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Del monocultivo sojero al agroforestal

Cambio de hábitos: del monocultivo sojero al agroforestal

Fecha de Publicación: 22/10/2009
Fuente: Agencia de Noticias Biodiversidadla
Provincia/Región: Nacional


Hasta el 23 de octubre se estará realizando en Buenos Aires el XIII Congreso Forestal Mundial (CFM), un evento que, como explica el Grupo de Reflexión Rural (GRR), será marcado por la presencia de empresarios, rondas de agronegocios y abundante propaganda a favor de la biotecnología forestal con el apoyo del gobierno argentino y la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.
Como cada hoja tiene su contracara, el GRR está aprovechando esta oportunidad para denunciar «la falacia de la reforestación con especies destinadas a un uso industrial, así como el propósito de llevar adelante en nuestros países un nuevo y gigantesco monocultivo al servicio de los mercados globales». Buenos Aires también es el punto de encuentro donde tomará mayor forma una red militante de biólogos, ecologistas y guardaparques denominada Red En Defensa del Monte y de la Selva.[1]
«Es necesario que la lucha por los bosques y por la selva salga del estrecho ámbito de las comisiones provinciales ordenadoras del territorio, para instalarla en las calles», afirmó el grupo en la convocatoria al contraencuentro que finaliza este viernes con un taller sobre «Forestación y Cambio Climático», y que tendrá lugar en la sede que la Universidad Nacional de Luján (UNLu) posee en la ciudad de Buenos Aires.[2] «Las políticas sobre ordenamientos territoriales tal como se ensayan, no hacen sino encubrir y maquillar el saqueo y la devastación creciente de nuestros ecosistemas y supeditan los bienes comunes a criterios de depredación», agregaron.

Para abrir las orejas
Horizonte Sur es el programa que el GRR pone todos los domingos en el aire desde Radio Nacional[3]. Como estaba anunciado, la edición del último fin de semana estuvo dedicada al Congreso Forestal Mundial, con la opinión de activistas ecologistas y miembros del Grupo de Reflexión Rural. «Estamos presenciando un avance terrible de las multinacionales sobre los territorios argentinos, no es casual que la desertización, la pobreza de suelos que deja la soja, pueda ser una alternativa posible para el monocultivo de árboles. Eso es lo terrible, que aquellas tierras que van perdiendo su riqueza natural por el uso intensivo de agroquímicos y fertilizantes no naturales, puedan después, en su esterilidad, cuando ya no rindan para las cosechas de soja, ser utilizadas para el monocultivo de árboles. También es muy preocupante que se está avanzando, y no es visible, sobre los últimos restos que nos quedan de selvas, montes y bosques en el país», dijo Fernando Rovelli, del GRR Jujuy, durante la emisión del programa. Stella Semino, del GRR Dinamarca, por su parte afirmó: «Vienen por las forestaciones, vienen por la especulación con los bioplásticos, por un invento que tienen ahora, que es el carbón vegetal (el biochar). Dicen que con eso se va a poder secuestrar carbono; son los residuos forestales que por pirólisis los queman y dicen que después eso puede alimentar los suelos, mezclándolo con la "caca" de los pollos».
De la región de las yungas, en las provincias de Salta y Jujuy, Oscar Delgado, del Centro de Acción Popular Olga Márquez de Aredes (CAPOMA), habló sobre la responsabilidad de las empresas petroleras con los aludes ocurridos en la región, como ocurrió años atrás, cuando en las cercanías de la ciudad de Tartagal «se derrumbó un cerro completo y sepultó como a treinta familias». Ledesma y Tabacal, los ingenios azucareros más fuertes de la Argentina, también incursionan en la producción de biocombustibles, en especial de bioetanol de caña. En lo forestal, estas empresas también tienen sus intereses, explicó Delgado. «Incluso invaden otras provincias: Ledesma ha comprado ingenios en la provincia de Tucumán para expandirse en la producción de bioetanol, con las mismas prácticas de siempre. Nos estamos enterando que tienen amenazados a los pobladores, que tienen que desalojar esa zona, incluso hay rumores de que han desaparecido a pobladores», agregó.

