Regusardando los últimos macá tobiano



Los guardianes del macá tobiano

Fecha de Publicación
: 15/03/2018
Fuente: La Voz del Interior
Provincia/Región: Santa Cruz


La estepa de Santa Cruz es el hogar de verano de unos 50 jóvenes, que enfrentan al viento y al desierto. En este lugar, cuidan a esta ave única en el mundo, en peligro crítico de extinción.
Santa Cruz. Cuando el viento sopla en medio de la estepa patagónica nada le opone resistencia, por eso los arbustos que crecen en este tremendo desierto argentino apenas superan los 30 centímetros de altura. Las ráfagas, además, son frías: prácticamente las congelan los campos de hielo que se levantan entre la Cordillera de los Andes.
El viento sopla, y nada parece hacerle frente en la estepa. Nada. Pero en medio de esta inmensidad, que se siente infinita en un horizonte plano y monótono, hay que tener paciencia y esperar para ver. Los guanacos se multiplican por cientos de miles, también aparecen las liebres, los zorros grises, los choiques y las variadas especies de aves, entre las que se encuentra una que está por desaparecer de la faz de la tierra, el macá tobiano, pero que lucha contra todas las reglas de juego que impone la Patagonia para la vida, pero sobre todo contra las que impuso el hombre.
Como especie, somos responsables de esta extinción en proceso, pero también, los artífices de que esto no ocurra. La paulatina desaparición del macá tobiano fue silenciosa hasta entrada esta década. Hoy, un grupo de científicos y voluntarios dejan todo de lado para internarse en el desierto y colaborar con esta ave en su lucha por la supervivencia.
Hijos, familias, amigos, asados o partidos de fútbol esperan en casa. La estepa ahora es dueña de los días de estos jóvenes que hacen grandes sacrificios para que el macá tobiano, un ave única en el mundo, no pierda su batalla.

Lento crecimiento
A través de la ONG Aves Argentinas, el Proyecto Macá Tobiano se despliega en 25 mil kilómetros cuadrados de desierto para proteger a esta especie en peligro crítico de extinción.
En los ’80, se estimaba la población de esta ave en unos cinco mil ejemplares. En 2009, se realizó un censo que detectó apenas 500, y hoy, luego de casi 10 años de lucha en el desierto, se logró estabilizar a la especie en unos 800 individuos.
Los resultados desde la implementación del proyecto demoraron en salir a la luz, pero son fruto del esfuerzo que esta gente realiza durante casi seis meses todos los años, vigilando las lagunas que se nutren del deshielo de primavera en las mesetas de los lagos Strobel y Buenos Aires, donde el macá tobiano habita durante el verano.
Duplas de guardianes de colonia, como se les llama en el proyecto, son las que pasan unos 15 días seguidos a la orilla de estos inclementes espejos de agua para proteger al macá tobiano.
“Son cuatro las grandes amenazas del macá tobiano: el cambio climático, que seca las lagunas donde habita; la inserción de la trucha arcoíris, que modifica el ambiente que necesita esta ave para reproducirse; el visón americano, una especie introducida que representa un grave riesgo por ser un gran depredador; y la gaviota cocinera, que suele atacar los nidos”, explica el doctor en biología Kini Roesler, responsable del proyecto de manejo de la especie.
Todos los días, los guardianes de colonia deben contar la cantidad de macaes que hay en las lagunas a las que fueron asignados, recorrer y asegurar los perímetros y actuar si aparece alguna amenaza.

