Más cultivos a fuerza de las topadoras



Se extiende la frontera del riesgo agrícola en el país

Fecha de Publicación
: 05/11/2013
Fuente: blogs.lanacion.com.ar/ecologico
Provincia/Región: Nacional


Estimados foristas como quienes no han comprado la edición impresa del diario La Nación de hoy no han podido leer una nota en el Suplemento Campo sobre el avance de la frontera agrícola y sus consecuencias, la voy a transcribir. El artículo, firmado por el periodista Dante Rofi, no aparece en la edición on line porque sólo se cargan en la edición digital las notas de tapa.
La búsqueda de una renta rápida y la falta de un ordenamiento territorial exponen la región a las consecuencias de la sequía
Desde fines de los 90 y hasta la actualidad, la frontera agrícola se expandió en forma exponencial, particularmente hacia el norte del país. Este desplazamiento contó con el beneficio de un ciclo húmedo que recibió con lluvias generosas a los recién llegados, que no parecieron tener en cuenta las verdaderas características de una región donde los suelos están débilmente estructurados y las lluvias se concentran en el verano.
Hoy, que el NOA y el NEA transitan la segunda campaña agrícola consecutiva con condiciones de sequía, comienzan a quedar en evidencia las consecuencias de la falta de una efectiva planificación territorial. Asimismo, se advierte la crisis ambiental que fuera anticipada por los especialistas que oportunamente advirtieron sobre el avance imprudente de la frontera agrícola hacia ambientes no aptos para prácticas agronómicas de la pampa húmeda.
Para analizar cómo fue el proceso de expansión de la frontera agrícola y cuál es la situación actual, La Nación consultó a Roberto Casas, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales del INTA; a Ernesto Viglizzo, técnico dela Estación Experimental AgrícolaAnguil del INTA e investigador del Conicet, y a Jorge Adámoli, integrante del Grupo de Estudios de Sistemas Ecológicos en Ambientes Agrícolas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
Todos los consultados coincidieron en señalar que el crecimiento de la frontera agrícola hacia el Norte estuvo relacionado con una coyuntura de valores elevados para los granos, en particular para la soja, y con una generosa oferta de tierras a bajos precios. “La expansión de la frontera agrícola no respondió a un programa de ordenamiento territorial, sino a las leyes del mercado. Coincidió con un período en el cual se alinearon altos precios para los granos, paquetes tecnológicos simples, buena rentabilidad y una concepción novedosa del negocio, con fondos de inversión que integraron los pools de siembra”, detalló Viglizzo.
Para Casas, el proceso de expansión agrícola se dio sobre diversos frentes localizados principalmente “en los bordes del Chaco semiárido y de la selva de Yungas, donde se registra una fuerte tendencia al monocultivo de soja. En este contexto aparecen como temáticas muy sensibles la simplificación del paisaje con pérdida de diversidad biológica, la fragmentación de ambientes y de hábitat, y la degradación del suelo”.
En el análisis de este especialista, se registró un proceso de “pampeanización” basado en sistemas de producción simples y en la maximización de la rentabilidad. “Pero se debe considerar que dicho modelo productivo en regiones marginales implica quedar expuestos a un mayor nivel de riesgo climático, económico y ambiental.” Y añadió que esta nueva forma de trabajar se basa en el avance de la agricultura sobre bosques, pastizales y sabanas de alto valor ecológico. “En forma conjunta, estos ecosistemas producen servicios de alta importancia ambiental, como la regulación del clima; el suministro de agua; el control de la erosión, y el ciclado de nutrientes, que dejan de producirse cuando son reemplazados por sistemas agrícolas.”
Adámoli dijo que en el proceso de expansión “no se tomaron en cuenta criterios para una equitativa distribución de la riqueza producida” y añadió que hubo una dualidad entre generación de trabajo en algunas zonas y pérdida de empleos en otras. “Hubiera sido ideal que un proceso de esta magnitud hubiera respondido a una planificación consensuada entre gobiernos locales, productores, sectores sociales y ambientales, para optimizar los impactos positivos y minimizar los negativos. La realidad es que esto no ocurrió.”
Ahora, el cambio hacia un ciclo de tiempo seco plantea interrogantes. “La ocurrencia de fases secas y húmedas en zonas semiáridas y subhúmedas parece ser una característica dominante del ciclo climático en gran parte del centro y del noroeste del país. Esas fases pueden durar entre 30 y 40 años, y el siglo XXI estaría marcando la finalización de una fase húmeda muy favorable a la expansión agrícola y el advenimiento de una fase seca menos favorable”, dijo Viglizzo. Y advirtió que los fondos de inversión que “impulsaron la expansión agrícola en tiempos de bonanza, ahora se van hacia otro tipo de negocios desvinculados del agro”.
Según Adámoli, “es común que cuando un ciclo dura –como el desvío positivo de lluvias– en torno a los 25 años, la gente asuma que eso llegó para quedarse. Pero la mayor parte de los productores no invierte y se instala pensando en abandonar todo ante contingencias desfavorables. En realidad, habría que pensar en deficiencias del Estado, tanto en la prevención de lo que iba a suceder al comenzar este proceso como en la actualidad, dejando a los productores librados a su suerte. Lo lamentable sería que terminen siendo afectadas la gente y el ambiente”.
A modo de síntesis, Casas señaló que coyunturas negativas que incluyeran un período prolongado de sequía como el actual podrían afectar a los productores y disparar procesos de desertificación de difícil reversión. “La situación descripta sin lugar a dudas amerita un análisis profundo, con intervención del Estado y de las provinciales, ya que la misma plantea serias dudas sobre la sustentabilidad del modelo productivo planteado para la región.”