Al compás del tamboril
Domingo 18 de octubre, 17.00 horas, es el momento en que está prevista la ceremonia de apertura del CFM, cuando un reducido, pero decidido, grupo de manifestantes del GRR y de la Red en Defensa del Monte y de la Selva se acerca a las puertas del predio de la Sociedad Rural Argentina, sede del congreso, a escrachar el encuentro. Mégafono en mano, pasan distintos oradores bajo el imponente cartel que anuncia el convite del negocio forestal. Algunos de los que se van acreditando, se detienen a escuchar. En las banderas que acompañan a los activistas se puede leer: «Ni deforestación, ni monocultivo de árboles; no al agronegocio forestal; por la soberanía alimentaria». Uno a uno, los militantes fueron hablando. Estas fueron algunas de las palabras que se dijeron en ese momento:
Jorge Rulli (GRR): «Compañeros, nos hemos hecho presentes aquí para denunciar este modelo de forestación, como un paso más en el modelo colonial que nos ha impuesto la sojización y la minería con cianuro. Estamos denunciando el agronegocio forestal, la implantación en la Argentina de monocultivos que devastan el territorio, que lo desocupan de sus poblaciones, que borran los paisajes. También estamos aquí para afirmar nuestra decisión de continuar esta lucha a pesar de las enormes dimensiones del compromiso político y de las enormes inversiones que amenazan la conciencia ecológica de los argentinos. Más tarde o más temprano, lograremos de nuevo una patria liberada de las corporaciones trasnacionales».
Fenando Rovelli (GRR): «Compatriotas, estos negocios agroforestales son otra avanzada de las empresas multinacionales sobre el territorio argentino. Hoy más que nunca se ve claro que vienen y pretenden avasallar los últimos relictos de bosques, de selvas y de montes que quedan. Este modelo de monocultivo forestal, este modelo de desierto verde, va a terminar con nuestra diversidad. Hoy, el avance de las corporaciones forestales pretende destruir lo que ha costado construir miles de años. Nada es igual ni parecido al bosque natural, ningún árbol implantado es igual al árbol autóctono, nativo, que creció en su tierra. Tenemos que ser capaces de distinguir que plantar árboles también significa otra forma de dominio, no significa un cultivo para crecer y para engrandecernos. Significa un cultivo para seguir exportando maderas, celulosa, energía y biomasa a los países del norte. Por eso, estamos aquí presentes ante este monstruo de las multinacionales del negocio agroforestal, que pretenden avanzar una vez más como lo hicieron con la soja, como lo hacen con la minería. Hoy el tema es forestación. El único árbol que tiene sentido en la vida de las personas es el árbol que se cría en su lugar y con su gente. A partir de este negocio estamos viendo que el modelo no ha cambiado, sino que se acentúa, y se acentúa sobre la apropiación de las riquezas, se acentúa sobre la pobreza de nuestra gente, se acentúa sobre las comunidades aborígenes, criollas, campesinas, que están dejando su tierra porque son llevados a los márgenes pobres de las ciudades. Hoy, el norte argentino, maravilla en diversidad, se encuentra empobrecido y lo seguirá estando mientras no seamos capaces de ejercer una resistencia efectiva contra este nuevo modelo agroforestal.
Oscar Delgado (CAPOMA): «Hemos llegado acá para hacer escuchar nuestras voces, las voces del campo profundo. Habitantes del monte, del bosque y de la selva que aún queda en nuestro territorio. Los bosques, las selvas nativas, siguen siendo un pan de futuro. Al exterminarnos estos señores con sus negocios planificados, exterminan la vida; esos negocios los planifican, no conociendo el territorio, los planifican con observaciones satelitales, desde oficinas con aire acondicionado. No conocen el territorio, sólo conocen como explotarlo mejor. Destruyen la diversidad biológica y toda la diversidad de nuestras culturas tradicionales, que conocen palmo a palmo ese territorio. Tenemos el derecho de gestionar, de manejar ese territorio para seguir generando futuro; ellos quieren generar ganancia a costa del hambre y de la miseria, tal como lo han demostrado estos trece años de modelo de monocultivos transgénicos, de la soja, del maíz transgénico. Hoy, en el norte argentino, tenemos la provincia de Salta que ha crecido económicamente en gran escala, pero proporcionalmente ha crecido la miseria. Uno de cada tres chicos en Salta está desnutrido, tenemos más del 60% de la pobreza y gran parte tiene la responsabilidad el modelo agropecuario que ha terminado con los montes, generando desastres ambientales. Los montes son nuestros escudos, nuestra defensa en tantos cambios climáticos, cada vez más agudos. Le decimos un rotundo no a estos negocios asesinos y a estos árboles transgénicos, a estas plantaciones transgénicas. Es otra cara más del saqueo, como la minería a cielo abierto, como las petroleras que están devastando nuestros territorios, las papeleras que quieren seguir instalando y que se van a servir de estos árboles transgénicos. Estamos decididos a defender nuestros territorios, los movimientos campesinos estamos decididos a no ceder un palmo más. Nos van a tener que escuchar, quieran o no quieran, porque vamos a defender nuestro futuro y nuestra vida de la especulación, de la muerte y de los cerebros que se sirven de la ciencia y la tecnología para generar dominio y opresión».

