Certificaciones de "edificios verdes" por Conicet



Edificios verdes: certificaciones con sello argentino

Fecha de Publicación
: 26/11/2016
Fuente: Conicet
Provincia/Región: Nacional


Hoteles, bibliotecas, museos, oficinas, viviendas sociales y privadas, escuelas, y más. Cada tipo de construcción tendrá su propio modelo de certificación de edificio sustentable cuando culmine el proyecto de investigación que lleva adelante Jorge Czajkowski, investigador independiente del CONICET, junto al equipo que dirige en el Laboratorio de Arquitectura y Hábitat Sustentable de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de La Plata (LAyHS, FAU-UNLP).
Una certificación de sustentabilidad para edificaciones es la que acredita la existencia de condiciones que reducen el impacto negativo de una construcción en el medio ambiente. Desde la elección de los materiales, el uso y consumo de recursos y energía, el reciclado de agua y los espacios verdes, hasta la generación de residuos, son múltiples los aspectos que dicho instrumento toma en cuenta para constatar que un edificio es sustentable o “verde”, es decir, respetuoso con la naturaleza en sus procesos y prácticas.
“Nuestras líneas de investigación se orientan a la generación de conocimiento basado en la realidad argentina para dar lugar a protocolos propios, porque nos regimos por los norteamericanos o europeos, que han sido diseñados según condiciones ambientales, geográficas, tecnológicas y culturales muy distintas a las de esta región”, explica el experto. “Así –continúa- mientras en otras partes del mundo se busca resolver principalmente aspectos como la accesibilidad o el frío extremo, aquí el acento debe estar puesto en la eficiencia en el uso de la energía, porque ese es el mayor problema a nivel local”.
Dentro de todos los componentes incluidos en el concepto de sustentabilidad, el LAyHS se concentra especialmente en el diseño pasivo o bioclimático, es decir, el aprovechamiento de las características climáticas al momento de proyectar una construcción. “El conocimiento generado desde hace más de veinte años nos muestra que en condiciones medias se podría vivir tranquilamente sin calefaccionar ni refrigerar una vivienda, utilizando la diferencia de temperatura entre el día y la noche, los vientos típicos de la región y un poco de aislamiento térmico. El sol más las actividades propias de las personas, como cocinar, iluminarse o guardar alimentos en la heladera, serían la fuente de calor”, asegura Czajkowski.
Sin ser obligatorias, las certificaciones de sustentabilidad edilicia se erigen como un incentivo para fomentar los proyectos de obra respetuosos del medio ambiente en su construcción y funcionamiento. Al no haber normas nacionales, en la Argentina los edificios que quieran atenerse a estos parámetros deben acudir a las extranjeras, como BREEAM (Reino Unido), LEED (EEUU) o Passivhaus (Alemania), entre las más conocidas.
“Además de ser estándares pensados para las problemáticas de otros lugares, aspirar a esas certificaciones es muy costoso, y es por eso que en los últimos años recibimos el pedido de asesoramiento de algunos privados que sabían de nuestro conocimiento en el tema”, relata el investigador, que junto a su equipo decidió entonces enmarcar la iniciativa en un proyecto de investigación que incluya un protocolo distinto para cada tipo de edificación, algunos incluso ya elaborados a partir de sus experiencias en la realización de informes técnicos.
Precisamente, la intervención más destacada del grupo de trabajo fue en el Instituto “José Manuel Estrada” de City Bell, cuyas autoridades se acercaron hace algunos años a Czajkowski y le pidieron ayuda para convertir al Salón de Usos Múltiples de la escuela en un espacio sustentable. Con 700 metros cuadrados y capacidad para 450 personas sentadas, el sitio es una obra subterránea que se inauguró en diciembre de 2015.
“Los asesoramos en diseño bioclimático; si bien el lugar tiene equipos de calefacción y refrigeración, no se usan en ningún momento del año. Lo único que hay es un sistema sencillo de ventilación”, apunta el especialista, cuya participación culminó con el otorgamiento de un certificado que constata la eficiencia edilicia del lugar. Las prácticas incorporadas, además, llevaron a las autoridades del establecimiento a retirar los aires acondicionados de todas las aulas, con la idea de ir convirtiendo paulatinamente a todo el colegio en sustentable.
Otro caso al que actualmente asesoran mediante un convenio con la UNLP es la empresa de soluciones en aislamiento ISOVER Saint Gobain Argentina SA, en la construcción de su sede en la localidad de Llavallol. El edificio aspira a funcionar con tecnología geotérmica estacional, consistente en el almacenamiento subterráneo de aire caliente en el verano para utilizar en invierno y viceversa, a través de la recirculación de agua del acuífero con bombas accionadas por paneles solares. El objetivo será eliminar el uso de energía para climatizar 900 metros cuadrados de oficinas.

Decisión política global
Entre 50 y 100 años es lo que Czajkowski estima llevaría convertir a todos los países en sustentables si se tomara la decisión política global de transformar ciertos conceptos y hábitos. “Hace un tiempo distintas organizaciones internacionales comenzaron a observar que el hábitat en su construcción y mantenimiento era responsable de la mitad del calentamiento global”, explica el experto.
Si bien en nuestro país existe normativa actualizada sobre el tema, Czajkowski señala que “no hay un cumplimiento efectivo”. “Hay leyes en Provincia y Ciudad Autónoma de Buenos Aires que, de aplicarse, permitirían reducir en un tercio las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de edificios, generar innovación tecnológica y hacerlos confortables”, añade el experto y agrega que “por ahora sólo la localidad de Rosario posee un Código de Edificación que promueve la eficiencia y sustentabilidad”.
De acuerdo al experto, el reemplazo de ladrillos por materiales crudos que no necesitan cocción, como el adobe o la tapia, implica un 30 por ciento menos de GEI. “Lo mismo con el abuso de los ventanales de vidrio, que termina siendo un factor de derroche energético, debido a la pérdida de calor que provoca”, concluye.
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