Macri, Scioli y la política detrás de la basura

Macri-Scioli: sacame la basura

Fecha de Publicación
: 22/01/2013
Fuente: Newsweek
Provincia/Región: Capital Federal - Buenos Aires


En el reino de lo efímero, escribió Eduardo Galeano, "todo se convierte inmediatamente en chatarra". Y en el reino de la política, cada gesto se transforma en el acto en abono para especulaciones. Días atrás, en su primer encuentro del 2013, Mauricio Macri y Daniel Scioli compartieron foto, sonrisas y escenario en la inauguración oficial de una planta MBT de tratamiento de residuos en el relleno Norte 3 del CEAMSE (la cual, se dijo, busca reducir un 10 por ciento la cantidad de basura que la Ciudad entierra en la provincia). ¿Se trató de otra señal de diferenciación con la Presidenta? ¿O, simplemente, refleja la importancia crucial que tiene la cuestión de la basura para los sueños presidenciales del alcalde y el gobernador?
La respuesta, probablemente, reconozca ambos ingredientes. La disposición final de los residuos sólidos no es sólo un desafío doméstico: es "quizás el más grave problema ambiental urbano de la actualidad", asegura el biólogo y periodista ambiental Sergio Federovisky en Los mitos del medio ambiente (Capital Intelectual, 2012 ). "Las ciudades se hicieron sin pensar en la basura, pues la prepotencia del mercado por alentar el consumo masivo de elementos suntuarios –que rápidamente se convierten en residuos- es una cuestión reciente", agrega el director de la Agencia Ambiental La Plata. El cóctel se agrava por la explosión demográfica. Desde 1920, urbes como México DF, San Pablo y Buenos Aires (incluyendo toda el área metropolitana) multiplicaron entre 10 y 40 veces su población.
La situación llegó a su punto más álgido en noviembre. Como cada porteño ya genera en promedio más de dos kilos diarios de desechos que terminan en el relleno del CEAMSE y la fallida "Ley de Basura Cero", que rige en la Ciudad desde 2004 (aspiraba a reducir en un 70 por ciento el envío de basura para 2012, pero la cifra en realidad se duplicó en ese lapso), en noviembre pasado Scioli le lanzó un ultimátum a Macri: "Mi paciencia tiene un límite y los rellenos también". El líder del PRO respondió con un ambicioso plan escalonado: la Ciudad alcanzará una reducción en su despacho de basura del 29%, en julio del 31%, en noviembre del 44% y a mediados de 2014, de 78%.
Sin embargo, muchos expertos son escépticos sobre la posibilidad de que la promesa se cumpla, al menos en los tiempos previstos. Y, pese a que los ambientalistas ponen el grito en el cielo, bajan expectativas sobre el reciclaje, consideran que los rellenos son tan vitales como un hospital y hasta proponen la vuelta de la incineración.
A 18 kilómetros de Santa Rosa de Calamuchita, en un predio alejado de poblaciones, caminos de asfalto y cursos de agua, está en marcha un remedio posible. Una cinta de clasificación transporta la basura de 16 municipios de la región. Sobre una plataforma, cinco mujeres con barbijo examina la cinta y recogen botellas plásticas, papeles, cartones, vidrios, latas, piezas de aluminio y, en una próxima etapa, desechos orgánicos para fabricar compost o abono orgánico. El resto no reciclable sigue otro destino: entra en una prensadora que, tras una decena de golpes, "escupe" un fardo compacto de 800 kilos que posteriormente es envuelto de manera automática con tres vueltas de plástico impermeabilizante. El fardo así procesado termina en un relleno sanitario lindero, pero ocupando un tercio del volumen que ocupa la basura en un relleno convencional. Y sin producir jugo de basura (lixiviado) ni olores desagradables, lo cual reduce la necesidad o urgencia de cubrirlos con tierra.
El "punto verde" o centro de tratamiento de Calamuchita, que comenzó a funcionar en noviembre y tiene capacidad para procesar 150 toneladas de residuos por día, guarda algunas similitudes con la nueva planta MBT pero es la primera que utiliza esa tecnología de enfardado en América del Sur. "No es una solución mágica, pero es técnicamente avanzada y económicamente potable", asegura Oscar Scorza, CEO de la empresa Econovo, con sede en Oncativo, que desarrolló e instaló la maquinaria. Según Scorza, Europa ya tiene 300 plantas instaladas de ese tipo, la ciudad de Nueva York, dos (los fardos viajan por tren 1.100 kilómetros hasta un relleno a Kentucky) y México, una decena. "En 10 años, como mínimo, va a haber otras 100 en Argentina", se entusiasma el empresario.