Los árboles vienen marchando
Lunes, 19 de octubre, 19.00 horas. En un café del centro porteño tiene lugar una conferencia de prensa alternativa para escuchar las voces disidentes al Congreso Forestal Mundial. Indígenas, productores y especialistas del GRR están listos. La audiencia, otrora entusiasta y presente ante los debates propuestos en torno a los devenires de la soja y los agrotóxicos, tarda en llegar. Parece que hacerle entender a la gente el desafío que supone enfrentarse a los gigantes forestales será una tarea difícil; asociar que forestar puede traer aparejada la posibilidad del despojo. En la conferencia, Hugo Serna se presentó a sí mismo como un «pequeñísimo» productor frutícola. Contó que la provincia de Córdoba conserva, hoy en día, sólo el 3% de la superficie boscosa que poseía originalmente, «una situación bastante preocupante», dice. Con la ley de bosques parada en la provincia, «cajoneada» más bien, Serna explicó que como pequeño productor vive «una realidad bastante difícil, porque Córdoba es una zona muy productiva y lo que estamos tratando de hacer entre infinidad de personas, trabajando desde la agroecología o producciones sustentables, es tratar de preservar zonas que no sean tan expoliadas o tan degradadas como lo está planteando el modelo productivo actual». En los últimos incendios que afectaron las sierras de la provincia se perdieron cientos de miles de hectáreas. «La idea es cambiar la conciencia ?aclaró el productor orgánico?, tener otro tipo de relación con el medio y otro tipo de relación con la tierra, alejándonos un poco de todo esto tan productivista, y generando otra visión hacia las futuras generaciones». El modelo va cambiando de hábitos, pero la devastación que propone es la misma. «Es bastante triste lo que va quedando después de un incendio, pero seguimos esperanzados», concluyó Serna.


Por Raquel Schrott y Ezequiel Miodownik para la .

Notas:
[1] Red En Defensa del Monte y de la Selva.«Convocatoria» , octubre 2009.
[2] En el blog de la Red En Defensa del Monte y de la Selva se puede consultar la grilla completa de actividades: ver aquí
[3] Horizonte Sur se transmite los domingos de 11.00 a 11.50 (-03.00) por AM 870 Radio Nacional.

