques nativos y sus graves consecuencias. Existen oportunidades de fortalecer la Ley de Bosques y mejorar su desempeño a través del accionar conjunto y la vinculación entre los diferentes sectores de la sociedad. En primer lugar, se deben fortalecer los mecanismos de control y de sanción de la deforestación ilegal. Hoy en día aproximadamente la mitad de la deforestación ocurre en zonas protegidas por la Ley de Bosques (UMSEF, 2018). Los procesos de ordenamiento territorial de bosque nativo (OTBN) deben ser mejorados en las próximas actualizaciones pendientes, actualmente alrededor de 8 millones de hectáreas de bosques no se encuentran categorizadas bajo los OTBN y por lo tanto no están protegidas por la Ley. Por último, la asignación de fondos para incentivar el manejo sostenible ha sido absolutamente insuficiente, llegando en el 2019 a menos del 5% del mínimo previsto en la Ley de Bosques.

El Gran Chaco, entre los lugares de mayor deforestación del mundo
El Gran Chaco es la ecorregión boscosa más extensa del continente americano después del Amazonas, con una diversidad ambiental y social excepcional. Se extiende en gran parte de Argentina, Paraguay, Bolivia y una pequeña porción de Brasil y sus ambientes —bosques, matorrales, praderas, sabanas, pantanos y humedales— la hacen una región única en el mundo. En Argentina tiene una extensión equivalente a dos veces la provincia de Buenos Aires, abarcando las provincias de Chaco, Santiago del Estero, Formosa, norte de Santa Fe, Córdoba y San Luis, este de Salta, Tucumán, La Rioja, Catamarca, y el oeste de Corrientes. Esta inmensa ecorregión, alberga más de 3400 especies de plantas, 500 especies de aves, 150 especies de mamíferos, 120 de reptiles y aproximadamente 100 de anfibios. Entre estas especies se encuentran el oso hormiguero, el yaguareté, el tatú carreta, el tapir, el pecarí, el loro hablador, el quebracho, el algarrobo y el palo santo, muchas de ellas en peligro crítico de extinción.
El Gran Chaco es una de las principales ecorregiones del país y se encuentra seriamente amenazada. Lamentablemente, es uno los 11 sitios con mayor deforestación del mundo y niveles más altos de degradación. Desde hace más de un siglo esta región enfrenta la pérdida sostenida de su patrimonio natural y cultural a causa del uso no planificado de los recursos y el avance de la frontera agropecuaria. La desidia es tal que, en Argentina, durante los últimos 35 años hemos perdido 12 millones de hectáreas de zonas boscosas en la región chaqueña, lo que significa aproximadamente un 20% de sus ecosistemas naturales (bosques, arbustales, sabanas y pastizales). La mayor proporción de esta transformación ocurrió durante los últimos quince años y se concentró principalmente en las provincias de Chaco, Salta y Santiago del Estero.
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