La peligrosa geoingeniería tiene sus adeptos nacionales



Cambio climático: científicos argentinos estudiarán los efectos de la geoingeniería solar

Fecha de Publicación
: 28/12/2018
Fuente: InfoBae
Provincia/Región: Nacional


Simularán los efectos de esta controvertida tecnología en la Cuenca del Plata. El programa es uno de los ocho financiados por un proyecto internacional destinado a países en desarrollo
Un equipo de científicos argentinos estudiará los efectos de la geoingeniería solar, una técnica que pretende frenar el paso de los rayos del sol a la atmósfera con el uso de aerosoles y con esto enfriar la atmósfera, en los ciclos hidrológicos de la Cuenca del Plata.
Los expertos locales, liderados por Inés Camilloni, licenciada en Meteorología e investigadora de la UBA y del Conicet, conforman uno de los ocho equipos de científicos de países en desarrollo que realizarán una investigación pionera respecto de esta controvertida propuesta para frenar el calentamiento global. Los estudios buscan comprender cómo la gestión de la radiación solar de la geoingeniería podría afectar a algunos de los países más pobres del mundo y a las regiones más vulnerables al clima.
Los equipos serán los primeros en recibir subvenciones del nuevo Fondo DECIMALS (Developing Country Impacts Modelling Analysis for SRM), y explorarán la forma en esa técnica podría afectar, entre otras cosas, al polvo que generan las tormentas en Oriente Medio, las sequías en el sur de África, la propagación del cólera en Bangladesh, y las precipitaciones en América del Sur.
"Estamos muy contentos porque es la primera que la investigación se realizará desde los países que más sufren los impactos del cambio climático. Lo que queremos simular es si el potencial uso de esta tecnología no empeorará las condiciones", explicó Camilloni a Infobae.
Las geoingeniería solar aparece hoy como una técnica de ciencia ficción, sostiene la revista Nature en el artículo sobre las investigaciones que encararán los países en desarrollo: inyectar en la estratósfera partículas que puedan bloquear el paso de la luz solar o incluso flotas de barcos que blanqueen las nubes bajas para que reflejen esa misma luz. Todo está en etapa de prueba, pero claramente los países desarrollados que cuentan con los fondos y la tecnología podrían ser los que avancen con la novedad.
"Esta tecnología es controvertida no sólo porque promete soluciones y podría demorar aún más los esfuerzos que los países tienen que hacer para disminuir los gases contaminantes sino porque, además, según la latitud también podría empeorar la situación. Elegimos hacer la simulación del estudio en la Cuenca del Plata porque, además de la Argentina, incluye a Uruguay, Brasil y Paraguay", agregó Camilloni.
El trabajo, que se prolongará por dos años, se denomina "Impactos del manejo de la radiación solar en el ciclo del agua en la cuenca del Plata" y también será realizado por los científicos Carla Gulizia, Natalia Montroull y Ramiro Saurral del Centro de Investigaciones del Mar y de la Atmósfera de la UBA y del Conicet. Para poder hacer la simulación se cargarán los datos que emulan la nueva tecnología, y son las erupciones volcánicas.
"El efecto de una erupción es el mismo; se cargan los datos en el simulador sobre el área que estaremos analizando y aparecerán los efectos en las precipitaciones, pero también en los niveles de las aguas del río", agregó la experta.
El artículo publicado en Nature indica: "Una década de investigación de modelos indica que la geoingeniería solar podría reducir muchos de los peores efectos del cambio climático si se despliega con moderación. Por ejemplo, inyectar 5 megatoneladas de dióxido de azufre en la estratósfera cada año -aproximadamente una cuarta parte de la liberada por la erupción del Monte Pinatubo en 1991- podría mantener el calentamiento por debajo de los 2 °C. Los estudios han revelado que la geoingeniería solar también debería ser capaz de reducir los impactos climáticos sobre la hidrología, corrigiendo las tendencias en las que las regiones húmedas se vuelven más húmedas y las regiones secas más secas. La disminución de las temperaturas ralentizaría el aumento del nivel del mar y podría frenar la creciente incidencia y fuerza de los ciclones tropicales".
Pero no todos los estudios son tan optimistas. Hay otros científicos que creen que sólo enmascararía el impacto de los gases de efecto invernadero; que la acidificación de los océanos seguiría siendo una amenaza para la vida marina y que también falta investigación para conocer los efectos de los aerosoles que se usarían en la salud y en el ambiente.
El proyecto argentino fue elegido entre 80 propuestas que se presentaron. Entre los ganadores también hay trabajos de científicos de Irán, Benin, Jamaica, Costa de Marfil, Sudáfrica, Indonesia y Bangladesh.
Durante 2018 el cambio climático, sus efectos y la urgencia en la acción drástica de los modos de consumo cobró notoriedad luego de la difusión en octubre de un reporte especial, denominado 1.5ºC en el que los científicos del IPCC advierten que, de no hacer nada, la suba global de la temperatura podría llegar antes de lo esperado: para mitad de siglo.
Patricia Espinosa, secretaria Ejecutiva de la ONU para el cambio climático sostuvo hace pocos días: "El riesgo es real y hay poco tiempo para afrontarlo". Espinosa indicó que en la actualidad, con un aumento de las temperaturas medias de 1 grado con respecto a niveles preindustriales, ya se perciben "más fenómenos meteorológicos extremos, subidas del nivel del mar, reducción del hielo en los polos, pérdida de ecosistemas y también pérdidas de vidas y de modos de vida y pérdidas económicas".
La semana pasada en Katowice, Polonia, luego de dos semanas de discusiones se consensuó un conjunto de reglas que pondrán en marcha el Acuerdo de París, firmado en 2015. Por ese acuerdo los países se comprometen voluntariamente a reducir sus emisiones de gases contaminantes. Sin embargo, antes de empezar ya se sabe que esos compromisos no son suficientes y que los niveles de la temperatura planetaria podrían alcanzar los 3ºC por encima de los niveles preindustriales, en promedio.
Los países tienen aún hasta 2020 para subir sus ambiciones y tratar de frenar la tendencia. Esto implica mayores acciones climáticas que pueden ir contra de las promesas políticas. La incógnita es si los políticos, empresarios, clase dirigente y la propia población asumirán esos compromisos.
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