La invasión forestal

La invasión forestal

Fecha de Publicación: 26/07/2009
Fuente: Página 12
Provincia/Región: Nacional



Organizaciones sociales advierten sobre los riesgos del monocultivo de árboles para la industria de la celulosa y aserraderos: concentración de tierras, pérdida de biodiversidad y desalojos campesinos e indígenas. Algo parecido a lo que ocurrió con la soja. Una legislación generosa incentiva su avance.
Verdes, prolijos y en línea. Son como un ejército en formación. El norte de Misiones está invadido por árboles que parecen clonados, miles de hectáreas de pinos, el cultivo más popular de la provincia, materia prima básica para plantas de celulosa y aserraderos. Impulsada por los gobiernos y el sector empresarial, la siembra masiva de árboles es un fenómeno en crecimiento, pero con consecuencias silenciadas: pérdida de biodiversidad y desalojo compulsivo de campesinos e indígenas. “Es un avance como el de la soja, que expulsa pobladores ancestrales, arrasa la vegetación nativa, utiliza agrotóxicos y exprime territorios con el único fin de obtener dinero. Es que las forestales no siembran bosques, siembran monocultivo industrial”, sostiene el Consejo Asesor Indígena (CAI), una de las organizaciones que se han declarado en alerta por el avance forestal en la Patagonia, con conflictos crecientes en Río Negro y Neuquén. En la última década, la forestación intensiva duplicó su producción y la superficie sembrada, al abrigo de una generosa ley –aprobada durante el menemismo y prorrogada luego– que otorga subsidios a las compañías, devolución de IVA y exención de Ingresos Brutos, entre otras ventajas. En definitiva, una industria de bajo perfil y alta rentabilidad.

Industria poderosa
Las estadísticas de la Secretaría de Agricultura de Nación muestran que en 1999, primer año de vigencia de ley forestal 25.080, se extrajeron 4,7 millones de toneladas de “madera de bosque implantado”. En 2006, el último registro disponible, el tonelaje aumentó a 7,9 millón. Misiones es la provincia maderera por excelencia, con el 59 por ciento, seguida de lejos por Entre Ríos con el 11 por ciento, Buenos Aires y Corrientes con el 8 por ciento. Río Negro y Neuquén son jugadores menores, pero en ascenso. Neuquén extraía en 1999 sólo 22.000 toneladas. En 2006 ya lo triplicaba: 69.000 toneladas. En cuanto al pino, la estrella forestal, Río Negro exhibe un crecimiento notable: en el 2000 extraía seis mil toneladas. En 2006 ya había duplicado la cifra: 13.000 toneladas. “Mesopotamia y Patagonia son los polos productivos del país”, explican desde la Asociación Forestal Argentina (AFOA), entidad que reúne a las grandes y medianas empresas del sector.
La implantación industrial de árboles tiene como fin, casi en su totalidad, las fábricas de celulosa y los aserraderos. “En 2007 se exportó por mil millones de dólares”, detalla el vocero de AFOA, Jorge Barros, y explica que el país cuenta con 1,2 millón de hectáreas de monocultivo forestal, de las cuales la mitad fue sembrada en la última década, al abrigo de la 25.080. El objetivo, a diez años, es llegar a los tres millones de hectáreas, 150 veces la superficie de la Ciudad de Buenos Aires.
Consultado sobre los efectos sociales de la avanzada forestal, Barros no dudó. “En la Argentina no hay campesinos. La Argentina tiene pequeños productores, pero no campesinos. Y hay muy pocos indígenas. ¿Conflictos? Pudo existir alguno puntual, pero son la excepción.”
Según la Secretaría de Agricultura, en la Argentina habitan 220 mil familias campesinas. El Instituto Nacional de Asuntos Indígenas reconoce en la actualidad a 24 pueblos originarios.

