Falta de lluvias, agua y autoridad en Córdoba

Falta de lluvias, de agua, de autoridad

Fecha de Publicación: 31/10/2009
Fuente: La Voz del Interior
Provincia/Región: Córdoba



El estrés hídrico que comienza a preocupar a los cordobeses ya no es únicamente un problema vegetal ni es causado sólo por razones climáticas. Hay toda una cultura de despilfarro e inoperancia, que es tan negativa como la falta de lluvias.
Hace décadas que los cordobeses saben que la reserva de agua cruda del dique San Roque es exigua para atender sus necesidades básicas. A ello se ha sumado el importante crecimiento demográfico registrado en los últimos años en la periferia noroeste de la Capital.
La reserva es exigua aun en temporadas de clima relativamente normal (en lo que pueda ser normal un ecosistema tan alterado como el nuestro). La ampliación en 1944 del primitivo embalse, que a fines del siglo 19 fue la mayor obra de ingeniería hidráulica del mundo, fue ampliamente sobrepasada por la expansión de los centros urbanos en esa zona, en particular por el crecimiento de poblaciones como Dumesnil, La Calera, Saldán, Mendiolaza y Villa Allende, amén de los requerimientos de regadío del cinturón verde.
Es decir que desde hace 65 años no se realiza ninguna obra de importancia para atender las necesidades básicas en incesante incremento. Es verdad que la construcción del canal Los Molinos-Córdoba alivió por un tiempo el crónico estrés hídrico de la capital. Pero el explosivo desarrollo del área sur de la ciudad, en los últimos años, absorbió totalmente el aporte de esa obra, que, por lo demás, plantea problemas de creciente gravedad. El primero es que, por tratarse de un canal a cielo abierto, su caudal disminuye por evaporación y, lo que es mucho peor, por el ingreso en su curso de efluentes agroquímicos, en cantidad que no cesa de incrementarse a medida que se expanden los cultivos de soja.
Hay proyectos de entubamiento del canal, lo que disminuiría de manera notable la evaporación e impediría la contaminación del agua por la afluencia de agroquímicos. Pero, hasta ahora, los únicos avances que se observan son las acumulaciones de reclamos y denuncias penales de autoridades municipales y habitantes de las poblaciones que se abastecen de agua en los 60 kilómetros de extensión del canal, además de acciones similares realizadas por legisladores y organizaciones no gubernamentales ecologistas.
Las penurias hídricas de Córdoba son tradición. Durante el otoño y el invierno, la bajante del caudal del dique produce año tras año alguna incertidumbre respecto del suministro de agua al llegar el verano; pero el verano es históricamente la temporada de lluvias, y bastaban los primeros aguaceros para arrastrar al olvido las incertidumbres y temores.
El problema actual es que los registros pluviométricos son, desde hace más de un año, preocupantes. Y provocan aún mayor preocupación las imágenes de un embalse en cuyo suelo sólo subsisten algunas charcas y han comenzado a brotar yuyales.
Pero no todo ha de ser atribuido al clima. La irresponsabilidad y falta de solidaridad de los cordobeses aportan lo suyo. A pesar de la creciente proliferación actual de noticias alarmantes, continúan lavando las veredas con manguera, se riegan jardines, se cambia como siempre el agua de las piletas de natación, los lavaderos de vehículos trabajan a full, no se reparan sistemas sanitarios domiciliarios defectuosos por donde se pierde agua las 24 horas del día. Hay un segmento importante de la población que parece creer que la instalación de medidores del consumo da derecho irrevocable al despilfarro.
Por cierto, las autoridades provinciales y municipales hacen importantes aportes al estrés hídrico. Las primeras, por falta de iniciativas para ampliar la infraestructura hidráulica, aunque existen organismos internacionales que financian proyectos con créditos a largo plazo, bajo interés y años de gracia. Se limitan a recibir de anteriores administraciones bibliotecas enteras de promesas y las dejan en herencia para la administración entrante, debidamente acrecentadas, aun en los casos de gobiernos que se suceden a sí mismos por reelección.
En cuanto a las segundas, su renuncia al poder de policía es una de las principales señas de identidad: en Córdoba, quienquiera sea hace lo que quiera, y nadie piensa en los demás. Lluvia no es lo único que falta.

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