Pero la expansión de estos enfoques mecánicos o biológicos de tratamiento de residuos denotan el fracaso o la limitación de otras propuestas "verdes" que suelen endiosarse: en particular, la separación domiciliaria de los residuos y el reciclado o reutilización masivos. "Se extendió la noción de que el reciclaje es la solución a todos nuestros males", escribe Federovisky. "A reciclar que se acaba el mundo, parecen decir todos. Pero el 80 por ciento de la basura no puede reciclarse aquí ni en Mónaco".
Marcela De Luca, docente de la maestría en Ingeniería Sanitaria de la UBA y secretaria técnica de la Asociación Argentina de Ingeniería Sanitaria y Ciencias del Ambiente (AIDIS Argentina), participó de varios estudios sobre la calidad de los residuos urbanos sólidos en el área metropolitana de Buenos Aires. Y concluyó que la proporción de basura que se puede reciclar ronda apenas el 15 por ciento. "Los plásticos, por ejemplo, no son todos iguales", señala. Aunque esos materiales representan del 13 al 20 por ciento del total de la basura, sólo entre un tercio y un cuarto de esa cantidad puede convertirse en materia prima para plásticos nuevos.
"Suponer que sólo con el reciclado se puede reducir más del 25 al 30 por ciento la cantidad de residuos es una simple expresión de deseos", reconoce el economista César Rodríguez, autor del libro Gestión integral de residuos, reciclado y cartoneo en Buenos Aires (Croquis, 2011), quien sin embargo destaca la importancia de alentar la separación en origen, la recolección diferenciada, las campañas de educación ambiental y el reciclado o reutilización.
Rodríguez cultiva el optimismo. Dice que esta vez es "factible" que la Ciudad de Buenos Aires pueda cumplir su compromiso de reducción de residuos, más allá de algunos retrasos en el cronograma. El plan oficial contempla, además de la nueva planta en el CEAMSE, una futura planta para tratar escombros y restos de podas, la instalación de containers en todo el distrito y licitaciones para recolectar y reciclar residuos húmedos y secos en "centros verdes".
No obstante, "estoy seguro de que se van a propulsar nuevas tecnologías", subraya Rodríguez. Una de ellas, en rigor una vieja conocida, es la incineración. Pese a su mala fama en Argentina, donde está prohibida desde fines de la década del `70 (aunque la Ley de Basura Cero porteña la admite entrelíneas bajo ciertas condiciones), el método se utiliza ampliamente en muchos países avanzados de Europa. "En París hay una planta a cinco cuadras de la Torre Eiffel", grafica De Luca, para quien las instalaciones modernas de combustión de basura no sólo reducen un 90 por ciento el volumen inicial de la basura y controlan la emisión de contaminantes gaseosos ambientales sino que también producen energía con un 22 por ciento de eficiencia. "Eso no es incineración", aclara: "Es una valorización térmica de los residuos". Otras tecnologías experimentales o incipientes incluyen la antorcha de plasma, la gasificación y la pirólisis. En todos los casos, siempre va a haber un residuo que termine en rellenos, que, según De Luca, no son sinónimos de basurales y representan instalaciones de ingeniería "que necesitamos para vivir en una ciudad".
No hay solución perfecta. La incineración, por caso, concita el rechazo de los ambientalistas, su inversión inicial es alta (para Scorza, quemar la basura de Córdoba costaría US$ 1.500 millones versus US$ 20 millones del enfardado) y la instalación de un horno moderno requiere 10 años. El compost de basura no sirve para uso agrícola. Y nadie quiere que le pongan un relleno en el patio de la casa. Pero el mero hecho de que se empiecen a replantear prejuicios representa un golpe a las propuestas meramente voluntaristas que, por otra parte, suelen reciclarse tanto como las sonrisas de Macri y Scioli en un acto.
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