Unión para darle sustentabilidad a la pesca del langostino



La pesca reciclada

Fecha de Publicación
: 25/02/2017
Fuente: Agencia TSS
Provincia/Región: Nacional


A través de un acuerdo de cooperación, un grupo de empresas pesqueras y profesionales del INTI en Mar del Plata buscan un modo sustentable para tratar los residuos generados por la pesca del langostino y obtener un producto con valor agregado de sus desechos.
“El langostino ha tenido una explosión muy fuerte en cuanto a capturas y producción en el país, su mercado ha mantenido un crecimiento sostenido de alrededor de 15% anual durante los últimos cinco años. La industria pesquera subsiste gracias al langostino, que es salvaje en la Argentina: el país es un caladero casi único en el mundo en cuanto al volumen y el tamaño de estos crustáceos”, dice Federico Angeleri, director comercial de Grupo Veraz, una de las principales empresas pesqueras exportadoras de origen nacional, cuya principal línea de producción es, justamente, de langostino.
El problema es que “todo el residuo que se genera fuera del mar se entierra, lo que genera un impacto ambiental y por eso estamos tratando de buscar una solución y de aprovechar ese residuo para obtener un producto con valor agregado”, dice Angeleri. La empresa para la que trabaja es “el principal productor de langostino pelado en la Argentina” y exporta anualmente cerca de un millón de kilos de langostino pelado.
Sin embargo, ese proceso industrial implica desechar el 67% de cada ejemplar, un residuo que termina en basurales a cielo abierto –que generan denuncias por malos olores y posibles focos infecciosos– en terrenos municipales que les habilitaron las dos ciudades donde procesan los langostinos que pescan: Puerto Deseado (Santa Cruz) y Rawson (Chubut).
En diciembre del año pasado, el grupo empresario estableció un acuerdo de trabajo con profesionales del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) en Mar del Plata, que desde hace tiempo trabajan en la obtención de un biopolímero denominado quitosano, que se obtiene a partir de la quitina, que es uno de los componentes principales del exoesqueleto de crustáceos –el que le da rigidez– como el langostino, el calamar y el cangrejo, entre otros.
“El quitosano es un biomaterial, por lo que es biodegradable. Tiene propiedades antifúngicas y antibacterianas, y es apto para formar nanocápsulas. Tiene potencial para ser utilizado en aplicaciones tan diversas como agricultura, farmacología y cosmética”, dice el ingeniero químico Lautaro Buffa, uno de los cuatro profesionales del INTI Mar del Plata que desde hace al menos tres años se dedican a investigar sobre este tema.
“Hemos desarrollado el protocolo de obtención de la quitina y luego del quitosano, y hemos hecho ensayos de aplicación, por ejemplo, en frutillas. También hemos interactuado con otros grupos de investigación interesados en sus aplicaciones, a los que les brindamos el quitosano para que hagan sus análisis con productos como uvas y cerezas”, detalla Buffa.
Angeleri agrega: “Hace tiempo que teníamos la intención de empezar a desarrollar una línea de aprovechamiento del residuo, incluso habíamos estado en tratativas con otro organismo público –aspiraban a obtener un financiamiento del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCYT)–. Pero, como eso no prosperó, a fin del año pasado nos volvimos a juntar con el INTI y decidimos trabajar en conjunto: pusimos a disposición nuestros procesos y ellos aportaron la línea de investigación en la que vienen trabajando”.
Ahora buscan escalar estos procesos desde las dimensiones de laboratorio a la magnitud necesaria para la industria. “Estamos planificando los pasos a seguir: la primera etapa incluye hacer ensayos con la materia prima del lugar”, explica Buffa, y agrega: “Desarrollamos el protocolo de extracción de quitina, que se desacetila mediante una reacción química y se convierte en quitosano. En este intento por escalar el proceso a la planta industrial hay tratamientos químicos, y la idea es hacer un proceso limpio, es decir, que no eliminemos un residuo y generemos otro”.
El procesamiento del langostino implica desechar el 67% de cada ejemplar, un residuo que termina en basurales a cielo abierto –que generan denuncias por malos olores y posibles focos infecciosos– en terrenos municipales que les habilitaron las dos ciudades donde procesan los langostinos que pescan: Puerto Deseado (Santa Cruz) y Rawson (Chubut).
A futuro, el objetivo final es lograr la instalación de una planta de tratamiento de residuos y que la misma empresa pueda obtener un nuevo producto con valor agregado para ofrecer como insumo industrial a partir de los residuos y con procesos que no generen nuevos contaminantes en el medioambiente.
“Para nosotros es un desafío, porque generamos mucha ‘cáscara’ y queremos ver cómo aprovecharla. Los municipios nos cobran una tasa por volcar el residuo, que no es algo menor porque tiene un costo alto y hace poco la incrementaron en un 80%, pero habrá que comprobar si el proceso es industrialmente viable”, dice Angeleri. Por eso, en el corto plazo, el objetivo primordial es reducir la cantidad de residuos que se entierran.
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