La erosión hídrica no sale caro



En la Argentina, se pierden US$ 30 M al año por erosión hídrica

Fecha de Publicación
: 17/12/2017
Fuente: INTA
Provincia/Región: Nacional


Cerca del 26 % del país, equivalente a 72 millones de hectáreas, tiene niveles de degradación que afectan el rendimiento anual de soja, maíz y trigo. El dato surge del libro “Estimación de la pérdida de suelo por erosión hídrica en la República Argentina”.
La pérdida de suelo es el principal problema que compromete la sustentabilidad de todos los sistemas productivos del país, con un impacto económico sobre el rendimiento anual de los cultivos estimado en US$ 29,9 M. Esta pérdida, calculada para soja, maíz y trigo, es acumulativa y, por lo tanto, ascendería a US$ 1.645 M en una década.
Los valores surgen del libro “Estimación de la pérdida de suelo por erosión hídrica en la República Argentina”, que llevaron a cabo especialistas el Instituto de Suelos del Centro de Investigación de Recursos Naturales del INTA. Se trata de la primera investigación realizada a escala nacional en los últimos 30 años, con la finalidad de contribuir al ordenamiento y manejo sustentable de los suelos.
Según este estudio científico, alrededor del 26 % del territorio argentino, equivalente a 72 millones de hectáreas, presenta niveles de erosión hídrica que superan las tasas tolerables, es decir, que afectan la salud de los ecosistemas. Esto indica un agravamiento del problema, ya que el último estudio efectuado en 1988 estimó que la superficie afectada era de 25 millones de hectáreas, 47 millones de hectáreas menos respecto de la actualidad.
La consecuencia inmediata de la erosión del suelo “es una disminución de la productividad agrícola, debido a la pérdida de nutrientes, a su deterioro físico y a la pérdida de profundidad”, indicó Juan Gaitán, especialista del Instituto de Suelos del INTA y uno de los autores del trabajo, quien puntualizó: “En casos extremos, puede implicar la pérdida total del suelo”.
De acuerdo con el estudio, la tasa media de erosión actual de los suelos, que considera todo el territorio nacional, equivale a seis toneladas por hectárea al año. Esto representa aproximadamente una capa de 0,5 milímetros de espesor que se pierden al año.
En tanto, los especialistas reconocen que existen fuertes diferencias entre las regiones del país. Cerca del 60 % del país presenta bajas tasas de erosión, menores a dos toneladas por hectárea por año, sobre todo en regiones con alta cobertura vegetal de pastizales naturales, bosques y selvas.
Por su parte, alrededor de un 12 % del territorio presenta tasas de erosión mayores a 10 toneladas por hectárea por año, principalmente en las regiones áridas y semiáridas con fuertes pendientes y baja cobertura vegetal.
En cuanto a las pérdidas económicas por disminución de los rendimientos de los cultivos, “son relativamente bajas, si se toma el promedio del área agrícola nacional por hectárea, pero hay zonas puntuales de la pampa ondulada o del área serrana de Buenos Aires, Córdoba, San Luis, Salta y Tucumán que están muy afectadas, donde el perjuicio económico es ascendente”, destacó Patricia Carfagno, especialista del instituto e integrante del estudio.
Alrededor del 26 % del territorio argentino, equivalente a 72 millones de hectáreas, presenta niveles de erosión hídrica que superan las tasas tolerables, es decir, que afectan la salud de los ecosistemas.
Según el trabajo científico, que demandó dos años de investigación, en la Argentina la tasa media de erosión hídrica en el área de cultivos agrícolas equivale a 3,91 toneladas por hectárea por año. En tal sentido, se toma como referencia una densidad aparente media de 1,2 toneladas por metro cúbico para toda el área agrícola –valor considerado para región Pampeana–, por lo que esta tasa se correspondería con la pérdida de una capa de 0,33 milímetros de suelo por año.
No obstante, la investigación reconoce que, además de la pérdida de rendimiento de los cultivos, la erosión provoca otros costos que “no son valorizados en números” y corresponden a “costos ambientales”, causados por la pérdida o disminución de los servicios ecosistémicos que brindan los suelos.
Según María Fabiana Navarro, especialista de la misma unidad del INTA y coautora del libro, “es muy difícil establecer los costos ambientales”. Por ejemplo, en el proceso de erosión, cuando el agua se lleva partículas del suelo, también se lleva partículas de contaminantes asociadas que, al llegar a los cursos de los ríos, contaminan los cuerpos de agua.
Las provincias con mayor tasa de erosión hídrica son Neuquén, Misiones y Santa Cruz. En el caso de Neuquén, la tasa media es de 22,8 toneladas por hectárea por año y constituye, aproximadamente, la pérdida de una capa de 2 milímetros de suelo por año.
Asimismo, las mayores tasas de erosión ocurren en el norte de esa provincia donde, simultáneamente, se registran fuertes pendientes, precipitaciones de moderadas a altas y una fuerte degradación de la cobertura vegetal, principalmente debido al sobrepastoreo. En tanto, las provincias con menores tasas de erosión hídrica son La Pampa, Formosa y Santiago del Estero.
Según el trabajo científico, que demandó dos años de investigación, en la Argentina la tasa media de erosión hídrica en el área de cultivos agrícolas equivale a 3,91 toneladas por hectárea por año.