Más hectáreas de las previstas
En 2004, un trabajo de investigación de docentes de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA proyectó que de las 4.886.779 hectáreas cultivadas en la región chaqueña en el ciclo 1995/9696 se pasaría a poco más de 9.200.000 de hectáreas en 2010. Jorge Adámoli, que integró aquel equipo, explicó que tras el monitoreo se demostró que “en 2010 se destinaron a cultivos 11.413.000 ha”. En un trabajo hecho para la Fundación Producir Conservando, el especialista señala que “el 79% de las áreas transformadas eran bosques”. Y agrega que el problema no fue el porcentaje transformado, sino la falta de planificación. “En algunos sectores hay ecosistemas severamente afectados, como el bosque de tres quebrachos, en Santiago del Estero, y la zona de transición Chaco-Yungas, en Salta”.

La desertificación está latente en la región
Ante la posibilidad de la consolidación de un ciclo seco en el Norte, los especialistas advierten sobre los riesgos latentes. “Los suelos de la región son naturalmente pobres en materia orgánica y débilmente estructurados, características que potencian la susceptibilidad a la erosión hídrica. Sobre ellos, la agricultura continua provoca un acelerado descenso del contenido de materia orgánica y su degradación”, alertó Casas. Agregó que allí las lluvias se concentran entre diciembre y marzo, y que por lo general caen en forma de chaparrones de alta intensidad, con una fuerte capacidad erosiva. “En la zona se registran procesos erosivos eólicos que no eran de importancia cuando existía el bosque, pero que adquieren trascendencia sin él. En líneas generales, todo esto no fue tenido en cuenta, ya que para éstos ambientes no se recomienda el desmonte masivo, ni el monocultivo de soja”, dijo Casas.
En opinión del especialista, el proceso de desertificación va dando señales, como la erosión del suelo; la salinización, y la alteración del ciclo hidrológico, entre otras. “Indudablemente en parte de la región se observan síntomas de que el proceso se ha iniciado: en el Chaco seco (Santiago del Estero, este de Salta, sudeste de Catamarca y este de La Rioja) hay procesos incipientes relacionados con la caída de la materia orgánica de los suelos; la pérdida de estructura, y el aumento de los procesos eólicos”.
Como prácticas para mitigar la situación, Casas recomendó “volver a un sistema de rotaciones, incluyendo trigo, maíz, sorgo y pasturas, que permita mantener cobertura sobre el suelo e incrementar los niveles de carbono de los mismos. Este sistema bajo siembra directa deberá incluir la alternancia de franjas con monte nativo como elemento atenuador de los vientos y como corredores verdes para conservación de biodiversidad”.
Adámoli destacó el papel fundamental que le cabe al sector productivo, de tomar en cuenta lo ocurrido para elaborar medidas de tipo paliativo para el futuro inmediato. “Lo anterior es importante, pero lo fundamental es poder generar para el mediano plazo propuestas realistas que permitan mantener la creación de riqueza, pero agregando como condición indispensable, la generación de un marco de equidad social y de responsabilidad ambiental”.
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