Redescubriendo el ciervo de los pantanos



El Bambi del humedal

Fecha de Publicación
: 08/12/2015
Fuente: Revista Veintitrés
Provincia/Región: Mesopotamia


Pocos lo han visto. Apenas algunos vecinos del Delta y los lancheros. Los viajeros de fin de semana no lo conocen. Es tímido. Deambula entre los humedales del interior de las islas, crece, se reproduce y lucha por su lugar. Es el ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus para la ciencia), una especie singular que está en vías de extinción. De hecho en el Bajo Delta o Delta Inferior su situación es complicada: para fines de los años ’90 quedaban menos de 500 ejemplares pero la caza y la expansión del cultivo comercial de sauces y álamos hacen temer por él.
Para hacer frente a este desafío, un grupo de investigadores del Conicet, el INTA, la Universidad de California, la Fundación Temaikèn, otras ONGs ambientalistas, productores y empresas forestales, además de veterinarios y guardaparques, pusieron en marcha un ambicioso plan de conservación al que llamaron Proyecto Pantano.
La idea es investigar sobre el ciervo, conocer su ecología espacial; la genética poblacional y los principales factores que afectan su supervivencia en el área. Con esta información se podrá planificar el desarrollo sostenible del territorio, establecer protocolos forestales compatibles con la conservación de la especie y diseñar una efectiva estrategia de conservación para la población más austral.
La mayoría de los “pantanos” del Delta se halla en predios forestales. Por eso, cualquier iniciativa destinada a protegerlos debe incluir su interacción con la actividad maderera, propia de los isleños.
Para conocer sobre este ambicioso proyecto, Veintitrés charló con su director, Javier Pereira, investigador del Conicet.

–¿Cómo surgió la idea del proyecto?
–El ciervo de los pantanos es el ciervo nativo más grande de Sudamérica y una de las especies más carismáticas de la fauna argentina. A raíz de la pérdida de hábitat y la caza furtiva, este ícono del Delta ha ido perdiendo espacio hasta quedar relegado a sectores inaccesibles o en el interior de plantaciones con escaso manejo. Los primeros estudios sobre el estado poblacional del ciervo en el Bajo Delta fueron encarados a mediados de los ’90 y para apuntalar su supervivencia se creó la Reserva de Biósfera Delta del Paraná (en San Fernando). Hubo actividades de educación y gestión para la conservación. Pese a ello, las noticias de “matanzas” de ciervos continuaban y era difícil poder plantear medidas adecuadas: no se conoce qué come, cuáles son sus rutas de movimiento o sus posibilidades de sobrevivir a largo plazo. Ante este panorama, investigadores del INTA Delta y del Conicet pusieron en marcha en 2012 varias líneas de trabajo para tratar de mejorar la situación del ciervo y compatibilizar la producción forestal con la conservación de este ícono natural del Delta. Así se fueron sentando las bases del Proyecto Pantano, que se materializó formalmente a principios de 2015 tras recibir financiación a través de un fondo GEF (Fondo para el Ambiente Global) administrado por el Banco Mundial y ejecutado en la Argentina a través de la Unidad para el Cambio Rural (UCAR) del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca.

–Teniendo en cuenta el uso que se les dio a los ciervos (por la carne, el cuero u otros) entre los pobladores del Litoral que desconocían que corría riesgo de extinción, ¿cómo será la tarea para revertir esa costumbre?
–Los pobladores del Delta cazaban ciervos de los pantanos para alimentarse y como forma de relacionarse con las especies con las que compartían el territorio. Esta caza (aludida como “cultural”) continúa hasta estos días pero a niveles bastante menores. Casi todos los pobladores isleños saben que se trata de una especie en peligro de extinción cuya caza está prohibida por ley. Como además el ciervo es Monumento Natural Provincial tanto en Buenos Aires como en Entre Ríos, las penalidades para quienes los cazan son severas. Pese a ello, la caza del ciervo dio un giro en los últimos años y actualmente son más los cazadores que llegan en su búsqueda desde las ciudades cercanas al Delta. La idiosincrasia de estos cazadores poco tiene que ver con la del isleño y no entienden que, además de estar empujando al ciervo a la extinción, también están erradicando una figura con alta carga simbólica para los habitantes de la isla. Afortunadamente, los controles ejercidos por parte de los guardaparques del Organismo para el Desarrollo Sostenible (OPDS) de la provincia de Buenos Aires están dando sus frutos, y ya mucha gente se cuida porque sabe los riesgos que corre. Desde el Proyecto Pantano colaboramos activamente con las autoridades y trabajamos desde la educación y concientización.