Alerta: visones
Santiago Field, uno de los guardianes, asegura que el peor escenario es detectar visones porque eso dispara todas las alarmas: “El estado de alerta pasa a ser permanente, entonces hay que moverse para encontrar a este animal antes de que entre en acción. Te altera toda la rutina, prácticamente no comés ni dormís hasta encontrarlo, y en medio de esta situación también estás luchando contra el viento y el frío”.
Los guardianes de colonia están completamente aislados. Son ellos y el desierto los que inciden en la suerte de los macaes. Una de las premisas es moverse con suma cautela, porque un movimiento en falso que lleve a una lastimadura implica un serio riesgo por la distancia y tiempo al que se encuentra la ayuda más próxima.
Patrick Buchanan es el encargado de coordinar todo el despliegue en el territorio del Proyecto Macá Tobiano, de preparar los vehículos para los traslados de los guardianes, los alimentos, otros elementos necesarios para la supervivencia en la estepa y de armar los cronogramas de estadías y relevos en los campamentos.
En el medio de un océano de tierra y arbustos, a más de 100 kilómetros de Perito Moreno, la localidad más próxima, está la estación biológica Juan Mazar Barnett, desde donde se ejecutan todos los planes para cubrir las miles y miles de hectáreas de territorio, para proteger a un animal que apenas mide unos 30 centímetros.
Patrick sabe que su tarea es compleja y delicada, pero la ejecuta con seguridad y naturalidad. La vocación de este joven oriundo de Misiones es el combustible que lo mantiene siempre listo ante cualquier necesidad. Su entrega para el proyecto llegará a su límite este 2018, ya que también pasará el invierno en la estepa, cuidando la base de eventuales bandidos rurales y realizando las tareas necesarias para que cuando comience la temporada de protección del macá 2018/19 esté todo preparado.
“Nunca me pregunté qué pasaría si el macá tobiano dejara de existir… probablemente tendría que buscar un nuevo objetivo en mi vida, pero acá estamos para evitar que eso pase”, asegura en pocas palabras, con pausa y con los ojos vidriosos, Patrick, quien por lo general no para de hablar ni se despega de su mate.

El desafío de criarlos
A prácticamente un día de viaje de la estación biológica, por complicados caminos de piedra y arena, se encuentra el desafío más ambicioso del Proyecto Macá Tobiano: la recría de esta especie fuera de sus nidos. Cuatro contenedores en la estancia Laguna Verde, a los que el viento alguna vez supo derribar, forman la casa de Gabriela Gabarain, la veterinaria que está encargada conseguir esta hazaña.
Los días de Gabriela transcurren entre incubadoras, bolsas de agua caliente, huevos, experimentación, frustraciones y una enorme paciencia. Hace cinco años que el proyecto de recría de macá tobiano está en marcha, pero hasta ahora no han logrado que un pichón que rompe el cascarón supere los 10 días de vida.
El macá tobiano pone dos huevos en sus nidos. Cuando nace el primer pichón la pareja de macaes abandona el huevo que todavía no eclosionó, y esos son los que se utilizan en el proyecto de recría.
“Es muy complicado porque se sabe muy poco de la especie. Primero, nos costó mucho conseguir pichones, luego que nazcan fuertes. Ahora, queremos lograr una buena alimentación que permita su supervivencia”, cuenta.
Los días en la estación de recría suelen ser tranquilos... hasta que nace un pichón. Entonces comienzan jornadas de trabajo de 24 horas para tratar de conseguir que el recién nacido se alimente, pero además que tenga una temperatura estable en su nido artificial que le permita vivir. Cada unos 30 minutos hay que cambiar las bolsas de agua caliente, por lo que el control de las condiciones de humedad y calor son constantes.
La temporada de protección del macá termina en abril, cuando luego de la época reproductiva esta ave migra hacia el este, principalmente al estuario del río Santa Cruz, para pasar el invierno.
Antes de dejar la estepa, los científicos eligen algunos individuos para marcar y hacer el control poblacional, es prácticamente uno de los únicos momentos en los que se ingresa a las lagunas y se entra en contacto con la especie.
Los sacrificios físicos, mentales y sentimentales que estos jóvenes hacen por ayudar a la supervivencia del macá tobiano son enormes. Y pese a las dificultades que atraviesan todos los años, expuestos a la inclemente estepa patagónica y a las dificultades de sus tareas, eligen volver año tras año.
Tienen una misión clara: salvar a la especie, y en esta tarea que los une también generaron una inmensa fraternidad. El fuego se enciende en la estación biológica, es noche de asado, aunque no hacen falta más brasas para avivar la pasión de estos jóvenes.

El apoyo de Toyota
El Proyecto Macá Tobiano recibe el respaldo de Toyota Argentina. La empresa donó y presta camionetas para que los investigadores, guardianes y voluntarios puedan movilizarse a través de la estepa. Además, Toyota también facilitó un equipo generador de energía para la estación de recría, que necesita suministro eléctrico las 24 horas para mantener en funcionamiento las incubadoras.
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