La polémica de los zoológicos ahora en Tucumán



¿El fin de los zoológicos?: La polémica se traslada a Tucumán

Fecha de Publicación
: 12/02/2018
Fuente: El Tucumano
Provincia/Región: Tucumán


Un cambio de paradigma en el vínculo entre el hombre y la naturaleza obliga a pensar en la reconversión de las instituciones zoológicas en lugares para la rehabilitación, conservación y liberación de especies nativas. Las denuncias contra el predio del Instituto Pellegrini abren el debate.
La denuncia de una turista salteña sobre la bichera que presentaba uno de los osos pardos con los que cuenta el zoológico de San Pedro de Colalao recorrió las redes sociales. Esa situación fue el puntapié inicial de varias publicaciones que vinieron después haciendo referencia a la condición sanitaria general de los animales que se encuentran en el predio que pertenece al Instituto Carlos Pellegrini. Pero fue Ariadna Remonda quien se hizo eco de los reclamos dispersos en la virtualidad y encabezó una campaña para pedir el cierre del zoo. Su carta dirigida al gobernador Juan Manzur y al delegado comunal, Luis Andrada, consignando diversas irregularidades, logró más de 8 mil adhesiones. 
Quienes están abocados al activismo medioambiental dicen que nada de lo que ocurrió en lo relativo a las denuncias es una novedad. Aseguran que, al constituirse el zoológico como uno de los principales atractivos de San Pedro de Colalao, tucumanos y turistas tienen la posibilidad de encontrarse durante el verano con alguna que otra situación irregular en el predio que alberga a más de 150 especies entre nativas y exóticas. Sólo es cuestión de sacar el celular, tomar una foto y que las redes y sus usuarios hagan el resto. Lo que sí representa un cambio, según Ivana Acevedo, -referente de la ONG Animalista Libera-, es que en los últimos tiempos los cuestionamientos no provienen estrictamente de un sector vinculado al proteccionismo sino de personas que fueron a visitar el predio solos o con su familia y algo les hizo ruido.
 “No se necesitan zoológicos en estas épocas, más bien precisamos un lugar en donde se pueda recuperar la fauna silvestre. También hay que recuperar las zonas desprotegidas para implementar un plan de rehabilitación, liberación y reintroducción”, sostuvo Acevedo, quien  tiene la convicción de que “llegará un punto de inflexión en el que los zoológicos tendrán que abrirse a la sociedad y al Estado para su reconversión”.
El fenómeno es imposible de evaluar de manera aislada a lo que viene sucediendo en distintos lugares del mundo y también en Argentina. Una nueva sensibilidad en lo que refiere al medioambiente en sus distintas vertientes, sumado a las posibilidades que ofrecen la tecnología, los medios de comunicación y las telecomunicaciones pusieron en jaque primero a los circos que incorporaban animales en sus números y luego a los zoológicos que los exhiben cual objeto en una vidriera donde se reúne la sociedad del consumo y del entretenimiento.
“La gente está empezando a ver lo que de verdad hay en los zoológicos: vidas encerradas porque el animal sigue vivo pero en realidad no sé si podemos llamar vida a lo que llevan dentro de una jaula. Lo que se proponen son cosas básicas: dejar de comprar o ingresar animales, evitar la reproducción dentro del mismo zoológico para achicar la población y abocar las tareas a la rehabilitación de la fauna nativa; que no se sigan trayendo animales que no son de esta zona”, requirió.

El fenómeno en contexto
El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires anunció en 2016 el cierre definitivo del Parque Zoológico, situado en el corazón de Capital Federal, para reconvertirlo en un ecoparque. La decisión fue tomada luego de los feroces cuestionamientos que recibió la institución luego de la muerte del oso polar Winner, víctima del calor y el estrés que le produjeron los fuegos artificiales de las fiestas de fin de año. En la ciudad Mendoza también sucedió algo similar con el oso polar Arturo que, pese a los pedidos que llegaron desde todas partes del mundo, no pudo ser trasladado para brindarle una mejor calidad de vida en sus últimos años: rl gasto del transporte era millonario y el riesgo de que muera camino a un santuario, demasiado elevado.
Tanto en uno como en otro lugar, y con diferente suerte, comenzó un necesario proceso de reconversión a tono con un cambio de paradigma en relación al vínculo que el hombre establece con la naturaleza y que fue contemplado en el Nuevo Código Civil de la Nación. En este sentido, la norma que rige la vida de los argentinos desde 2015 modificó la consideración legal de los animales como meros objetos y la reconfiguró por “sujetos de derecho sintientes no humanos”. Sin embargo, aún falta mucho camino por recorrer para el reconocimiento real y efectivo de los derechos que amparan a los animales en todo el territorio.
“En este paso rápido por la Tierra hemos destruido todo tan rápido que ahora nos estamos preocupando por resolver el problema con la misma premura. Sí puedo decir que hay una tendencia mundial en reconvertir las instituciones zoológicas para que no consistan meramente en la exposición de un animal sino en trabajar rehabilitando, liberando y siendo parte de programas de conservación de especies nativas”, apuntó el biólogo Diego Ortiz, quien desde hace más de una década se dedica a la recuperación de aves rapaces en la Reserva de Horco Molle, que depende de la Universidad Nacional de Tucumán. 