–En el caso de la explotación forestal (abunda el cultivo comercial de sauces y álamos) que también influyó en la paulatina desaparición de esta especie, ¿qué tareas están realizando?
–El Proyecto Pantano tiene un fuerte componente de trabajo conjunto con productores forestales, ya sean pequeños, medianos o grandes, empresas familiares, cooperativas o empresas multinacionales. Nuestra filosofía es que las soluciones surgen en el propio campo, a partir de discutir alternativas con los productores, entender sus ecuaciones económicas. Sólo así se puede entender qué medidas pueden ser aplicables en sus esquemas de producción y cuáles pueden ser los verdaderos impactos para la conservación. Por ejemplo, hemos consensuado con algunas grandes empresas forestales (como Arauco Argentina) que dejen sectores dentro de sus predios como reservas, donde las especies silvestres pueden resguardarse. Pero a un pequeño productor, que tiene unas pocas hectáreas, no se le puede pedir ese esfuerzo. Sin embargo, todos pueden colaborar para reducir el ingreso de cazadores furtivos en la región, o avisando cuando ven actitudes sospechosas. A cambio, les ayudamos a diseñar sus producciones para que sean “amigables” con la naturaleza local, con lo que pueden por ejemplo mejorar sus posibilidades de certificar su producción (según los distintos sistemas que existen en el mundo) o les da ventajas a la hora de buscar alternativas productivas como la apicultura.

–Van a instalar radiocollares a los ciervos para hacerles un seguimiento. Es una práctica de estudio poco habitual…
–La colocación de collares a los ciervos es necesaria para saber acerca de la forma en que estos animales interactúan con los distintos elementos del paisaje, cómo se mueven, cada cuánto tiempo descansan, dónde lo hacen, o incluso verificar si cruzan los ríos (como el caudaloso río Paraná) durante sus traslados. Para colocarles los radiocollares hay primero que sedarlos, y para ello el Proyecto Pantano cuenta con dos equipos de veterinarios integrados por los profesionales más capacitados en vida silvestre que tiene hoy el país. Por un lado, un equipo conformado por miembros del Conicet y de la Universidad de California y, por el otro, veterinarios de la Fundación Temaikèn, ambos con vasta experiencia en el trabajo con cérvidos. Una vez que podamos colocar los collares en los ciervos, estos comenzarán a tomar las posiciones exactas por las que se mueven (a partir del GPS que tienen instalado), las que llegarán en tiempo real a nuestras computadores tras su paso por el satélite.

–Mucha gente pasea en el Delta, ¿cuántos creen que conocen esta hermosa especie?
–El poblador isleño conoce muy bien al ciervo, ya que convive con él y tiene el privilegio de avistarlo. Y los que además se dedican a la producción forestal tienen con él una extraña relación de amor-odio, ya que por un lado lo consideran un símbolo inseparable del Delta pero por el otro sufren los daños que les produce en las forestaciones. Los ciervos suelen comer los brotes de los sauces o raspar sus astas contra los troncos de los álamos, lo que puede dañar algunas plantas o disminuir sus rindes. Aunque la mayoría de los productores considera que esos daños son tolerables, otros perciben mayores niveles de daño y no son tan “amistosos” cuando los tienen cerca. Pero el verdadero misterio es cómo un animal tan imponente, que puede alcanzar los 150 kilos y cuyos machos poseen cornamentas majestuosas, pueden pasar desapercibidos para la mayoría de los habitantes de las ciudades y pueblos que rodean al Delta. Y no es un hecho menor; estos ciervos sobreviven a cuarenta kilómetros del Obelisco porteño. Dar a conocer su existencia es generar en la sociedad una nueva responsabilidad respecto de la necesidad de conservarlos. Y en épocas en que abundan emprendimientos náuticos o countries dentro del Delta, tener gente informada puede hacer una gran diferencia. Al fin y al cabo, se trata de definir el modelo de mundo en el que queremos vivir. O seguimos avanzando hacia el concreto, los monocultivos y la tierra arrasada, o integramos a nuestra vida los servicios que la naturaleza puede brindarnos.

Personajes del río
Según cuentan los integrantes del Proyecto Pantano, los productores han tenido una importancia clave. Roberto Gómes y Gladys Gastañaga son dos activos partícipes. También ha sido de gran ayuda el guía de de pesca Fabián Osvaldo Smeail, un profundo conocedor del Bajo Delta. Según cuenta Pereira, “Fabián conoce muy bien el Delta. Su pericia nos permite llegar a todos los sitios a los que tenemos que llegar para relevar la presencia de ciervo o colectar muestras para los estudios. Como se trata de un laberinto de arroyos, ríos y canales, un capitán de su talla soluciona más de un problema tras zarpar de puerto”. Sus barcos son: el Despistado IV –un crucerito de 9,14 metros de eslora–, el Tierra Pampa –una lancha pescadora con motor de 200 HP–, un gomón y un bote islero. A bordo de esta pequeña flota, reforzada a veces por embarcaciones que pone al servicio la Prefectura Naval o la Policía de Islas, “nuestros equipos llevan a cabo los relevamientos que están alumbrando la situación actual del ciervo de los pantanos en el Delta y permitiendo planificar un futuro que lo incluya”.
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