Provincia modelo
Organizaciones sociales, movimientos campesinos y pueblos originarios advertían a fines de la década del ‘90 sobre el corrimiento de la frontera agropecuaria, de la mano del monocultivo de soja, y alertaban también sobre las consecuencias sociales, económicas y sanitarias. Fueron sistemáticamente desoídos. Recién el año pasado –conflicto por las retenciones mediante–, el Gobierno reconoció el avance del monocultivo y sus efectos nocivos. En la actualidad, alertan sobre el avance forestal.
La comunidad guaraní Alecrín cuenta con 14.300 hectáreas. Está ubicada en el municipio de San Pedro, 170 kilómetros al sur de Puerto Iguazú. La empresa forestal Harriet ingresó en 2007 a territorio indígena, volteó bosque nativo, alambró, contaminó el pozo de agua y arrasó la chacra de la comunidad y hasta el cementerio. Tenía como objetivo talar el bosque nativo y luego sembrar pinos.
Misiones creció al abrigo de la actividad agropecuaria familiar (yerba mate, té y tabaco). Había grandes plantaciones y se trabajaba para un patrón, pero también subsistía el pequeño colono que comercializaba su producción. Esa historia comenzó a cambiar hace tres décadas por la desregulación en la producción (las grandes empresas fijaron precios tan bajos que los colonos no podían subsistir, perdieron sus chacras y emigraron a los cordones urbanos) y, por otro lado, la provincia mutó el perfil productivo, impulsó el turismo, la energía hidroeléctrica (con las cuestionadas represas) y los negocios forestales.
Misiones cuenta con tres plantas de celulosa (Alto Paraná, Puerto Piray y Papel Misionero). En los primeros eslabones de su cadena productiva, cultivo de árboles y extracción, participan contratistas que suelen hacer punta en el avance sobre tierras de familias rurales. El resultado es la concentración de tierras por parte de privados.
Según el último Censo Nacional Agropecuario, en la provincia existen 27.000 explotaciones agropecuarias. Sólo 161 de ellas (el 0,6 por ciento del total) poseen el 44 por ciento de la tierra de Misiones (917.000 hectáreas). En la última década y en la zona de las pasteras (noroeste), descendió un 27 por ciento la cantidad de pequeñas chacras. “La producción forestal artificial nos pone frente a un modelo de monocultivo y concentración. Con su lógica de maximización del beneficio en el menor plazo posible, el sector forestal no respeta las normas de preservación, produce despoblación de las zonas y exterminio de gran parte de los recursos naturales”, afirma Raúl Gorriti, ingeniero agrónomo e integrante de la Red de Agricultura Orgánica (RAOM).
Ilustrativo de la concentración de tierras es el caso de la Papelera Alto Paraná, propietaria del diez por ciento del suelo provincial, 233 mil hectáreas.