Un zoo bajo la lupa
La situación de la Provincia es diferente en relación a los casos de Buenos Aires y Mendoza debido a que el único zoológico que funciona pertenece a una empresa privada. Además, el predio está ubicado a 90 kilómetros de San Miguel de Tucumán, de manera que la problemática de los animales en cautiverio no está presente para los tucumanos de igual manera que estuvo para los porteños o los mendocinos, que tenían integrados a los respectivos zoológicos a las ciudades. La situación los exponía a las auditorías de los organismos correspondientes y también a la que realizaban los miles de ciudadanos y turistas que lo visitaban durante todo el año.
El gerente Guillermo Fernández, argumentó ante los cuestionamientos que explotaron este verano que la institución que dirige cuenta con todas las habilitaciones expedidas por la Dirección de Fauna de la Nación y de la Provincia. Agregó que existen convenios firmados con la Secretaría de Medio Ambiente local para trabajar de manera mancomunada para albergar a las especies rescatadas del tráfico de animales o del “mascotismo”, es decir, de aquellas personas que adoptan animales silvestres como mascotas.
El director de Flora y Fauna de la Provincia, Eduardo Dietrich, confirmó la existencia de ese convenio debido a que en Tucumán no existe un lugar de estas características para atender las necesidades de animales silvestres. Como ejemplo, citó el caso de Baguira, la leona que fue rescatada de un circo y enviada a un santuario en África; y también la recepción de pumas –entre otros animales nativos- que muchas veces se encuentran en casas de familias.
“Firmé un convenio con esta institución porque a mí me es muy útil en la recuperación de animales silvestres que mucha gente por error los quiere domesticar, es así que los empieza a criar cuando son chiquitos pero en algún momento se tornan inmanejables, como el caso de un par de pumas que llegaron aquí. Entonces, hay dos opciones: el sacrificio o conseguir algún lugar en donde se los pueda contener”, apuntó Dietrich.
Sin embargo, el conflicto de intereses salta a la vista: el Estado, que debe ejercer el poder de policía frente a instituciones zoológicas de este tipo y garantizar su reconversión en espacios para la educación ambiental, la investigación, la preservación y eventual reinserción en el hábitat natural de especies nativas termina “asociado”, de alguna manera, en situaciones que no se apegan a lo que cada vez más ciudadanos reclaman como un derecho considerado en la Constitución Nacional y en diversos Tratados Internacionales como de “tercera generación”.
Profesionales abocados al estudio y manejo de fauna silvestre piden considerar en el debate todos los matices que se encuentran desde la angustiosa situación del cautiverio en la que se encuentran cientos de animales en el zoológico a la solución mágica de la liberación que, muchas veces, es un remanso en donde liberar la angustia que ocasiona el sufrimiento de un ser vivo. Lo cierto es que la reconversión es necesaria y el fin último debe ser la reinserción de los animales en su hábitat natural siempre y cuando su trayectoria vital así lo permita.
Pero en el camino hay que evaluar –y aquí entra la función del Estado y de profesionales idóneos en la materia- las condiciones del cautiverio de los animales: si se encuentran en un recinto grande o pequeño, con o sin ambientación, con o sin enriquecimiento animal para sobrellevar el encierro, expuesto o no al público, con o sin un plan por parte de las instituciones de realizar un manejo responsable del plantel. Para ello, un parámetro que sugieren tener en cuenta los especialistas para evaluar la situación de un zoológico es la relación entre la inversión, la cantidad de profesionales abocados al cuidado de los animales y la cantidad de especies. 
En este punto se convierte en un aspecto central detener la reproducción de animales en cautiverio debido a que sus madres, anuladas de todo instinto, no podrán enseñarles lo esencial para desarrollarse en la naturaleza y la función del zoológico quedará justificada una y otra vez en un entramado de complicidades con aval estatal. “Así como nosotros respetamos a los que piensan diferente, yo pido que se respeten a los que si nos gustan los zoológicos porque creemos que tienen una función educativa muy importante”, sostuvo Fernández. 
La bichera del oso denunciada en las redes sociales pasó a ser anecdótica frente al complejo fenómeno del manejo de la fauna en la Provincia. Afortunadamente, la meiasis fue atacada pero lo realmente grave es que en la misma fosa de cemento donde se tomó la foto, y bajo el intenso calor del enero tucumano, recientemente nacieron dos oseznos. Ante la pregunta de este diario sobre cuál será el destino de los animales, el encargado sanitario del zoológico, José Yapur, admitió que todavía no tienen un destino pero que, seguramente, se trocarán en el mercado cada vez más acotado de zoológicos.
Hasta el momento, no hay currícula de educación ambiental que justifique una situación semejante debido a que la cuestión ambiental comprende a la ética como un ingrediente esencial de la toma decisiones a favor de un mundo sustentable para nuestra generación y también de las que vendrán.  
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