Reconocer la erosión
La erosión es el desgaste que se produce en la superficie del suelo por la acción de agentes externos, ya sea el viento o el agua, o, también, puede ocasionarse por la fricción continua de otros cuerpos.
Los especialistas definen la erosión hídrica como el proceso de desprendimiento y arrastre acelerado de las partículas del suelo causado por la acción del agua, que disminuye la productividad de los suelos y afecta la salud de los ecosistemas.
La publicación señala que esta problemática involucra tres etapas donde se producen daños importantes: la preparación del material, en cuanto a desprendimiento y remoción, el transporte y la sedimentación.
“La expansión de la frontera agropecuaria contribuyó a la deforestación de amplias superficies que, antes estaban bajo bosques naturales, y actualmente están bajo agricultura”, explicó Carfagno y agregó: “Aumentó la erosión hídrica, lo que se observa en el número de hectáreas que se encuentran bajo este proceso en los últimos años, información que surge del trabajo”.
Pero no solo la causa es la deforestación. “También ocurre o puede ocurrir cuando hay una conversión”, dijo Navarro. Consideró que cuando se pasa de “un sistema natural a un sistema antrópico, se produce de por sí un aumento, ya sea pequeño o grande, en la tasa de erosión, o, por lo menos, del riesgo de erosión”. Y, aunque a veces la erosión hídrica no ocurre, “sí está presente el riesgo”, subrayó.
La expansión de la frontera agropecuaria, sobre todo en la región subhúmeda Pampeana y Chaqueña, mediante la incorporación de tierras al cultivo intensivo de granos –especialmente de soja– a expensas de tierras ocupadas por bosque natural sometidas a desmonte y sobrepastoreo en las regiones áridas y semiáridas, “produjo una disminución de la cobertura vegetal y es una de las principales causas que provocaron un aumento de la erosión hídrica en las últimas décadas en el país”, explicó Gaitán.
La consecuencia inmediata de la erosión del suelo “es una disminución de la productividad agrícola, debido a la pérdida de nutrientes, a su deterioro físico y a la pérdida de profundidad”, aseguró Gaitán.

Estudio nacional
El mapa es innovador dado que mediante “la clasificación de imágenes satelitales, el tratamiento de información de base de clima, suelos y modelos digitales de terreno a partir de sistemas de información geográficos y del relevamiento de datos de campo, se pudo aplicar a escala nacional el modelo USLE (Ecuación Universal de Pérdida de Suelo, según sus siglas en inglés)”, indicó Gaitán.
La USLE es un método para predecir la tasa de pérdida en cualquier combinación de suelo, topografía, clima, cobertura y prácticas de manejo. Se utiliza para estimar la degradación promedio por el período de tiempo y contempla cinco factores como erosividad de la lluvia, erodabilidad del suelo, longitud y gradiente de la pendiente, cubierta y manejo de cultivos y residuos, y prácticas de conservación.
“En este trabajo se aplicó una misma metodología para todo el país”, explicó Navarro y aclaró que, en otros trabajos previos, “cada uno utilizaba una determinada metodología que generalmente no coincidía con los otros, lo que generaba inconvenientes a la hora de compatibilizar los trabajos o resultados”.
Asimismo, Carfagno expresó que “se determinó no solo la erosión actual, sino la potencial que es la máxima tasa de erosión que ocurriría si los suelos se mantuvieran desprotegidos sin cobertura vegetal, lo cual permite identificar las zonas con mayor riesgo”.
De repente comenzaron “a recibir consultas de productores que parecía que nunca habían visto la erosión hídrica hasta que se encontraron con las cárcavas”, advirtió Carfagno, sobre los socavones que se producen en el suelo en aquellos campos con pendiente a causa de las avenidas de agua de lluvia.
Al respecto de esto último, la demanda técnica creció en la zona de Pergamino, Arrecifes, San Pedro y Santa Lucía –algunas comunidades de la provincia de Buenos Aires–, cuyos campos son afectadas por el proceso de erosión. Junto con productores y organizaciones, como los Grupos CREA y Aapresid, el INTA trabaja en la concientización, recuperación de cárcavas y sistematización de datos bajo diferentes métodos, según la problemática.
Este estudio, donde además de Gaitán, Navarro y Carfagno, participaron Leonardo Tenti, María José Pizarro y Santiago Rigo, presenta información de suma importancia para la planificación y toma de decisiones de los gobiernos provinciales y nacional.
Estos mapas podrían contribuir a generar políticas públicas basadas en la implementación de buenas prácticas agrícolas tendientes al ordenamiento y al manejo sustentable de los suelos, principalmente a partir del conocimiento de la ubicación de las áreas críticas y de los riesgos de degradación por erosión.
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