Patagonia forestal
La Empresa Forestal Rionegrina (Emforsa) y la Corporación Forestal Neuquina (Corfone), ambas compañías con participación mayoritaria de los gobiernos provinciales, son las que encabezan el corrimiento de la frontera forestal patagónica.
“Las forestaciones con pinos no son bosques, son plantaciones industriales como lo es la soja”, denuncia la comunidad mapuche José Manuel Pichún, a quince kilómetros de El Bolsón, en pleno conflicto con Emforsa. Pese a que la comunidad habita el lugar desde fines del siglo XIX, la Dirección de Bosques de Río Negro ingresó a territorio ancestral en 1987, alambró y comenzó la siembra de pinos en 250 hectáreas comunitarias. Le sucedieron decenas de reclamos administrativos que nunca obtuvieron respuesta. La comunidad, que jamás abandonó el lugar, siempre reivindicó su derecho sobre el territorio. En mayo último, cuando un integrante de la comunidad extraía leña, se reavivó el conflicto. Fue denunciado por “robo” en su propia tierra.
“Cansados de soportar tanto atropello e injusticia, la comunidad Pichún decidió reafirmar la posesión que usurpa la empresa forestal”, explicó la organización en un comunicado el 18 de junio pasado. Se negaron a retirar sus animales y comenzaron la construcción de una vivienda en el corazón del pinar. Y fueron por más: ahora la comunidad exige que la empresa estatal se retire definitivamente de sus hectáreas.
El Consejo Asesor Indígena (CAI), donde participa la comunidad Pichún, apuntó al fondo del asunto. “Sabemos que la plantación de pinos, especies exóticas de estos lugares, está fomentada por el Estado y los organismos financieros internacionales. Otorgan subsidios y beneficios fiscales por hectárea plantada, armando engranajes de especulación y extracción de beneficios económicos de la naturaleza. No permitiremos que nuestro territorio sea parte de ese control y saqueo.”
Convenios internacionales de rango constitucional (el 169 de la OIT), la Constitución Nacional y legislaciones provinciales son muy claras. Toda actividad que se desarrolle en territorio indígena debe contar con el visto bueno de las comunidades afectadas.
La empresa Emforsa no respondió las preguntas de este diario. Derivó las consultas a la Dirección de Bosques, que tampoco respondió los llamados.
En Neuquén, la compañía Corfone planifica sembrar 3500 hectáreas durante 2009 y tiene como meta –para el corto plazo– llegar a las 10 mil hectáreas anuales. Desde la empresa no respondieron los llamados de este diario, pero en declaraciones a medios provinciales el presidente de Corfone y subsecretario de Desarrollo Económico de la provincia, Javier Van Houtte, explicó que apuestan a forestar 300 mil hectáreas en toda la provincia.
La Sociedad Rural de Neuquén es una aliada en esa cruzada. “La provincia cuenta con 1,2 millón de hectáreas para la actividad. Y cabe destacar que el 40 por ciento son tierras fiscales”, festeja en una publicidad corporativa.
Lo que Sociedad Rural y gobierno neuquino consideran tierras fiscales son, en gran parte, parcelas de pequeños campesinos y comunidades indígenas. En toda la zona se practica la ganadería trashumante, que consiste en el desplazamiento de animales según la estación del año. Durante los meses fríos (invernada) el ganado permanece en las tierras bajas. En los períodos cálidos (veranada) los animales son trasladados a las zonas de cerros, donde los pastos son abundantes y sirven de buena alimentación. El arreo de animales demanda días, hasta semanas, a cientos de kilómetros de distancia. Los conflictos suelen producirse en las zonas de veranada y en los caminos de arreo.
“Es parte de una política para el despojo del territorio indígena”, resume Relmú Ñamku, de la Confederación Mapuche de Neuquén. La Mesa Campesina del Norte Neuquino amplía: “Extender la superficie implantada fue uno de los ejes de la campaña del actual gobernador, que proponía quintuplicar la superficie forestada. En términos de espacio es una avanzada directa con los campos de veranada de campesinos y mapuches”, explica Diego Solana, integrante de la Mesa. El dirigente advierte que Corfone ingresa a tierras de familias rurales “por las buenas”, entrega materiales para el cierre de campos (postes, alambres) a cambio de que le cedan temporalmente una porción de tierras para forestación. “Una vez adentro, no la abandona más, y comienza a avanzar. Estos ‘acuerdos’ se repiten en todo el norte provincial, y luego sobrevienen los conflictos donde la empresa quiere echar las familias.”

Argentina, capital forestal
Las grandes empresas del sector alaban las facilidades que el Gobierno otorga a la industria forestal. Por esa sintonía entre el sector privado y estatal no sorprendió que Buenos Aires sea, en octubre próximo, la sede del XIII Congreso Forestal Mundial, el evento internacional más importante del sector, organizado cada seis años y clave para negocios a gran escala.
A pesar de las críticas que recaen sobre la industria forestal –consecuencias sociales y ambientales–, el Congreso Forestal Mundial cuenta con el apoyo del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) y de Parques Nacionales. Las máximas autoridades del evento internacional son Carlos Cheppi, secretario de Agricultura, y Homero Bibilo-ni, el secretario de Ambiente de Nación.

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